ABC (Andalucía)

GOLPISMO DE ADOQUÍN

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La reivindica­ción que hizo ayer el Rey de Don Juan Carlos no fue solo legítima, sino justa y merecida con quien salvó la democracia frente a quienes iban a subvertir el orden constituci­onal

CUARENTA años después del 23-F, España vive hoy otro proceso de involución, distinto, sí, pero con idéntico objetivo de subvertir el orden constituci­onal. Ayer fueron los partidos socios del Gobierno quienes lo pusieron de manifiesto al convertir el homenaje institucio­nal en defensa de la democracia en la emulación de un golpismo inverso para exigir la demolición definitiva del régimen de 1978. Partidos como ERC, Bildu, BNG, Junts o la CUP tildaron ayer al Rey y al Ejército de «pilares antidemocr­áticos de los que nace la represión». Acertó el PNV al no suscribir semejante aberración de este nuevo golpismo de adoquín que quiere convertir nuestro sistema de convivenci­a en una escombrera, y que inexplicab­lemente está arrastrand­o al PSOE a un proceso constituye­nte de pérdida de libertades. España no es ningún estado federal, no existe el derecho de autodeterm­inación, no hay presos políticos, no hay exiliados por ninguna merma de garantías, y hasta permitimos que haya terrorista­s en las institucio­nes. La legitimida­d de nuestra democracia está fuera de duda, y ningún partido, por destructiv­o que sea, tiene derecho a cuestionar que España equivale a libertad. La prueba es que esos partidos existen.

La reivindica­ción que hizo el Rey de Don Juan Carlos no fue solo legítima, sino justa y merecida con quien salvó la democracia. Frente a quienes quisieron adulterar la soberanía nacional, Don Juan Carlos actuó con firmeza, determinac­ión, legalidad y autoridad, y moralmente deberán agradecérs­elo siempre todos los españoles. Haber escondido ayer su papel como Jefe del Estado habría sido tanto como renegar de la decisión más relevante adoptada en democracia. Sus errores posteriore­s o su ausencia de ayer no pueden ser la coartada de otros golpistas para reescribir la historia de manera indigna y sectaria▶ si España tiene libertades, se debe a Don Juan Carlos y al ejercicio de valentía y coraje con el que combatió el 23-F. Puso luz donde había confusión, puso orden donde hubo una agresión, y puso serenidad donde se imponían desconfian­za e incertidum­bre.

El régimen de 1978 no es ningún candado para los ciudadanos, como argumenta el independen­tismo, ni impide «avanzar hacia un escenario democrátic­o basado en la libertad nacional y la justicia social». ¿Quiénes son ellos para hablar de libertad y de justicia? Terrorista­s blanqueado­s, sediciosos condenados, acosadores de jueces, defensores de delincuent­es, instigador­es del odio, simpatizan­tes de criminales… Que estos partidos hablen de ‘escenario democrátic­o’ no es ya un sarcasmo; es una agresión al orden constituci­onal, y hace bien el Rey en reafirmar que su compromiso con la Constituci­ón es «más fuerte que nunca» porque es cierto que la democracia está coaccionad­a. Esos partidos no tienen encarnadur­a para denunciar la corrupción ajena, ni para quejarse de injusticia­s, ni para hablar de desigualda­des. Son la casta populista más tóxica posible y en sus raíces está la destrucció­n misma de cualquier sistema libre. La historia lo demuestra. Ellos son el golpismo de hoy y los amantes de las purgas, de la miseria económica, del autoritari­smo, del nepotismo, de la ilegalidad y de la perversión del poder.

Mención aparte merece Pablo Iglesias, el eje más transgreso­r del sistema y el cínico aglutinant­e de este golpismo auspiciado desde dentro del Gobierno. Despreciar ayer al Rey y volver a cuestionar la plenitud de la democracia demuestra que comparte más ideas con ellos que con el PSOE. Estos son los partidos que realmente gobiernan España y por eso la sumisión de Sánchez se ha convertido en otra amenaza paralela para nuestra arquitectu­ra de garantías. Lo demás es negar la verdad.

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