Cuarenta años
elecciones y superado una moción de censura se viera atacado por tantos flancos y, sobre todo, desde su propio partido o por la Iglesia. Así que, después de meditarlo concienzudamente, presentó su irrevocable dimisión al Rey.
Desde la atalaya de los cuarenta años transcurridos nos preguntamos▶ pero ¿por qué se fue Suárez realmente? La respuesta que entonces hubiéramos dado era obvia▶ no se podía continuar por la senda trazada y había que dar, como con contundencia lo verbalizó Tarradellas, un golpe de timón; y estaba claro que ese cambio de rumbo no lo podía capitanear el propio Suárez. Sin embargo, ahora nos resulta extraña esa dimisión y que no fuera capaz de enderezar ese timón. Supongo que el cansancio fue el factor determinante para presentar esa dimisión. En su comparecencia televisiva explicando las razones por las que se marchaba creo que se encuentran las claves ocultas que le condujeron a ello. Dijo que no se iba ni «por cansancio» ni «por haber sufrido un revés superior a su capacidad de encaje». O sea que se fue, principalmente, por esas dos causas. Intentó también, con su dimisión, dar a la clase política española una lección de ética que solo se le reconoció cuando, unos días más tarde, aguantó sentado y sin pestañear a unas hordas de espontáneos militares que asaltaron a punta de pistola y de metralleta el Congreso de los Diputados.
Ese infausto día, el 23 de febrero, en el que unos guardias civiles, muchos de ellos engañados, y una trama civil de falangistas irredentos asaltó el Congreso, Suárez se convirtió en el icono político y moral tal y como hoy le conocemos. Eduardo Navarro, que tan bien le conocía escribe▶ «A finales de noviembre (1980) la imagen de Adolfo Suárez ha alcanzado su máximo nivel de deterioro. De príncipe azul de la democracia –como, con cierta cursilería, se le había presentado en los años 76 y 77– había pasado a ser visto como el faraón de La Moncloa, ensimismado, solitario, arbitrario e interesado sólo por su permanencia en el poder. Se le veía capaz de lo peor con tal de mantenerse como presidente del Gobierno. El primer sorprendido