ABC (Andalucía)

Llama la atención que ni siquiera esas personas apreciable­s, entre los que cuento varios amigos, acierten con el verdadero culpable

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El caso es que quien no debería tolerarlo, lo tolera. ‘¡Es que Iglesias tiene que largarse!’ No, es Sánchez el que tiene que largarse. Iglesias se irá con él por el desagüe.

El vicepresid­ente segundo lanzará, entre serie de Netflix y serie de HBO, sus bombas fétidas contra los jueces y sus tracas contra la Monarquía. Sus flores a raperos enfermitos de odio y sus loas a los golpistas. Una indecencia y tal. Pero no ha engañado a nadie. Es más, antes era peor. Aún no le habían indicado que hablara bajito, como Illa, y que no insultara en la cara a los periodista­s. Ahora encarga los linchamien­tos a Dina a Cuatro y susurra sus maldades, al punto que si tuviera un debate con Illa habría que leerles los labios. De todo lo cual se colige que, siendo un poema el tío, era más peligroso cuando Sánchez lo colocó de tercero de su Gobierno.

Otrosí digo, ¿qué temer de la candidata podemita a las catalanas, cuyo nombre han olvidado ustedes y yo no se lo voy a recordar? Nada. ¿Y del candidato socialista? Todo. Illa es una bomba de efectos retardados, pero poco. Para honrar al ramo que ha dirigido, se niega a hacerse las pruebas que a todos les exigen, lo cual ha indignado bastante. Candidatos, maquillado­res, cámaras, técnicos de sonido y asesores no saben si Illa les ha contagiado algo. Pero el daño político lo hará a partir del domingo.

En la mejor tradición del PSC, volverá a recoger el voto de muchos constituci­onalistas para ponerlo al servicio del nacionalis­mo, otorgar ciudadanía­s de primera, segunda y tercera, consagrar de una vez el federalism­o asimétrico. A ver si se nota de una puñetera vez que los catalanes son más. ¿Más qué? Más. Punto. El cometido de Illa es ahogar en un barreño a la milagrosa criatura política que nació en Barcelona como reacción al golpe de 2017. Ya sé que él estaba allí. Y yo, que sé cómo el PSC juega a todos los números de la ruleta. Aquello había que reconducir­lo, ¿verdad, Salvador, Anna, Josep Maria? En cuanto a los cien mil muertos, no existen en el enrarecido ambiente catalán. Esa Cataluña solipsista es la que Illa piensa reforzar con los golpistas en un tercer tripartito.

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