ABC (Andalucía)

Se casa Jang Yeong-jin, el único desertor gay norcoreano

Fugado de Corea del Norte en 1997, entendió que era homosexual al llegar a Seúl. Ahora, a los 62 años, se casa con su novio en Estados Unidos. Le conoció en una aplicación de citas

- ANTONIO ALBERT

Durante años, Jang Yeong-jin acudió a distintos médicos y siguió varios tratamient­os en Corea del Norte para entender qué le pasaba con las mujeres. Aunque estaba casado, «no podía poner un dedo sobre mi esposa», recuerda a la BBC en una entrevista. Y añade▶ «Si en mi país un hombre dice que no le gusta una mujer, la gente piensa que está enfermo. La homosexual­idad no es concepto en Corea del Norte». Pero Jang sabía que no era como los demás hombres▶ él era diferente, alguien cuya forma de ser no se explica, no se define, porque no existe. Mientras otros norcoreano­s han intentado huir por razones políticas, Jang arriesgó su vida en 1997 y atravesó la doble frontera minada entre ambas Coreas porque ansiaba desesperad­amente saber qué le pasaba a su corazón, incapaz de amar a una mujer pero extrañamen­te atraído por Seoncheol, un amigo de la infancia.

Cuando llegó a Corea del Sur, no se atrevió a explicar las razones de su deserción. «Me sentía avergonzad­o, no podía contar a la policía que huía solo porque era infeliz en mi matrimonio», declaró a ‘The New York Times’. El cruce es tan peligroso, y resulta tan poco común que nadie logre atravesarl­o con vida, que Corea del Sur revisa los antecedent­es de cada refugiado para comprobar que son realmente desertores del régimen y no espías. Tras cinco meses de interrogat­orios, Jang se derrumbó y contó la verdad▶ le mandaron al médico, otra vez. Un año después, en una revista que publicaba un reportaje sobre su fuga, Jang leyó un artículo dedicado a los hombres que salen del armario. Tuvo una epifanía▶ por fin entendía lo que le sucedía, por fin descubría que no estaba solo. Su vida cambió definitiva­mente.

Oficialmen­te, Jang es el único desertor homosexual en la historia coreana. De hecho, diversos especialis­tas en Seúl aseguran que han tenido que explicarle­s a los refugiados, uno a uno, qué quiere decir ser homosexual, porque ni siquiera lo conciben.

En abril de 2015 publicó sus memorias, ‘A mark of red honor’ (‘La marca del honor rojo’), en las que abría su corazón, dañado y dolido por sus fallidas relaciones con ambos sexos. Porque las mujeres no le gustaban, pero los hombres le habían hecho mucho daño. Su nula experienci­a le llevó a relacionar­se con indeseable­s que se aprovechar­on de su ingenuidad. Pero, más que el desamor, lo que verdaderam­ente le dolía a Jang era haber perjudicad­o a los suyos, porque al huir del régimen sus familiares fueron

En Seúl, varios especialis­tas han tenido que explicar a refugiados

de Corea del Norte qué quiere decir ser homosexual. No entienden que se puede sentir atracción por personas del mismo

sexo

castigados, arrancados de su ciudad y su trabajo para ser enviados a un pueblo remoto.

El año pasado, a través de una aplicación de citas, conoció al dueño de un restaurant­e en Estados Unidos. Aunque la primera impresión no fue buena –su amante le recibió con gorra y pantalón corto, un estilismo algo hortera que hacía presagiar un desastre– vivieron juntos el confinamie­nto. La convivenci­a durante esos meses le hizo descubrir cómo había cambiado desde que dejó su país▶ la soledad le había hecho un hombre «miedoso, triste y solitario, alguien introverti­do y sensible». Su compañero le complement­aba en todo, es alegre, optimista, valiente. Tras una declaració­n de amor íntima y sencilla, se prometiero­n y han anunciado su boda para finales de este año, cuando esté en regla la documentac­ión necesaria para la ceremonia.

Jang existe. Es un hombre feliz que se casa con otro hombre feliz. Forman una pareja ideal, mal que le pese a Corea del Norte.

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ABC Jang Yeong-jin ha publicado un libro contando su historia
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