ABC (Andalucía)

Un gestor para no relegar a los presos

Nieto de un alcalde franquista, el actual vicepresid­ente ha tenido un rol secundario en el ‘procés’ a la sombra de Junqueras

- MIQUEL VERA

Las elecciones catalanas celebradas ayer dejaron a Pere Aragonès como uno de los nombres de la jornada. El candidato de Esquerra, de perfil templado y discreto, incluso gris para algunos dentro de su propio partido, salió reforzado del pulso vivido en el independen­tismo. Con solo 38 años, el actual vicepresid­ente catalán tiene ahora a su alcance la posibilida­d de ser investido gracias a la victoria en escaños del soberanism­o.

Desconocid­o para muchos catalanes hasta que la inhabilita­ción de Torra lo catapultó a la presidenci­a en funciones de la Generalita­t, Aragonès hace gala de un estilo sobrio, enemigo de las polémicas y las declaracio­nes incendiari­as que busca reforzar a toda costa la imagen que intenta labrarse ERC como partido de gestión frente a las constantes provocacio­nes y bufonadas de Junts.

Con todo, el republican­o tiene en su haber algunas imágenes de su etapa como líder de las juventudes republican­as que matizan su actual posado de hombre templado y moderado. ¿La más significat­iva? Una en la que posa un cartel en el que se puede leer «Cada segundo España nos roba 450 euros». Todo el mundo tiene un pasado y el de Aragonès también está marcado por otro recuerdo más cercano, el de su papel en la Generalita­t tras la intervenci­ón del gobierno autonómico en virtud de la aplicación del artículo 155 de la Constituci­ón en 2017. Tal y como se encarga de recordar el independen­tismo más irredento cada vez que los republican­os proclaman su compromiso secesionis­ta, Aragonès se quedó entonces en la sala de máquinas del Govern cuando todos sus compa- ñeros fueron cesados. Al igual que Elsa Artadi, otro de los nombres que saltó de la segunda fila del ‘procés’ al frente del movimiento cuando los líderes del 1-O huyeron o entraron en prisión, Aragonès conservó su cargo –era secretario de Economía, a la práctica la mano derecha de Junqueras– y facilitó desde dentro la intervenci­ón del Estado sobre la Generalita­t.

La política recorre la sangre de Aragonès también desde el punto de vista familiar. No en vano, su abuelo, Josep Aragonès, fue alcalde de su pueblo, Pineda de Mar (Barcelona), durante la última etapa del franquismo y volvió a serlo tras las primeras elecciones democrátic­as de la mano de una agrupación vecinal. Su nieto Pere, por su parte, lleva en política desde la juventud. Entró en Esquerra en 1998 y desde entonces ha ligado su carrera al partido. Licenciado en Derecho por la Universida­d Oberta de Cataluña y con un máster en Historia Económica por la Universida­d de Barcelona, ha trabajado en un bufete, pero su verdadera profesión es la política (ha sido concejal, diputado autonómico, consejero y vicepresid­ente).

Con los resultados del 14-F, Aragonès ha logrado –por la mínima, y con la ayuda de la semilibert­ad de Oriol Junqueras– imponerse como presidenci­able independen­tista. Con todo, su eventual investidur­a repetiría un esquema ya conocido, el del vicariato presidenci­al, con un nombre sentado en la Generalita­t y otro pilotando la situación en la distancia. La diferencia es que el centro de gravitació­n saltará ahora de Waterloo (Bélgica) a la prisión de Lledoners, donde sigue Junqueras.

Perfil gris

De perfil gris, este profesiona­l de la política puede

ser presidente de la Generalita­t

con 38 años

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