DÍA DE LOS CABREADOS
Lo único seguro de estas elecciones es que no van a arreglar nada. Al revés, van a complicar las cosas más de lo que están
MEJORAR lo bueno es difícil. Empeorar lo malo, en cambio, resulta cada vez más fácil. Ahí tienen a los catalanes, tenidos por los más listos al sur de los Pirineos, convirtiendo el Día de los Enamorados en el de los cabreados, con todos contra todos, incluidos los que piensan lo mismo. A estas alturas, según sus cerebros más ilustres, deberían ser una república modélica, a la que acudían gentes de todo el mundo a admirar tanta belleza e inversiones de todo. Lo que tienen es la huida de sus principales empresas, una deuda astronómica y a sus líderes políticos en la cárcel o el exilio. Todo por haberse equivocado al hacer las cuentas el 1 de octubre de 2017.
Hay algo común a todos los hombres, no importa la raza, país y nivel económico▶ la resistencia a reconocer sus errores. Siempre le encontramos una explicación. Que la culpa fue de otros, es la más frecuente y menos creíble. En este caso, la culpa sería del resto de los españoles que les robábamos y oprimíamos. Después de la familia Pujol y del 3%, siguen diciéndolo, pero en voz baja. Casi cuatro años después del 1-O, los catalanes vuelven a votar, pero el ánimo es muy distinto, diría incluso opuesto. Aquel entusiasmo del ‘sí o sí’ no se ve por ninguna parte. Lo atribuyen a la pandemia, como preferir votar por correo, pero mucho apunta que es desánimo, hastío, cansancio. Se vota porque hay que votar, pero sabiendo que el ‘procés’ está en vía muerta, gane quien gane. Además, ¿votar a quién?, si insisten en que lo volverán a hacer. ¿Para obtener el mismo resultado? Pues incluso queriéndolo, Pedro Sánchez no puede darles lo que quieren▶ la autodeterminación. Lo otro, la amnistía de los condenados, sí. De hecho ya los amnistió, al permitirles hacer campana electoral. Y el ridículo, porque lo único seguro de estas elecciones es que no van a arreglar nada. Al revés, van a complicar las cosas más de lo que están. Pues esa desgana que trae la frustración va a beneficiar únicamente a los extremos. En la derecha, a Vox, ya que Ciudadanos se desangra por todas partes y el PP no consigue levantar el vuelo debido a sus viejos pecados –¡ay aquel Pacto del Majestic!–, mientras en la izquierda, los grupúsculos antisistema, más Pablo Iglesias cada vez más en esa línea, sin que Pedro Sánchez haga nada contra ello. Hubo un tiempo en que la progresía de este país alababa al nacionalismo catalán por perseguir sus objetivos ‘de forma pacífica’ y criticaba la violencia del nacionalismo vasco. Hoy, los nacionalistas catalanes invitan a Otegi, condenado por no sé cuantos asesinatos, ‘porque tiene mucho que enseñarnos’. Y luego nos dicen que hemos avanzado.