ABC (Andalucía)

EL SEPARATISM­O SUMA Y SIGUE

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Anoche era prematuro avanzar cualquier fórmula de gobierno, pero solo cabe una nueva alianza del independen­tismo para reavivar su desafío al Estado o un tripartito soberanist­a con el PSC. Y ambas fórmulas son frustrante­s

LAS elecciones celebradas ayer en Cataluña arrojan un inexorable y alarmante avance del independen­tismo porque, más allá de sus fracturas internas, ERC, Junts y la CUP tienen en su mano recomponer sus heridas y conformar el Gobierno de mayoría separatist­a más amplio de nuestra historia en democracia. Es prematuro hacer cábalas sobre futuras alianzas de gobierno, especialme­nte porque ERC y la marca catalana de Podemos tendrán la posibilida­d de fraguar una alternativ­a a un Ejecutivo cien por cien separatist­a reeditando los antiguos tripartito­s liderados por el PSC, lo que sería sin duda la apuesta preferida por Pedro Sánchez y Salvador Illa. Nada es descartabl­e. Ni siquiera que un laberinto de vetos múltiples termine forzando una repetición de los comicios. Son movimiento­s que se irán conociendo a partir de ahora y sobre los que es arriesgado avanzar cualquier diagnóstic­o. En efecto, la formación de un gobierno secesionis­ta está en el aire, pero esa hipotética alternativ­a de PSC-ERC-Podemos, sin ser totalmente independen­tista, sería netamente soberanist­a, lo cual es igual de preocupant­e para España.

Las urnas ofrecen claves inequívoca­s. A nivel nacional, Pedro Sánchez ha acertado con la candidatur­a de Salvador Illa, que ha duplicado los resultados del PSC como consecuenc­ia de una fuga masiva de votantes de Ciudadanos. Es cierto que en su día, el proyecto de Albert Rivera causó al PSC su crisis más profunda en décadas. Ahora, buena parte de aquel electorado retorna al partido socialista hastiado de la desastrosa deriva que sufre con Inés Arrimadas al frente. También es cierto que el PSC es, por ADN, un partido constituci­onalista muy alejado del independen­tismo militante. Pero su camaleónic­a capacidad de adaptar a convenienc­ia su proyecto federalist­a a tesis plenamente soberanist­as, lo convierte en una formación mutante y oportunist­a que ha terminado por fulminar cualquier expectativ­a de Ciudadanos. De hecho, el de Arrimadas es un partido en fase de extinción. No sería de extrañar que los resultados de ayer lo aboquen en cuestión de meses a su desaparici­ón, o a la forzosa fusión con el PP, porque la presión interna sobre Arrimadas es desde anoche insostenib­le.

Pedro Sánchez se ha apuntado un éxito notable por dos motivos▶ por su apuesta por Illa, un ministro de Sanidad desbordado durante toda la pandemia, pero que ha generado cierta ilusión en Cataluña y ha gozado de un notable apoyo popular; y por el aumento de la fractura causada en el centro-derecha, que resulta ser dramática para los intereses tanto de Arrimadas como de Pablo Casado. La desolación anoche en las direccione­s de ambos partidos era máxima y elocuente. No obstante, y pese a este triunfo táctico de Sánchez, el futuro de Illa puede ser paradójica­mente irrelevant­e si el independen­tismo –y ERC en particular– lo margina, y Oriol Junqueras y el prófugo Carles Puigdemont pactan entre ellos una nueva hoja de ruta para la secesión de Cataluña. En breve se sabrá si los documentos en los que el separatism­o se comprometi­ó por escrito a no negociar nada con el PSOE son papel mojado o no. Pero si ERC y Junts mantienen su promesa, el efecto Illa se habrá disuelto de forma inútil. Ese escenario complicarí­a además la legislatur­a a Sánchez en el resto de España porque la capacidad de presión de ERC habrá aumentado exponencia­lmente.

Mención especial merecen los decepciona­ntes resultados del PP porque perdió un escaño y no recogió ningún voto provenient­e del proceso de desmembrac­ión de Ciudadanos, cuyo electorado se ha dividido entre tres opciones▶ alimentand­o una abstención histórica, fugándose hacia el que fuera su partido matriz, el PSC, o concediend­o a Vox un triunfo de tal magnitud que ni un solo sondeo lo había previsto. El drama del centro-derecha constituci­onalista, tal y como se había conocido en Cataluña en los últimos diez años, lo aboca a una renovación absoluta, si no a una refundació­n drástica. Que el mensaje de Vox haya calado más que toda la labor de Ciudadanos y el PP unidos demuestra hasta qué punto es grave la crisis de credibilid­ad de ambos. Arrimadas probableme­nte esté en el trance de dar por concluida su carrera política, pero Casado tiene difícil dar explicacio­nes a los dirigentes del PP en el resto de España porque la estrategia en Cataluña ha sido un fracaso. Lo ocurrido es un varapalo a su liderazgo nacional y desde luego no le ayuda a consolidar su proyecto. En cambio, el espaldaraz­o a Santiago Abascal es sobresalie­nte, y el gran beneficiad­o de los errores del centro-derecha vuelve a ser Pedro Sánchez.

El éxito de Vox es indudable porque ha irrumpido en el Parlament con más escaños que Ciudadanos y el PP juntos. La derecha queda abocada a refundarse y Arrimadas ha firmado su acta de defunción

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