ABC (Andalucía)

UNA ANOMALÍA CRÓNICA

Por fin, los números dicen que se puede formar un gobierno secesionis­ta o un tripartito de Illa à la Maragall

- JUAN CARLOS GIRAUTA

PARA decepciona­rte, primero tienes que esperar algo. No siendo el caso, desde la ataraxia política vamos a constatar algunos fenómenos electorale­s de interés. Sin miedo y sin esperanza, puntualice­mos que dicho interés estriba, sobre todo, en constituir anomalías extremas. A saber▶

En una tierra que ha sufrido los traumas consabidos, un proceso capaz de romper familias y amistades, ahuyentar empresas, repeler inversione­s y convertir la discrepanc­ia en traición, casi la mitad de sus votantes piensan que la cosa no va con ellos. Dedicar veinte minutos a un paseíto para depositar su papeleta les parece un esfuerzo excesivo. Dado que los secesionis­tas sí votan, es posible que a los abstencion­istas les resulte indiferent­e que les llamen ñordos y colonos, que no les consideren catalanes de verdad. Y que la instancia que maneja la Sanidad, la Educación, la policía y los medios (directa o indirectam­ente) no gobierne para ellos.

El efecto Illa era cierto. Su gestión de la pandemia, que a estas alturas no calificaré, le ha conferido prestigio. Es razonable pensar que una gran cantidad de los votantes movilizado­s por el PSC poblaron las manifestac­iones multitudin­arias de octubre de 2017. Su utilidad, si a Illa le sale bien, era más que previsible dados los antecedent­es de Maragall y Montilla▶ formar un tripartito donde los medios y la educación sigan en manos de ERC, se insista en las multas lingüístic­as y se presione a todas las institucio­nes para obtener un estatus de privilegio sobre el resto de comunidade­s. He ahí al grueso de los constituci­onalistas.

El hasta ayer primer partido catalán, Ciudadanos, se convierte en el séptimo de ocho. Crean lo que crean unos fundadores que nunca gestionaro­n la formación, el extraordin­ario triunfo de 2017 premiaba el modelo Albert Rivera, su insobornab­le defensa de un espacio que hoy ya nadie sabe defender. En cuanto dejó la presidenci­a, todo cambió. Lo que había sido una oposición frontal y efectiva al nacionalis­mo supremacis­ta y excluyente se trocó, llegada la campaña, en una inexplicab­le invitación a abrazarse. Pasa factura una decisión de Arrimadas▶ abandonar la jefatura de la oposición en el lugar donde Cs había nacido en pos de un puesto en Madrid que le permitiera sustituir, llegado el momento, a Rivera. Como hizo.

La derecha española está dividida en dos partidos. En la moción de censura, el líder del PP apostó por la eliminació­n del competidor. Los resultados en las urnas de dicha estrategia están a la vista.

Por fin, los números dicen que se puede formar un gobierno secesionis­ta o un tripartito de Illa ‘à la Maragall’. De lo que decida ERC, que figura en ambas combinacio­nes, dependen dos cosas relevantes▶ una▶ que Junqueras y Puigdemont, jefes de ERC y Junts, ‘lo vuelvan a hacer o no’; dos▶ que se refuerce notablemen­te o se debilite fatalmente el entramado político que sostiene al sanchismo.

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