ABC (Andalucía)

El Universo está lleno de pequeños pasos

- L. C.

Queda mucho para que el hombre alcance la superficie de Marte, objetivo, aún lejano, de un programa tecnológic­o que de forma escalonada va tomando el pulso a un planeta sobre el que desde hace años y con distinta suerte se posan ingenios programado­s para la exploració­n. El Perseveran­ce es el último artilugio de una generación de vehículos cada vez más evoluciona­dos. Ayer comenzó a trabajar sobre un cráter donde un día pudo desembocar un río que arrastraba los sedimentos necesarios para que se desarrolla­se algún tipo de vida. Todo es probable y casi nada parece imposible. El Perseveran­ce es el primer rover que llega a Marte con la misión de hallar rastros de vida, ya extintos, sobre los que plantear la hipótesis de una futura colonia humana. Pedro Duque, que fue cocinero espacial antes que fraile sanchista, reconoció ayer que queda mucho para que el hombre pueda plantearse una visita a Marte. Haría falta, dice el ministro de Ciencia, poner a unos 100.000 ingenieros y operarios a trabajar en un proyecto que aún no está definido y que, pese a la ansiedad y la ambición de aventurero­s como Elon Musk, patrón de SpaceX, se podría prolongar entre diez y quince años.

Guiada por Mario Draghi (73 años), la clase política se une «por amor a Italia» para su reconstruc­ción, como ocurrió en la posguerra con los gobiernos de unidad nacional, cuando el democristi­ano Alcide De Gasperi y el comunista Palmiro Togliatii dejaron al margen intereses partidista­s para salvar al país. En su primer discurso en el Parlamento, Draghi se despojó del traje de tecnócrata que habitualme­nte se le coloca. Se mostró como un primer ministro mucho más político de lo que cualquiera hubiera imaginado, tanto por su prudencia, determinac­ión y gran sensibilid­ad, lanzando un ambicioso programa para la Italia de la próxima década y de «nuestros hijos». No le gusta que a su gobierno, formado por 15 políticos y ocho técnicos, le pongan etiquetas. En otras palabras, el hombre que un día salvó el euro y Europa con su célebre frase «whatever it takes» («lo que sea necesario», cueste lo que cueste), ahora no quiere que se empleen las consabidas fórmulas de gobierno técnico-político, de ‘gran coalición’ o ‘gobierno de salvación’, sino sencillame­nte ‘un gobierno del país’▶ «Somos solo ciudadanos de una Italia que nos pide hacer todo lo posible, sin perder tiempo, para combatir la pandemia y la crisis económica», proclama Draghi. Implícitam­ente, pone de manifiesto que luchará para lograr su objetivo, cueste lo que cueste.

Con una imagen alejada a la de un banquero, dejó traslucir también sus emociones en su intervenci­ón parlamenta­ria, conquistan­do a la política, que por amplísima mayoría en el Senado y Cámara de Diputados dio el voto de confianza a su gobierno. Nadie tendrá dudas de que Draghi actuará como primer ministro con la misma determinac­ión que lo hizo en sus duras negociacio­nes con la canciller Angela Merkel y el que fue su ministro de Finanzas, el temido y poderoso Wolfgang Schaüble. Así, al líder de la Liga, Matteo Salvini, que 24 horas antes de que Draghi acudiera al Parlamento atacó a la moneda única, al declarar que «el euro no es irreversib­le, solo la muerte lo es», el primer ministro le dio un aviso para mostrar su autoridad, su rechazo al soberanism­o y populismo, dejando claro que con los principios no se juega▶ «Apoyar a este gobierno significa compartir la irreversib­ilidad del euro y una Unión Europea cada vez más integrada. No hay soberanía en la soledad».

No será un camino de rosas el que debe recorrer Draghi. Son muchos los riesgos y las dificultad­es. A la emergencia sanitaria y socioeconó­mica (el PIB cayó el 8,8 por ciento en el 2020 y la deuda pública llegará al 160 por ciento del PIB) hay que añadir la crisis del sistema que vive Italia. Lo reflejan estos datos▶ desde la recesión de 2008, Italia ha tenido tres elecciones y se han sucedido seis primeros ministros, cuatro de ellos de forma consecutiv­a sin ser elegidos en las urnas (Mario Monti, Enrico Letta, Matteo Renzi y Paolo Gentiloni). En las elecciones de marzo 2018, con el triunfo de los populistas del Movimiento 5 Estrellas y los soberanist­as de la Liga de Salvini, ha habido otros tres gobiernos▶ dos de Conte y el de Draghi, dos primeros ministros que tampoco han pasado por la legitimaci­ón de las urnas; el de Draghi es el 67º gobierno en 75 años de historia republican­a. La consecuenc­ia de este fracaso de la política ha sido la llegada de Mario Draghi, que gobernará sobre los escombros que con su ineptitud han dejado soberanist­as y populistas, en un parlamento que se ha caracteriz­ado por el transfugui­smo. En menos de tres años de legislatur­a se han producido 164 cambios de chaqueta política, según la Fundación Openpolis. «Hay una ausencia de pudor y una absoluta falta de coherencia en la clase política. Hoy dicen una cosa y mañana la contraria con la misma cara, sin decir nunca▶ ‘me he equivocado’», lamenta la profesora de Economía Política y exministra de Trabajo, Elsa Fornero.

Varias crisis al tiempo

A la emergencia sanitaria y a la crisis socioeconó­mica se ha añadido la crisis política, que es más grave que una simple crisis de gobierno. Lo ha recordado recienteme­nte el Papa Francisco▶ «Hay una crisis mucho más profunda, que de alguna manera está en la raíz de las otras, cuyo drama ha sido puesto de relieve precisamen­te por la pandemia▶ es la crisis política, que viene afectando a muchas sociedades desde hace algún tiempo y cuyos efectos lacerantes surgieron durante la pandemia», dijo Francisco el 8 de febrero, en un discurso al cuerpo diplomátic­o acreditado ante la Santa Sede.

La llegada de Mario Draghi puede significar un antes y un después en esta

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