Una película de miedo
Cuando el independentismo apalancado en la Generalitat trató de llevar a cabo el mes pasado un pucherazo de estilo caraqueño suspendiendo las elecciones de hoy –en ese momento el ahora diluido ‘efecto Illa’ hizo temblar las piernas a algunos–, nos pintaron un panorama de ‘guerra mundial z’. Más o menos, la escena era la siguiente▶ colas de votantes arrastrando los pies con brazos colganderos extendiendo la pandemia, superpropagadores con sobrecito en la mano condenándonos a la extinción. Bien, nada que no hayamos visto antes en el canal ‘apocalipsis’ de Filmin. Menos el PSC, que también hizo sus cálculos, todos los partidos se apuntaron a la catástrofe, y solo cuando el TSJC desmontó el tinglado comenzaron a creer que si el milagro del gel y la mascarilla servía para embutir a la gente en el Metro o para abrir los restaurantes, también lo sería para votar hoy. De la ‘Zombie party’ a la fiesta de la democracia. Unas semanas después de aquella broma, la tercera ola está remitiendo, las UCI comienzan a vaciarse y en las residencias los brotes han caído a la mitad. Lo que nos queda por delante hoy es un ejercicio de prudencia y, ahora sí, un espectacular despliegue de la Generalitat para demostrar que aquí se puede votar en condiciones. Quien aspira a organizar algún día un referéndum contra todo y contra todos no puede meter la pata hoy. Se votará en pabellones y en mercados municipales, una ‘app’ señalará en tiempo real la afluencia a cada colegio y hasta se ha reservado una hora para que voten quienes están en cuarentena. Lo del miedo al contagio lo superaremos, el pánico al resultado de esta noche eso ya es otra cosa. Gobierno ‘indepe’ o posible repetición electoral en julio. Películas de terror ya hemos visto bastantes en Cataluña.
Recordando al profesor Laurence J. Peter, podríamos afirmar que todo tonto contemporáneo, ascendido hasta su nivel de incompetencia, puede ser seducido por el adanismo. Y es indiferente que sea el dirigente de un país, de un partido, de una empresa o de un club de fútbol. A mayor porcentaje de soberbia más convencido estará el adán de que ha llegado él, el primer hombre, y tomará decisiones diferentes de sus predecesores, ya que ¡por fin! el club de fútbol, el país o el mundo ¿por qué no? comienzan a despertarse de su error gracias a él. Si la realidad no refleja con éxito sus decisiones, o no es tal como él la cree, recurrirá a la demagogia de negar la realidad, debido al sencillo razonamiento de que no está a su altura. Y es que resulta bastante difícil estar a la altura de un soberbio adanista.
La fórmula suele funcionar. Ahí está el asalto al Capitolio, un hecho tan insólito e impredecible como el ataque a las Torres Gemelas, los dos acontecimientos que ya están inscritos en la Historia de la primera parte del siglo XXI. La diferencia está en los muertos▶ en 2011 fueron segadas las vidas de 2.996 personas, mientras en el asalto sólo murieron cinco. Pero hasta llegar a construir el Capitolio, es decir, el templo de la Democracia, hace 120 años, antes hubo cadáveres en los campos de batalla, y una terrible Guerra de Secesión que acabó con la vida de 750.000 personas.
No creo que Donald Trump conozca esos datos, ni le interesen, porque está complacido de que, gracias a su insistencia demagógica, casi tres de cada cuatro votantes del Partido Republicano, o de él, están convencidos de que es una víctima del conteo electoral y que le han robado la Presidencia. De las víctimas reales, de los cuatro asaltantes y del policía que murieron durante la insólita invasión nadie se acuerda. No crean, tampoco parece que despierte mucho interés el juicio sobre su ‘impeachment’, que parece que se saldará a su favor, porque los republicanos –aunque muchos le aborrezcan– no les van a servir en bandeja a sus rivales políticos, los demócratas, una victoria. Como siempre, el interés político por encima del interés de la sociedad a la cual juran servir.
La demagogia de derechas y de izquierdas, que hasta no hace mucho parecía constreñida a los totalitarismos, se extiende cada vez más por las democracias en las que el aburrimiento democrático ha sido sacudido por estos nuevos adanes que aseguran que, con ellos al frente, los tartamudos serán oradores, los bajitos se convertirán en jugadores de baloncesto y los pobres serán ricos. Observar EE.UU. no es tan diferente a observar fenómenos semejantes que suceden en Francia, en Brasil, en Hungría, en Italia… o en España. Y admitamos parte de nuestra responsabilidad▶ cuando nos quedamos pasivos ante estos fenómenos o los arropamos con nuestro voto, estamos fortaleciendo lo que luego sufriremos. Porque el adanismo y la demagogia, al final, destruyen y causan dolor, mucho dolor. Incluso causan la muerte.