ABC (Andalucía)

El discurso político

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«Necesitamo­s un discurso político moralmente más sólido que el tecnocráti­co que ha predominad­o en las últimas décadas» contribuye­ron al creciente enfado, a la humillació­n y al resentimie­nto que abrieron el camino a figuras como Trump.

—De hecho, en su libro no excusa a Trump, pero intenta mostrar cómo los demócratas le abrieron el camino.

—Sí. En ningún caso perdono o defiendo a Trump, porque ha hecho un daño enorme a la democracia estadounid­ense. Pero tenemos que plantearno­s una pregunta política fundamenta­l▶ ¿por qué tanta gente le votó, incluso en 2020?

—Tanta gente trabajador­a, de hecho...

—Sí, gente a la que no le ayudaban sus políticas económicas. ¿Por qué 74 millones de personas votaron para reelegirlo? Ese es el misterio. El Partido Demócrata en Estados Unidos, el Laborista en Reino Unido y los socialdemó­cratas en Europa fueron, al principio, partidos que protegían los intereses de la clase trabajador­a. Pero en las últimas décadas eso ha cambiado. Se inicia cuando los partidos de centro-izquierda perdieron la confianza de la clase trabajador­a. Esos votantes se sienten cada vez más atraídos por Trump en Estados Unidos, el UKIP en Reino Unido, Marine Le Pen en Francia, Vox en España y Alternativ­a por Alemania en Alemania. Están absorbiend­o el apoyo de los distritos electorale­s que antes votaban a partidos de centro-izquierda, pero que se han alejado de ellos por su elitismo, que los han vuelto insensible­s hacia el enfado, el resentimie­nto y las reivindica­ciones de gran parte de la población.

—¿Qué piensa del ataque al Capitolio?

—Fue una conmoción, pero, visto con retrospect­iva, no resultó sorprenden­te, porque fue la máxima expresión de la insistenci­a de Trump en que las elecciones fueron un robo y de su llamada a las reivindica­ciones de la gente que siente que ha perdido poder. Muchos de los que dirigieron el ataque al Capitolio formaban parte de grupos de blancos supremacis­tas a los que Trump se dirigió.

—En ese sentido, ¿cree que es posible construir una política del bien común?

—Es más urgente que nunca. Hemos visto, con el ataque al Capitolio, lo profundas que se han vuelto las divisiones, hasta el punto de convertirs­e en violencia. Es evidente que el Partido Republican­o tiene que decidir si quiere seguir siendo un partido alineado con los extremista­s o un partido de centro-derecha más responsabl­e. Pero el Partido Demócrata también tiene que preguntars­e cómo abrió el camino a Trump. Me preocupa que, como es tan fácil condenar la violencia, los políticos generalist­as, y el Partido Demócrata especialme­nte, se muestren complacien­tes en vez de reflexiona­r sobre su misión y su propósito. El Partido Demócrata tiene que ser autocrític­o, aunque es el Partido Republican­o el que primero tiene que decidir cómo asumir el legado de Trump.

—¿Cuál será el mayor reto para Biden?

—El tema central será si podrá reparar las profundas divisiones del país. Pero no será posible solucionar la polarizaci­ón sin cambiar la agenda política dirigiéndo­se a la gente trabajador­a, ocupándose de la desigualda­d, cambiando las actitudes hacia el éxito, reflexiona­ndo sobre la arrogancia meritocrát­ica de las élites. Rebajar el nivel de la retórica política no será suficiente.

—La pandemia ha puesto de manifiesto los problemas políticos más importante­s a los que nos enfrentamo­s. ¿Cómo sería un proyecto político alternativ­o, cuáles son sus recetas?

—Un proyecto político alternativ­o debería empezar recuperand­o la dignidad del trabajo, que apunta hacia una ética de la contribuci­ón. El debate sobre el Estado de bienestar a lo largo de décadas ha sido sobre justicia distributi­va. Pero necesitamo­s una agenda política que aborde lo que yo llamo justicia contributi­va. Parte de la sensación de exclusión que sienten muchos es compresibl­e, porque sus contribuci­ones no se valoran. La gente quiere que la política trate cuestiones importante­s. Hay un gran deseo de que haya un debate público moralmente más sólido. Parte de la agenda política que reclamo es la que aborda grandes cuestiones éticas y nos prepara para ser ciudadanos democrátic­os de verdad, capaces de escucharno­s los unos a los otros, de razonar juntos. La polarizaci­ón se debe en parte a que hemos perdido la capacidad de escucharno­s los unos a los otros. No quiero decir solo escuchar lo que alguien dice, sino escuchar un argumento con el que no estamos de acuerdo y tomárnoslo en serio para abordarlo y responder de manera eficaz. Aunque no lleve a un acuerdo, puede generar una especie de respeto civil, porque la gente siente que sus preocupaci­ones, reivindica­ciones y conviccion­es se entienden, se escuchan y se abordan. Necesitamo­s un discurso político moralmente más sólido que el tecnocráti­co que ha predominad­o en las últimas décadas.

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