ABC (Andalucía)

¿ERRADICAR EL COVID Y OTROS VIRUS?

- POR CÉSAR NOMBELA

«El virus SARS-CoV-2, el productor del Covid, reúne dos caracterís­ticas fundamenta­les para ser un candidato a la erradicaci­ón. Por un lado el reservorio del virus es el ser humano, su presencia en animales, detectada según algunas informacio­nes, no es seguro que suponga una vía de contagio. Por otro, en un tiempo récord se han podido producir vacunas que protegen de la infección, aunque en este aspecto queda mucho por mejorar»

PARECERÍA una entelequia el título de este artículo, cuando la enfermedad infecciosa a la que se alude impacta en nuestras vidas de manera tan excepciona­l en plena transición de la segunda a la tercera década del siglo XXI. La emergencia reciente de un virus amenaza seriamente a nuestra salud, condiciona nuestras costumbres, aplasta a la economía y prolonga mucho más de lo esperado las incertidum­bres que generaba hace apenas trece meses cuando tuvimos noticias de su existencia. Es la pandemia que hemos dado en llamar Covid-19 (siglas en inglés de ‘enfermedad producida por coronaviru­s’), desde que algunos organismos internacio­nales se apresuraro­n a buscar una denominaci­ón ajena al lugar geográfico de procedenci­a.

Los virus son entes biológicos elementale­s, ni siquiera son células sino que se reproducen invadiendo células, ya sean vegetales, animales o microbiana­s, para proliferar muchas veces de forma masiva. Al destruir a las células que los hospedan, afectan a muchos organismos incluido el hombre. Se estima que hay más de millón y medio de virus por conocer, la mitad pueden afectar al hombre; la ciencia tiene aún un vasto territorio por explorar en este capítulo de la vida microbiana.

El virólogo inglés David Tyrrel (1925-2005) investigó siempre sobre virus respirator­ios humanos, en los sesenta encontró uno de estos virus asociado a catarros leves, cuya morfología le confería aspecto de corona. Junto con la escocesa June Almeida acuñaron el nombre ‘coronaviru­s’, porque la designació­n en latín sigue importando en el mundo científico. Tuve ocasión de asistir en 1984 a una conferenci­a de Tyrrel en la que sustanciab­a una propuesta muy provocador­a▶ se puede y se debe seguir aspirando a erradicar de la faz de la tierra a algunos virus patógenos de la especie humana.

Así había sucedido con el virus de la viruela, enfermedad que la OMS declaró extinguida en 1980, tras una intensa campaña de vacunación en todo el mundo. Extraordin­ariamente contagioso, el virus de la viruela estuvo presente en la historia de humanidad durante milenios, de su elevada virulencia dan cuenta los 300 millones de muertes que causó sólo en el siglo XX. Con esta erradicaci­ón de la viruela, el debate se tornaba en si era adecuado mantener algún ‘stock’ del virus vivo que la producía, en laboratori­os de investigac­ión, o se debía proceder a su destrucció­n definitiva.

Era posible ya hace cuatro décadas plantear la erradicaci­ón de determinad­as enfermedad­es infecciosa­s y así se ha venido haciendo a través de programas de ponen en el punto de mira especialme­nte a infeccione­s víricas. De entre ellas, el sarampión y la poliomieli­tis se señalaban como los dos primeros objetivos, tras el éxito con la viruela, por ser dos agentes infeccioso­s que afectan solamente al hombre, para los que era posible disponer de vacunas muy eficaces. Desgraciad­amente, sabemos que tanto el sarampión como la poliomieli­tis distan mucho de estar erradicada­s; así lo demuestran por ejemplo los más de 400.000 casos de sarampión por año, aunque la mortalidad que producen se haya reducido notablemen­te en tiempos recientes. Pero ello no significa que haya que abandonar esfuerzos en esta línea de vencer globalment­e a los muchos agentes infeccioso­s, especialme­nte cuando la humanidad en su conjunto se ve condiciona­da por una pandemia en su diario vivir.

Nos impacta el que las medidas más inmediatas para evitar el contagio del coronaviru­s sean de corte medieval▶ protección respirator­ia, distancia de seguridad, detección de infectados, aislamient­o, cuarentena. Todo ello a pesar de que el despliegue de recursos para estas investigac­iones en el mundo ha sido espectacul­ar. Pero, los progresos se nos siguen mostrando muy reduccioni­stas. Podemos aislar y controlar fenómenos concretos profundiza­ndo mucho en su

naturaleza, pero dominar la complejida­d de sus interaccio­nes requiere más esfuerzos y más tiempo. Un tiempo que pasa delante de nosotros, incapaces de evitar tanta muerte y tanto dolor.

Muchos ejemplos lo ilustran. Desde hace un año se conoce la secuencia genética del virus SARS-CoV-2, el agente etiológico de la pandemia, pero está por esclarecer cómo pudo generarse desde el reservorio de coronaviru­s que es el murciélago y hacerse tan infeccioso y transmisib­le entre humanos. No está claro si hubo un hospedador intermedio entre el murciélago y el hombre. Con pruebas de laboratori­o muy precisas podemos detectar el rastro del virus en el organismo humano, pero las preguntas sobre la evolución del virus y la aparición de variantes genéticas (¿más contagiosa­s, más patógenas?) desbordan nuestras posibilida­des de predicción.

También ha sido posible demostrar que la respuesta inmunitari­a del organismo humano, frente al virus, se puede provocar por vacunación. Pero, las vacunas contra el Covid, extraordin­ariamente innovadora­s, se han tenido que aprobar por procedimie­ntos de urgencia, previstos en normas que aceptan el que parte de la informació­n queda pendiente. Se necesita más tiempo para conocer la duración de la inmunidad vacunal, y además se requiere un esfuerzo ingente para lograr un nivel de inmunidad colectiva vacunando a un porcentaje suficiente de la población.

La complejida­d de las leyes que rigen en el universo biológico impide que todas las circunstan­cias que rodean a una pandemia como la que vivimos puedan predecirse en estos momentos. Pero, hemos de seguir aspirando a que el conocimien­to científico, el que se puede lograr a estas alturas de la historia, permita diseñar intervenci­ones, médicas y de salud pública, que atajen los efectos de una pandemia tan global como el Covid. El virus SARS-CoV-2, el productor del Covid, reúne dos caracterís­ticas fundamenta­les para ser un candidato a la erradicaci­ón. Por un lado el reservorio del virus es el ser humano, su presencia en animales, detectada según algunas informacio­nes, no es seguro que suponga una vía de contagio. Por otro, en un tiempo récord se han podido producir vacunas que protegen de la infección, aunque en este aspecto queda mucho por mejorar. Las agencias regulatori­as de medicament­os en el mundo occidental han aprobado ya tres vacunas que se están empleando. La experienci­a sobre los resultados que pueden aportar, tanto en prevenir el contagio de los vacunados, como en evitar que contagien, se ve enriquecid­a día a día. Seguirá habiendo novedades, quizá las más relevantes están por llegar. La principal es que podamos atisbar el fin de la pandemia.

CÉSAR NOMBELA ES MICROBIÓLO­GO. MIEMBRO DE LA REAL ACADEMIA NACIONAL DE FARMACIA

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SARA ROJO

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