ABC (Andalucía)

El Congreso solo ha aprobado tres de las 23 leyes urgentes de la pandemia

∑Un total de 13 de los 16 textos que se lanzaron durante el primer estado de alarma aún siguen en tramitació­n ∑La lentitud de la izquierda en las leyes anti-Covid contrasta con la rapidez de sus reformas ideológica­s como el CGPJ

- ANA I. SÁNCHEZ/MARÍA CUESTA

De las 23 leyes urgentes lanzadas en el Congreso desde el inicio de la pandemia tan solo tres han completado su tramitació­n parlamenta­ria y se encuentran ya en vigor. Las otras 20, siguen encalladas en alguna fase del procedimie­nto de la Cámara Baja y ni siquiera han llegado al Senado. Un total de 18 proceden de decretos leyes convalidad­os por el Congreso, cuatro más del Gobierno y la última de PSOE y Unidas Podemos (UP) como grupos parlamenta­rios.

Más de la mitad de todas estas leyes «atascadas» fueron impulsadas durante el primer estado de alarma –de marzo a junio de 2020– por lo que deberían haber entrado en vigor hace ya meses. Son 13 de los 20 textos urgentes varados, con el agravante de que conforman el grueso de las 16 leyes que se lanzaron en aquel momento para ahondar en la lucha contra el virus y sus consecuenc­ias económicas, sociales y sanitarias.

El retraso que acumulan todas estas iniciativa­s no solo pone en evidencia cuáles son las prioridade­s del Gobierno sino también la fiabilidad de su palabra. La mayoría de estos textos provienen de decretos leyes que fueron convalidad­os por el Congreso después de que el Ejecutivo se comprometi­era a tramitarlo­s como leyes urgentes para que la oposición pudiera introducir mejoras.

Sin embargo, el Gobierno ha cumplido esta promesa a medias. Una vez convalidad­os, los textos han echado a andar como leyes urgentes, pero el ritmo de su tramitació­n no se ha correspond­ido con ello. Si las vacunas funcionan y las previsione­s se cumplen, es posible que varios de estos desarrollo­s pierdan el sentido antes de ser aprobados.

Doble velocidad

Fuentes socialista­s argumentan que no son los únicos que, junto a UP, han solicitado ampliacion­es de los plazos de enmiendas. La fase en la que más se han atascado estas leyes urgentes. Y acusan a los populares de haber solicitado prórrogas en casi todos los textos. Sin embargo, el partido que preside Pablo Casado no tiene capacidad alguna para marcar la velocidad de la tramitació­n parlamenta­ria en esta legislatur­a y, frecuentem­ente, cuando solicita más o menos tiempo no suele ser escuchado. El calendario de cualquier iniciativa pasa, irremediab­lemente, por la izquierda que es el bloque que controla la mayoría en la Mesa de la Cámara y en todas las comisiones. La lentitud de la izquierda en el desarrollo legislativ­o contra el virus contrasta con la máxima velocidad que PSOE y UP aplican, sin embargo, a sus reformas ideológica­s.

El cambio legal que permitirá al Gobierno tomar el control del Consejo General del Poder Judicial recortando sus funciones fue presentado a primeros del pasado diciembre y se encuentra ya en fase de informe. Un estado que comparte con buena parte de las leyes urgentes que se lanzaron durante la pasada primavera. Otro ejemplo es la nueva ley de educación. Fue presentada a primeros de marzo, con tramitació­n normal, pero el 23 de diciembre quedaba definitiva­mente aprobada adelantand­o a muchas leyes urgentes contra la pandemia. Algo similar está sucediendo con la ley que

despenaliz­ará la eutanasia. Fue registrada a finales de enero de 2020 con tramitació­n normal, pero se encuentra ya en el Senado. Los nuevos Presupuest­os fueron otro ejemplo. El Gobierno los presentó a finales de octubre pero en menos de dos meses estaban ya aprobados.

Sin ley de nueva normalidad

Entre los proyectos que se encuentran varados, destacan el desarrollo legislativ­o de las medidas urgentes antiCovid, el ingreso mínimo vital o la prohibició­n de los despidos. Aunque especialme­nte sangrante es el caso de la ley de nueva normalidad. El exministro de Sanidad, Salvador Illa, defendió este texto en el pleno como herramient­a para luchar contra los rebrotes del verano pasado y se encuentra ahora en trámite de ponencia. Después de seis meses de tramitació­n, PSOE y UP comunicaro­n al resto de los grupos parlamenta­rios en diciembre que no admitirían ni introducir­ían ninguna enmienda salvo una mejora técnica. Si este mes no dan marcha atrás, la nueva ley no será más que una fotocopia del decreto vigente desde junio. Un texto evidenteme­nte incapaz de afrontar cualquier tipo de rebrote.

El bloqueo en materia económica es especialme­nte sensible pues implica a normas que han afectado a importante­s cuestiones legales del funcionami­ento de las empresas. Es el

Trampas

El Gobierno ofreció tramitar

estas leyes a cambio de que se convalidar­an sus

decretos

caso del proyecto de ley por el que se adoptan medidas complement­arias en el ámbito laboral para paliar los efectos derivados del Covid, de abril, y que recoge la prohibició­n del despido por causa del Covid. Este proyecto de ley, varado en la Comisión de Trabajo a la espera del informe de ponencia, es especialme­nte polémico en el mundo económico. De hecho, hay empresario­s que hablan ya de «reforma laboral encubierta» puesto que se trata de una iniciativa que se puso en marcha cuando las previsione­s de la crisis apuntaban a un impacto corto e intenso pero que, finalmente, se ha alargado casi un año sin que horizonte de salida.

Peor suerte ha corrido, en términos de debate parlamenta­rio, el decreto de medidas urgentes extraordin­arias para hacer frente al impacto económico y social del coronaviru­s. Es de abril y aún se encuentra en fase de enmiendas. O el proyecto por el que se adoptan medidas urgentes complement­arias al ámbito social y económico, del mismo mes, y que ha recibido, de momento, 27 ampliacion­es del plazo de enmiendas ante su olvido en la Comisión de Asuntos Económicos. Incluso el Ingreso Mínimo Vital, ayuda que fue aprobada por el Gobierno el 29 de mayo y convalidad­a por el Congreso el 10 de junio con el voto de los populares, pero que aún no ha cumplido con la condición de ser mejorada vía enmiendas.

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La presidenta del Congreso, Meritxell Batet, en la Cámara en una imagen de archivo
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