ABC (Andalucía)

EL BOLÍGRAFO DE SATANÁS

- PEDRO RODRÍGUEZ

lares a los afectados, les mandarían 1.000 dólares, y extendería­n el subsidio por desempleo en 300 dólares mensuales hasta julio.

Fuera quedarían otras propuestas defendidas por la izquierda como aumentar el salario mínimo a nivel federal de 7,5 a 15 dólares. Según dijo Sanders el domingo en unas declaracio­nes a la agencia Ap, «todos queremos que haya bipartidis­mo, pero en este momento este país se enfrenta a una serie de crisis sin precedente­s. Tenemos que actuar, y tenemos que hacerlo de inmediato».

Los senadores republican­os, todos ellos moderados, fueron invitados por Biden a la Casa Blanca. Señal de lo urgente que era para el presidente esa conversaci­ón, lo hizo aunque gran parte del Gobierno federal estadounid­ense estaba ayer paralizado por una nevada en Washington. Y así, la era Biden se estrenaba con una invitación a los republican­os dispuestos a pactar para que se acercaran al Ala Oeste desde el Capitolio, una muestra de bipartidis­mo poco habitual en la era de Donald Trump, marcada por las acaloradas discusione­s entre Nancy Pelosi y el ex presidente.

Los senadores invitados son Susan Collins, de Maine; Lisa Murkowski, de Alaska; Bill Cassidy de Luisiana, Rob Portman de Ohio; Shelley Moore Capito de Virginia Occidental; Todd Young

Por lo menos desde hace un siglo, con el gradual ascenso de la Presidenci­a como el gran protagonis­ta del Gobierno de Estados Unidos, todo cambio de ocupante en el despacho oval viene acompañado de un simbólico aluvión de decretos. Estas órdenes ejecutivas tienen fuerza de ley hasta que otro presidente las retracte, el Congreso las nulifique o los tribunales federales dictaminen que son ilegales o directamen­te inconstitu­cionales. Desde 1907, más de 14.000 órdenes ejecutivas han emanado de la Casa Blanca.

Esa cifra descomunal no es un buen síntoma de la salud democrátic­a americana. Tanto presidente­s republican­os como demócratas se han contagiado de la fiebre del efímero «decretazo», tan contradict­oria con la insistenci­a constituci­onal en el balance y control entre poderes. Lo que debería ser un recurso de Indiana; Jerry Moran de Kansas; Mike Rounds de Dakota del Sur; Thom Tillis de Carolina del Norte, y Mitt Romney de Utah. Son todos considerad­os centristas. Collins, Murkowski y Romney han dicho que están dispuestos a votar en contra de Trump en el juicio político del «impeachmen­t», que comienza la semana que viene.

Según dijeron en la carta en la que le ofrecían a Biden negociar, mandada el domingo▶ «Hemos oído su llamamient­o a la unidad y queremos trabajar de buena fe con su Administra­ción para enfrentarn­os a los desafíos de salud, económicos y sociales de la crisis del Covid-19. Compartimo­s muchas de sus prioridade­s». excepciona­l se ha convertido en la rutina de un sistema en el que los resultados óptimos, y con mayor trascenden­cia, solamente se pueden lograr a través del consenso legislativ­o. Buscar atajos a través órdenes ejecutivas, puede resultar efectista pero no lleva muy lejos.

Trump se aficionó durante su mandato a rubricar sus decretos con un totémico rotulador, DE LOS GORDOS. Y Biden, aunque con trazo mucho más fino, ha alcanzado un record de 40 órdenes ejecutivas durante su primera semana como presidente. Todo un despliegue coreografi­ado para reflejar sus prioridade­s▶ cambio climático, respuesta a la pandemia, igualdad racial, sanidad, inmigració­n, priorizar la compra de bienes y servicios producidos dentro de EE.UU, etc.

Se entiende que todo presidente, especialme­nte durante sus primeros cien días, no quiera convertirs­e en víctima del bloqueo institucio­nal de Washington. Sin embargo, hasta el «NY Times» ha empezado a editoriali­zar para que Biden empiece a entenderse con el Congreso. Según John Hudak, de la Brookings Institutio­n, las órdenes ejecutivas tienen bastante de tribalismo▶ son lo mejor del mundo cuando se controla la Casa Blanca y el bolígrafo de satanás cuando se está en la oposición.

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