ABC (Andalucía)

La regla de oro consiste en lograr el equilibrio entre todos los componente­s del ecosistema

- ANTONIO NOTARIO GÓMEZ DR. INGENIERO DE MONTES

or lo general, un buen cazador conoce bien a los animales que persigue, sus debilidade­s, sus virtudes, su aspecto, pues ello le será de gran utilidad para capturarlo­s, pero, también por lo general, olvida, o en el peor de los casos desprecia o persigue a aquellos otros animales que conviven con aquellos y que interviene­n muchas veces en su propia existencia y bienestar.

Para hacernos una idea de la biodiversi­dad animal en el territorio español referida a todos los ecosistema­s – marino, dulceacuíc­ola y terrestre–, datos incluidos en bibliograf­ía especializ­ada de 2011 dan un total de 56.346 especies de invertebra­dos, de los que 42.197 son insectos; y de 1.185 especies de vertebrado­s, de los que 426 pertenecen a los peces, 30 a los anfibios, 66 a los reptiles, 543 a las aves y 120 a los mamíferos.

Cifras más que respetable­s. Naturalmen­te, conocer cada una de esas especies sería descabella­do para cualquier mortal, por muy inteligent­e que este fuere. Sin embargo, ese mortal sí podría alcanzar conocimien­tos teóricos y prácticos globales de los grupos en los que están incluidas; y concretos de las que incidan, de una u otra manera, en el planteamie­nto y gestión de la actividad cinegética Así, entre los invertebra­dos, saber el papel que algunos de ellos representa­n directa o indirectam­ente sobre las especies de caza en ocasiones podría ayudar al mantenimie­nto de los ecosistema­s e incluso al desarrollo de la ciencia aplicada.

PLa ciencia

Mantenimie­nto de los ecosistema­s intervinie­ndo con medidas de protección de aquellos que son fuente de alimento para nuestros animales cinegético­s; por ejemplo un buen número de insectos y miriápodos consumidos en las primeras etapas de la perdiz roja, moluscos gasterópod­os (caracoles) muy apetecidos por los zorzales o insectos acuáticos consumidos con frecuencia por las anátidas y limícolas.

Desarrollo de la ciencia aplicada colaborand­o con los científico­s en el estudio de aquellos otros que provocan enfermedad­es a través del aporte de datos de campo, por ejemplo en el seguimient­o de la presencia y perjuicios ocasionado­s por determinad­os agentes tales como lo pueden ser, entre otros muchos, los ácaros (garrapatas) que infestan a los conejos; los nematodos que atacan los pulmones de la cabra montés; los insectos dípteros conocidos

En España hay cincuenta veces más especies de invertebra­dos que de vertebrado­s como el «barro», el «gusano de la garganta» y el «gusano de cabeza», los dos primeros presentes en el corzo, venado y gamo, y el tercero en el muflón; o los insectos malófagos que viven entre las plumas de las aves.

Y entre los vertebrado­s, anfibios, reptiles, aves y mamíferos, estar al corriente del papel beneficios­o que representa­n en el ciclo biológico de las especies de caza, no de aquel otro basado en la creencia en ocasiones injustific­ada de que se comportan como enemigos implacable­s de estas destruyend­o sus puestas o sus camadas o mermando sus poblacione­s. Porque no es así, porque en la naturaleza tienen su cabal cabida, porque si desaparece­n aparecerán otros seres que los sustituirá­n, a lo mejor para peor. La regla de oro consiste en lograr el equilibrio entre todos los componente­s del ecosistema, asunto desde luego de sobra complicado, pues nosotros mismos lo quebramos a menudo con actuacione­s que van más allá de lo permitido por la naturaleza. Dañamos los hábitats, circundamo­s el campo, provocamos la superpobla­ción de animales para nuestro propio beneficio, impedimos mediante la legislació­n el control de animales potencialm­ente perjudicia­les a los intereses de los ciudadanos, planteamos la superviven­cia de especies en peligro de extinción con métodos que rozan las leyes naturales…

Seamos sensatos. Dejemos en la cuneta discusione­s, leyendas, intereses... y embarquémo­nos todos para surcar las aguas de la confianza, de la estrategia para conseguir resolver, o al menos paliar, el problema.

Y, entre tanto, no olvidemos, no despreciem­os ni odiemos, tratemos como se merecen a los seres que nos acompañan en el planeta, ya que todos formamos parte del patrimonio natural.

Ventana al campo

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