Los códices perdidos de en Madrid
Una exposición de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando sigue las huellas de la veintena de manuscritos que Pompeo Leoni trajo en el siglo XVI
Leonardo da Vinci
Los códices de Leonardo da Vinci están considerados el mayor tesoro de sabiduría del Renacimiento. Se sabe que los valiosos manuscritos llegaron a España a finales del siglo XVI, pero su paradero se pierde en el más silencioso de los misterios. Hasta los años sesenta del pasado siglo, cuando, bajo una capa de enigmáticas circunstancias, reaparecieron dos de ellos, los conocidos como Códices Madrid, las actuales joyas de la Biblioteca Nacional. Ahora, una exposición en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Alcalá, 13. Madrid) sigue las huellas que esos manuscritos dejaron en la capital.
El Imperio de los Austrias se extendía hasta los confines del mundo conocido y Felipe II convirtió a Madrid en sede de la Corte y capital del conocimiento científico y técnico del planeta. Se crearon los oficios reales, de naturaleza científico técnica, con altos salarios y privilegios, que fueron los artífices de lo que puede denominarse ciencia y técnica imperial, necesaria para la explotación, expansión y administración de los dominios de los Austrias. En una auténtica globalización del conocimiento, Madrid irradiaba y absorbía ideas y publicaciones. Fue en ese preciso momento de esplendor en el que llegaron a España los códices de Leonardo. Coincidieron con la élite de los ingenieros de la época y quizá fueron fuente de inspiración para el sorprendente desarrollo tecnológico que la Villa y Corte vivió en aquellos años.
Esos manuscritos «eran sus cua
Misterio
Su pista se pierde cuando Leoni muere y las libretas son heredadas por su hijo Miguel Ángel
dernos de trabajo, en los que apuntaba de todo, sus investigaciones, notas de sus proyectos, pensamientos y listas de la compra», señala Magoga Piñas, comisaria de la muestra ‘El ingenio al servicio del poder. Los códices de Leonardo da Vinci en la corte de los Austrias’, que se inaugura mañana.
La travesía
En la última etapa de su vida, el genio intentó pasar a limpio esa ingente cantidad de información en una serie de tratados temáticos, para poder llevarlos a imprenta y difundir su amplio conocimiento. «Si le hubiera dado tiempo a acabar esa tarea, el mundo sería, seguramente, muy distinto», insiste esta especialista en recreaciones históricas. No se sabe exactamente cuántas libretas escribió, aunque se estima que el material que se conserva es de unas 20. «Pero la mayoría de los expertos calculan que nos falta aproximadamente la mitad», indica Piñas.
En su testamento, Leonardo legó sus bienes más preciados, toda su obra escrita, a Francesco Melzi. Discípulo del maestro en sus últimos años, se comprometió a conservar el valioso legado completo en su casa de Vaprio di Adda, cerca de Milán. Sin embargo, su hijo y heredero Orazio no mostró el mismo interés y algunas de ellas acabaron en manos de los hermanos Mazenta hacia 1585.
Por aquel entonces, empezaron a correr rumores por Milán de que se podían conseguir esas libretas de Leonardo. Las habladurías llegaron a oídos de Pompeo Leoni, que en ese momento estaba en la ciudad, supervisando la fundición a la cera perdida de las esculturas de la Basílica de San Lorenzo de El Escorial que le había encargado Felipe II (la exposición cuenta
que el rey no llegó a pagarle el encargo por completo. La cuestión es que se quisieron mantener en secreto. No era algo extraño, pasó también con otros manuscritos que contenían información considerada estratégica, como aquellos que versaban sobre ingeniería militar. En caso de que así fuera, se prohibiría su publicación y difusión con el fin de que no cayera en manos enemigas, aunque sí habrían sido consultados. Los trabajos de García Tapia plantean que la obra científica de Leonardo no fue tratada en nuestro país como un mero objeto de coleccionismo, sino que se estudió con la finalidad de ponerla en práctica.
Notas en castellano
Apoyan esta teoría las notas en castellano que aparecen en el Manuscrito B del Instituto de Francia y en el Códice del Vuelo de los Pájaros de la Biblioteca Real de Turín. Elisa Ruiz y Magoga Piñas las están estudiando en profundidad. Es el citado Manuscrito B el que mayor número contiene, 79 entre las dos libretas que lo componen. Se desconopolifacético ce al autor, pero no hojea los documentos, se toma la molestia de entender la compleja escritura especular de Leonardo, como muestra una de las notas en la que advierte a los futuros lectores que el libro ha de leerse con un espejo y no de otra manera, porque está escrito con la mano zurda. Además, se adentra en lo que quiere decir, para qué sirven sus ideas y el funcionamiento de sus máquinas y mecanismos. Los temas que más le interesan son las armas y los sistemas de defensa, máquinas, ingenios e instrumentos de medida. De acuerdo con sus pesquisas, el manuscrito se revisa por completo y la intención de cierta selección parece evidente, siempre buscando información útil desde el punto de vista militar, constructivo o industrial.
‘El ingenio al servicio del poder. Los códices de Leonardo da Vinci en la corte de los Austrias’ sigue la pista de esa conexión también a través de la obra de los ingenieros y artistas que lideraron los proyectos más innovadores de la época. Personajes fascinantes y complejos, tenían contacto directo con la Corte y tenían capacidad para poder leer las libretas de Leonardo, pero, sobre todo, para entender su trascendencia. Buzos, autómatas, canales, presas, molinos, máquinas e ingenios de todo tipo... El universo de Juan de Herrera, Juanelo Turriano, Jacometrezo, Pedro Juan de Lastanosa o Jerónimo de Ayanz tiene tanto que ver con el de Da Vinci que resulta fácil pensar que pudiera servirles de inspiración.
García Tapia ha investigado este punto y ha encontrado curiosas similitudes, especialmente en las patentes del
Conexiones La muestra
explora la conexión de la obra del genio con la ingeniería del Siglo de Oro
Jerónimo de Ayanz, alguna de las cuales también se exhiben en la muestra. Se adelantó a su tiempo con prototipos de la máquina de vapor o los sistemas de aire acondicionado que usó para mejorar las condiciones de trabajo en la minería.
Este apasionante viaje a través de la tecnología y los inventos de la época prosigue con una completa representación de instrumentos científicos que nos acerca tanto a las herramientas de uso más común, como a las refinadas versiones que se elaboraban para el uso de la Corte, auténticas obras de arte; los artistas que coincidieron en El Escorial, la mayor obra de Felipe II, y la tecnología de última generación que aplicaron, o los ambiciosos proyectos hidráulicos que proliferaron, como el proyecto de hacer navegable el río Tajo.
La última parte de la exposición nos adentra en el particular mundo de Juan de la Espina. Comisariado por Piñas y Almudena Palancar, arquitecta de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, este bloque versa sobre el Gabinete de las Maravillas del genial personaje, famoso también por sus excéntricas fiestas, que sorprendían a la Corte y hasta el mismo rey con ingenios, autómatas y trucos de escenografía. Precisamente, en sus ‘Diálogos de la Pintura’, Vicente Carducho menciona haber visto los manuscritos de Da Vinci en la casa de De la Espina.
La belleza de la obra de Leonardo que pervive en los Códices Madrid es el broche de oro de una muestra que busca rendir homenaje a la genialidad de Da Vinci y a aquellos técnicos y científicos de nuestro país.