Illa, filósofo. Darias, abogada. Tenemos lo que votamos; sorpresas, pocas
HACER UN PAN COMO UNAS TORTAS
L
Ode nuestros políticos es que no tiene nombre. Ni medio colorados se ponen cuando toman decisiones poco armadas y a lo loco e inmediatamente sin filtrar las lanzan al ruedo sin más. Es, sin duda, su termómetro de aceptación entre la población. Si cuela... pues cuela, y si no, pues no –«¡Un, dos tres, un pasito pa’lante... un, dos tres, un pasito pa’atrás»! como cantaría aquel–. Y en estos días, tras el aluvión de críticas recibidas por permitir en Cataluña el quebrantamiento del confinamiento municipal para asistir a mítines durante la campaña electoral, el Govern parece que revisará hoy mismo esta excepción a las restricciones contra el coronavirus, que impiden salir de la localidad de residencia desde el pasado 4 de enero, salvo para trabajar. ¡Es que no es de recibo! Lo de directamente mandar a la quiebra a las empresas por efecto de las continuadas prohibiciones de aperturas o restricciones horarias de comercios o negocios o mandar a la gente al limbo del «pseudoparo» con tanto ERTE, sin problema. Lo imponen. Pero, lo de eliminar mítines innecesarios en medio de una pandemia, ¡bajo ningún concepto! ¿Se nos ha olvidado, por ejemplo, qué ocurrió tras el 8-M del año pasado?
Y no aprendemos. Seguimos dando nuestro apoyo y acudiendo a las urnas a votar a los mismos. Porque ya son todo lo mismo. ¡Qué pena que la memoria electoral de los ciudadanos sea cero! Y de ello, se valen los políticos para dosificar las medidas tomadas y a tomar y de paso tomarnos el pelo. Las mejores ideas (mejores entrecomillas, la verdad) y las promesas, a final de legislatura, en plena campaña electoral. Que un buen fin de mandato hace olvidar lo malo anterior, y un mal fin de mandato borra todo lo bueno anterior. Por eso, lo mismo, Sánchez ha mandado a hacer campaña a Cataluña a su ministro más desastre –por las consecuencias sobre la salud ciudadana y su dramático impacto económico, porque se me ocurren otros muchos del mismo nivel–. Hablo del de Sanidad, Salvador Illa, y si se estrella, que se estrelle allí que el Gobierno de España es otra cosa.
Es el nivel de formación lo que votamos. No podemos sorprendernos después. Es lo que tiene haber tenido sentado al frente del ministerio de mayor importancia ante la pandemia a un filósofo. Con todos los respetos. No es la lógica. Y tras el desastre de su gestión le pasa la patata caliente a Carolina Darias, ministra de Política Territorial y Función Pública, licenciada en... ¡derecho! Y dale. Volvemos a hacer un pan como unas tortas. Espero equivocarme con toda mi alma, pero nada hace pensar que la nueva ministra se vaya a apartar de la línea establecida por su antecesor. Herencia maldita recibida por Darias pero que al final sufriremos el resto de españoles. Ustedes verán qué votan la próxima vez.