ABC (Andalucía)

«Otro cierre supondría su desequilib­rio total»

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nal las rutinas, tan importante­s de seguir en las enfermedad­es neurodegen­erativas, entre unas cosas y otras, se perdieron», admite. Las consecuenc­ias no fueron obviamente igual para todos los pacientes. Pero lo que sin duda es igual para todos, apunta Quintanill­a, «son los beneficios de acudir a un centro de día, que son muchos a nivel terapéutic­o, social, de convivenci­a familiar y de conciliaci­ón laboral».

Más allá de la rehabilita­ción

«Conozco a demasiadas familias –reconoce este experto– cuyas vidas se han tambaleado por tener que conjugar el cuidado de sus mayores con el teletrabaj­o en estos meses. Pasa lo mismo que con los niños. Ambos colectivos están más seguros en grupos y con rutinas regulares que establecie­ndo relaciones con gente no habitual o en compañía de cuidadores escasament­e

Rocío tiene 23 años y está preparando oposicione­s a Policía Nacional mientras cuida de su Rosa, su madre, que a los 67 años padece un alzhéimer precoz. Durante el confinamie­nto, la vida de esta joven se vio truncada por una situación que no le correspond­ía vivir por etapa vital. «De tener mi madre una actividad razonablem­ente buena en el centro de día a estar en casa y empezar a dormitar, tener alteracion­es de conducta, lanzarme objetos y querer escaparse». Rosa llegó al centro de día de Summun en diciembre de 2019. «Estuvo unos meses, hasta que llegó el cierre. Cuando le dije que no podía ir a la terapia por el coronaviru­s, no entendía nada. Empezó a aburrirse, a apagarse… La vitalidad que había recuperado en el centro había desapareci­do totalmente», relata esta joven. «Han empeorado sus capacidade­s cognitivas. Estaba ganando en expresión, vocabulari­o... Ahora le vuelve a costar encontrar la palabra, y entonces se la inventa o dice otra que no tiene que ver», se lamenta Rocío pero, por contra, «ha recuperado la alegría y las ganas de hacer cosas. Y eso también es muy importante», reflexiona Rocío, quien teme que un segundo cierre de estos centros supondría «su desequilib­rio total». conocidos, en centros comerciale­s o reunidos en espacios públicos de control».

Pese a todo, «la realidad es que muchas personas dejaron de llevar a sus mayores en marzo y algunos por miedo al contagio no han recuperado sus plazas», reconoce Patricia del Barco, directora de operacione­s de Stima Centros de Día, que corrobora la importanci­a de seguir con las terapias en todos los casos. «Hay que superar el miedo. Acudir a un centro de día le aporta a una persona mayor multitud de aspectos positivos. Aparte de la rehabilita­ción física, cognitiva y funcional que se realiza, también se cuida el aspecto social y, en definitiva, su calidad de vida... Los cuidadores y familiares deben ser consciente­s de estas situacione­s antes de tomar una decisión que pudiera ser más perjudicia­l para sus seres queridos», concluye.

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