ABC (Andalucía)

EL RETRATO DEL ACTUAL PRESIDENTE DE VENEZUELA CUANDO CONDUCÍA AUTOBUSES

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con el trabajo. Ser chófer de metrobús le serviría como trampolín para involucrar­se en el sindicato obrero de Plaza Venezuela y conectarse con personalid­ades que forjaban entonces su futuro político.

En la década de los noventa, Venezuela tenía uno de los subterráne­os más modernos de América Latina. Sus empleados estaban bien remunerado­s por lo que las pruebas de acceso comenzaron a ser cada vez más complicada­s por la avalancha de personas que se presentaba. Solo unos pocos resultaban aptos para conducir los vehículos después de tres meses de prácticas y Maduro fue uno de ellos aunque después no diera el ejemplo.

«Perdí la cuenta de cuántas veces le suspendí el sueldo porque no iba a trabajar», recuerda Vallenilla, que se lamenta ahora por no haber presionado más para que lo despidiera­n. «Solo podía tener tres faltas y debidament­e justificad­as, pero Maduro tenía récord de absentismo», aseguró.

Su mente reconstruy­e algunos episodios que mantuvo enterrados en su memoria. Recuerda especialme­nte un momento que le hizo enfadar muchísimo▶ «Maduro llevó un justifican­te del sindicato por haber faltado varios días y cuando fuimos a cotejarlo nos dimos cuenta de que era falso». Y agrega que negociaba con sus compañeros para que lo cubrieran en las guardias y luego no se las pagaba. «Era un sinvergüen­za», dice.

La maquinaria política del régimen ha dicho que los mejores contratos colectivos del Metro de Caracas se deben al ‘presidente obrero’. Pero Vallenilla desmonta esta teoría al manifestar que Maduro nunca formó parte de la directiva del sindicato y que «no existe ningún contrato que esté firmado por él».

Vallenilla le perdió la pis

ta a su subalterno y no fue hasta las elecciones de 1998 cuando vuelve a saber de Maduro. Lo ve por televisión celebrando el triunfo de Chávez en las elecciones presidenci­ales de ese año.

«Asesinó a mi hijo»

Tras más de dos décadas alejado del líder chavista, la vida hace que David Vallenilla se reencuentr­e de una forma trágica con la revolución bolivarian­a que ahora lidera su antiguo compañero de trabajo. Su único hijo había salido a manifestar­se contra el régimen chavista esos días en los que las protestas alcanzaban su máximo apogeo tras la ruptura de varios líderes importante­s del chavismo con Maduro. El joven de 22 años, que se desempeñab­a como enfermero en una clínica al este de la ciudad, fue asesinado el 22 de junio de 2017 a quemarropa por un guardia nacional que le disparó desde el interior de la base militar La Carlota, en Caracas. «Maduro asesinó a mi único hijo», acusa Vallenilla al mandatario venezolano con lágrimas en los ojos. Y apunta que «hay que ser bien cobarde para decir que un joven desarmado frente a una base militar significab­a un peligro».

Vallenila cuenta a ABC, desde un restaurant­e venezolano en Madrid, que Maduro nunca lo contactó para darle el pésame por la muerte de su hijo. El suceso corrió como la pólvora por las redes sociales debido al pasado común con el líder chavista. «Durante el funeral de David José, se acercó un funcionari­o y me dijo que el presidente estaba al teléfono, pero cuando me pasó la llamada se identificó como Tareck El Aissami», comenta. Agrega que el entonces vicepresid­ente le dijo▶ «Vamos a hacer todo lo posible para encontrar a los responsabl­es de esa muerte». Esas palabras se las llevó el viento.

Vallenilla había denunciado horas antes que en la morgue de Caracas los cuerpos de seguridad del Estado intentaron hacer desaparece­r el cuerpo de su hijo para eliminar las evidencias. Los responsabl­es del crimen están supuestame­nte privados de libertad, pero él no tiene certeza porque nunca los han llevado a juicio.

Después de dos años exigiendo justicia sin éxito, este extrabajad­or del metro llegó a España donde pidió asilo político

Una viceminist­ra chavista llamó a Vallenilla y le ofreció dinero para que se quedara callado y no siguiera denunciand­o la muerte de su hijo

en febrero del 2019. El Ministerio del Interior le denegó como a muchos venezolano­s la protección internacio­nal y le concedió la residencia por razones humanitari­as. Una decisión que le impide beneficiar­se de las ayudas económicas del Gobierno.

Desde el exilio quiere llevar el caso de su hijo a la Corte Penal Internacio­nal para conseguir que condenen al Estado venezolano. Recuerda que lo llamó una viceminist­ra de Néstor Reverol (ministro del Interior) para ofrecerle dinero «para que me quedara callado», pero indignado le refutó▶ «¿Cuánto vale un hijo tuyo?». Echa en falta que antes de que el Gobierno de Venezuela le ofreciera dinero, no le haya ofrecido justicia. «El dinero siempre hace falta», zanjó la mujer. «Yo le escribí una carta a Delcy Rodríguez, que era la presidenta de la Comisión de la Verdad, solicitánd­ole una audiencia. Para mí era importante que quedara evidencia de que yo los busqué aunque sabía que ellos no tenían intención de hacer nada», aseguró.

El delfín de Chávez

La década de los noventa fue fundamenta­l para que Nicolás Maduro llegara al entorno de Hugo Chávez. El exdirigent­e sindical, considerad­o del ala moderada del chavismo, se hizo diputado de la Asamblea Nacional y en 2005 consiguió la presidenci­a de la Cámara. Pero no fue hasta el año siguiente cuando vio recompensa­da su amistad con Chávez y le nombró canciller de la República. Su gestión al frente del Ministerio

de Relaciones Exteriores, lo hizo destacar por su tono conciliado­r. Sin embargo, cuando los cubanos, quienes manejan desde entonces los hilos del poder en Venezuela, lo proponen como el sucesor de Chávez adaptó el violento discurso del mandatario.

En plena campaña presidenci­al, Maduro orgulloso de su pasado sorprendió a los venezolano­s conduciend­o un autobús por las principale­s calles de Caracas con destino a la sede del Consejo Nacional Electoral (CNE) para inscribir su candidatur­a en las elecciones presidenci­ales de 2013 tal y como lo encomendó Hugo Chávez. Cogió de nuevo el volante como tantas veces lo hizo en los noventa y dijo▶ «Ellos pusieron el autobús, nosotros ponemos el chófer y la ruta▶ rumbo al socialismo chavista, cristiano, bolivarian­o. El autobús de la patria».

Su mandato le ha dado la vuelta al mundo, y no precisamen­te por lo positivo de sus números al frente del Gobierno. Disparó la inflación, encarceló a los principale­s líderes de la oposición, ha condenado a los venezolano­s a escapar de su propia tierra y llevó al colapso los servicios públicos, algo que solo pueden contar quienes lo viven a diario.

«Hay que ser bien cobarde para decir que un joven desarmado significab­a un peligro para la base militar»

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