Muere uno de los grandes de la abstracción en España
∑El pintor falleció, a los 91 años, la madrugada del domingo en un hospital de Madrid, donde ingresó por una neumonía causada por el Covid
Único madrileño de El Paso, grupo informalista activo entre 1957 y 1960, y en el que participaron aragoneses, asturianos, canarios, castellano-manchegos, y valencianos, Luis Feito ha fallecido por Covid-19, en la localidad madrileña de Rascafría, a los noventa y un años, que no parecía.
Hijo de un carnicero, y tentado un tiempo por la vocación religiosa, Feito fue, en el Madrid de comienzos de la década del cincuenta, uno de los primeros alumnos de San Fernando en pasarse con armas y bagajes a la abstracción. En 1954 expuso sus primeras tentativas de ese signo en Buchholz, la librería-galería del Paseo de Recoletos, reincidiendo luego en la sala de exposiciones aneja a Fernando Fe, la histórica librería de la Puerta del Sol. Lo ahí enseñado revelaba ya voluntad de ascesis, búsqueda de la abstracción, tendencia al blanco, amor por lo caligráfico, y un conocimiento tanto de la tradición geométrica, como de la poesía de la línea practicada por Paul Klee, así como del «art autre», al que se acercó en sus relieves. Todo ello muy en sintonía con lo que hacían entonces sus coetáneos Farreras, Millares, Mompó, Lucio Muñoz, Palazuelo o Gerardo Rueda, todos ellos oscilando, por decirlo con términos utilizados por el primero, entre la destrucción y la construcción.
Viaje a París
Aquel mismo año 1954, gracias a una beca, hacia París se dirigió Feito, que logró pronto hacerse un hueco en su escena; exponer en la importante Galerie Arnaud; ser apoyado por la revista «Cimaise», que editaba esa sala; obtener el premio de la UMAM en la primera edición, celebrada en 1959, de la Bienal de París; y ser objeto, en 1960, de una monografía de la autoría de uno de los críticos que más apoyaron a los nuevos artistas españoles, Pierre Restany, el futuro teórico del «Nouveau
Réalisme». Crítico que, desde el título mismo de su largo ensayo, contemplaba su trabajo como una lectura moderna del lirismo castellano y de la tradición mística española, subrayando además su rebeldía ante el énfasis, y su horror de hablar de sí mismo.
Bienal de Venecia
Por aquella época, que es la época en que fue miembro, a distancia, de El Paso, Feito practicaba una abstracción rigurosa, de gruesos empastes. Desde el punto de vista cromático, en sus lienzos de aquel entonces, muy vacíos, y animados por núcleos luminosos, dominan los grises, los blancos, los ocres, los pardos… De entonces datan algunas de sus obras maestras, así como las que integraron su contribución, en 1958, a nuestro pabellón en la Bienal de Venecia, donde obtuvo el premio de la David Bright Foundation. Varias de las magníficas piezas ahí expuestas fueron recuperadas, justo hace un año, por Ansorena, en la que sería la última individual madrileña de este pintor muy querido por la comunidad artística, y al que aquella noche se le veía feliz como un crío.
1960 fue, como para otros de sus compañeros de generación, un año decisivo para Feito, que lograba el sueño de todo artista de su generación, a lo largo y ancho del planeta▶ ser expuesto en el MoMA de Nueva York. Aquel acontecimiento se produjo al ser seleccionado por el poeta Frank O’Hara, «curator» de la pinacoteca, para su colectiva «New Spanish Painting and Sculpture», que itineró por varios museos estadounidenses. Pero es que aquél fue además un sueño por partida triple, pues también en Manhattan, aquel mismo año, su obra se vio en el Guggenheim, en la colectiva de James Johnson Sweeney «Before Picasso, After Miró», y celebró una individual en Grace Borgenicht. La ciudad y su mundo artístico le deslumbraron, como lo atestiguan las cartas y postales que envió entonces a algunos de sus amigos madrileños. En la propia España, el eco de todo aquello se traducía en su individual del Ateneo de Madrid de 1963, organizada por Carlos Antonio Areán, que en 1973 le dedicaría una monografía ministerial; en su presencia entre los artistas defendidos a partir de 1964 por Juana Mordó en su sala de la calle de Villanueva; y en su incorporación, desde su inauguración en 1966, a la colección del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, la gran creación de su colega y amigo Fernando Zóbel, que además le encargaría un radiante cartel serigráfico anunciador del mismo.
Parte de la década de los ochenta la
vivió Feito en Canadá, país donde había estado por vez primera con motivo de su retrospectiva de 1968 en el Musée d’Art Contemporain de Montreal, en el precioso catálogo de la cual sus abstracciones, entonces más vibrantes y solares, dialogaban con fotografías del paisaje castellano o de la fiesta nacional. Luego vendría, siempre durante los ochenta, una etapa neoyorquina, más fría, en que se renueva su interés por la geometría, incluida su variante minimalista. Magnífico ejemplo de ese segmento de su producción lo constituye el cuadro grave que donó en 1998 al museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando con motivo de su ingreso en la misma, con un discurso, «Notas sobre un itinerario», al que contestó su colega Gustavo Torner.
Próximo a poetas como Juan Eduardo Cirlot, Manuel Conde, Carlos Edmundo de Ory o Severo Sarduy, Feito, de nuevo madrileño a partir de los noventa, apostó, en su periodo final, por el rojo y por el negro y por lo caligráfico, firmando la mayoría de sus obras, muchas de ellas sobre papel, con un sello a la japonesa, como un guiño a su interés por lo zen.
En 2003 ilustró una edición municipal de bibliofilia de «Fin de un amor», de Manuel Altolaguirre. Para Estampa puso imágenes a «Rojo» y «Negro» (2007 ambos), de Rafael Alberti; al «Discurso de la dignidad del hombre» (2009), de Picco della Mirandola; o a «Nueve sonetos» (2012), del brasileño Lêdo Ivo.
También se acercó, en una suite que acompaña un ejemplar de la prínceps del «Llanto por Ignacio Sánchez Mejías», al universo poético de Federico García Lorca. Entre las revisiones de su obra, mencionar su gran retrospectiva de 2002 en el Reina Sofía, o su itinerante de 2008 con Seacex. No olvidemos tampoco la Medalla de Oro de las Bellas Artes, que obtuvo en 1998, ni premios como el de Bellas Artes de la Comunidad de Madrid de 2004, el Francisco Tomás Prieto de 2005, o el Nacional de Arte Gráfico de 2018.
Luis era, es, y lo será siempre, un ser humano y un artista irrepetible; una buena persona, con mucho genio y carácter, como todo buen artista. Supo crear un sello propio en el arte▶ cuando ves una obra de Luis Feito, sabes enseguida que es suya. Yo he sido una de las poquísimas personas que le he visto trabajando en su estudio. En ocasiones le gustaba pintar en silencio; otras veces ponía música. Le gustaba la música clásica, la zarzuela y la copla. Admirador de Velázquez, Goya, Gris y Sorolla, era un hombre cultísimo, sabía de todo. También era un excelente conversador. Yo le decía en broma que tenía que haber sido locutor.
Como artista, creo que no se le ha reconocido en España tanto como en el extranjero. Se ha muerto sin que le hayan concedido el premio Velázquez. Pienso que es una injusticia. Yo se lo decía a él. Y él me respondía▶ «Ya se darán cuenta cuando no esté». Pero no echaba leña al fuego. Francia, donde vivió durante treinta años, le reconoció en 1993 como Comendador de la Orden de las Artes y las Letras. Me parece que solo otro español, Dalí, lo tiene. Creo que haber sido fundador y miembro del Grupo El Paso le sirvió en sus comienzos, pero también fue un hándicap para él, porque cuando pensaban darle un premio creían que debían dárselo a todos los miembros.
Aunque vivió muchos años fuera de España (París, Nueva York, Montreal), siempre se sintió muy español. Expuso en la Bienal de Venecia en el 60 (obtuvo el premio David Bright) y en museos como el MoMA de Nueva York. Trabajó casi hasta el último momento de su vida. En enero estuvo haciendo unos dibujos preciosos, pequeñitos. Hacía tiempo que no pintaba porque le costaba mucho esfuerzo, caía rendido. Me decía▶ «No puedo, Antonio». Los últimos lienzos que pintó fueron dos trípticos para la exposición «Luis Feito. Pintura y Dibujo 2002-2018», que tuvo lugar en el Palacio de Sástago de Zaragoza en 2018 y de la que yo fui comisario. Fue como una continuación de la retrospectiva que le dedicó en 2002 el Reina Sofía. Creo que este museo no le ha tratado como merece. Le pregunté a su director, Manuel Borja-Villel, por qué no se hacía otra exposición. Me decía▶ «Sí, ya te llamaré». Todavía estoy esperando a que me llame. Luis tenía esa espinita clavada. Le hubiera gustado ver expuesto en el Reina Sofía su trabajo de 2002 a 2018. Su obra tiene muchísima fuerza. El tiempo dirá y hará justicia.
ERA SECRETARIO DE LUIS FEITO Y FUE COMISARIO DE SU ÚLTIMA GRAN EXPOSICIÓN EN 2018