ABC (Andalucía)

México desaira a Biden en plena crisis migratoria: «No somos colonia»

∑Una delegación de la Casa Blanca pide a López Obrador ayuda urgente ante el récord de 17.000 llegadas de menores indocument­ados en un solo mes

- DAVID ALANDETE CORRESPONS­AL EN WASHINGTON

Apesar de haber enviado una delegación de alto nivel a México a tratar de extraerle a los vecinos del sur cooperació­n para contener la crisis migratoria, Joe Biden se ha topado con una sorpresa inesperada▶ la acrimonia de Andrés Manuel López Obrador, quien no esconde su desdén por la nueva Casa Blanca. De nada han valido súplicas y ruegos de Washington para que México ayude en el control migratorio de aquellos que huyen de sus países en Centroamér­ica. López Obrador ha respondido que esta crisis sin precedente­s, con una cantidad récord de menores hacinados en la frontera, es resultado de las expectativ­as generadas por las reformas de Biden.

En su rueda de prensa mañanera del martes, López Obrador se despachó a gusto contra Biden y el envío de sus emisarios. En un tono que suele emplear al hablar de España, el mandatario mexicano dijo que su país «no es colonia». «No aceptamos visitas de supervisió­n. Si no somos colonia, no somos protectora­do. México es un país independie­nte y soberano», dijo. «Siempre imaginan que van a venir de EE.UU. a regañarnos o que nosotros entramos en componenda­s, negociacio­nes indignas. Se equivocan», añadió. Fueron unas palabras inusualmen­te duras, porque aún estaba en la zona la delegación enviada por Biden para pedir ayuda en la frontera.

La Casa Blanca envió a la coordinado­ra de la frontera sur en la Casa Blanca, Roberta Jacobson, el encargado de Latinoamér­ica y el Caribe en el Consejo de Seguridad Nacional, Juan González, y el recién nombrado enviado especial para el Triángulo Norte de Centroamér­ica, Ricardo Zúñiga. Estos se reunieron en la Ciudad de México con altos funcionari­os del Gobierno mexicano, como el canciller Marcelo Ebrard,. Y llegaban, eso sí, apenas unos días después de que la propia Casa Banca condiciona­ra el envío de 2,5 millones de vacunas de Astrazenec­a a México a que este país ayude con la crisis migratoria.

Lejos queda la luna de miel que vivieron México y Washington cuando Trump estaba en el poder. Contra todo pronóstico, ambos mandatario­s forjaron una estrecha amistad, y se profiriero­n todo tipo de halagos. Durante una visita en julio a la Casa Blanca, con todos los honores, López Obrador no temió a las críticas a la hora de respaldar a un Trump ya entrando en campaña electoral. «Usted no nos ha tratado como colonia, al contrario ha honrado nuestra condición de nación independie­nte. Por eso, estoy aquí. Para expresar al pueblo de EE.UU. que su presidente se ha comportado hacia nosotros con gentileza y respeto», le dijo a Trump. «Nos ha tratado como lo que somos▶ un país y un pueblo digno, libre, democrátic­o y soberano».

Despliegue de soldados

Otros tiempos

La sintonía entre Trump y López Obrador fue inmejorabl­e, y ambos colaboraro­n estrechame­nte Vacunas condiciona­das

La Casa Blanca ha aceptado enviar 2,5 millones de vacunas a México a cambio de cooperació­n migratoria

Lo cierto es que, después de prometer que México pagaría por el muro que iba a acabar de construir en la frontera, Trump logró de López Obrador enormes concesione­s. La mayor, que aceptara las devolucion­es en caliente de inmigrante­s sin papeles que pedían asilo. Miles de ellos aguardan en México una decisión de las cortes de justicia en un limbo, con la esperanza de entrar en EE.UU. Antes, el propio presidente mexicano desplegó miles de soldados en su parte de la frontera para reforzar la seguridad y prevenir los cruces ilegales. «Gracias por su amistad y por mandar 27.000 soldados a la frontera», le dijo en su día Trump a López Obrador.

Lo cierto es que el número de detencione­s de sin papeles en la frontera fue creciendo de forma sostenida, también bajo Trump, hasta que se declaró la pandemia. En 2019 esos arrestos alcanzaron un punto máximo en 12 años▶ 851.508 detencione­s, frente a las 392.579

del año anterior, según cifras del cuerpo de Policía de Frontera distribuid­as por el prestigios­o centro de estudios Pew. Con la pandemia, el número cayó dramáticam­ente, a la vez que quedaban completame­nte cerrados los cruces por carretera excepto en casos de urgencia. El último viaje de Trump como presidente fue precisamen­te a la frontera para celebrar la construcci­ón de más de 600 kilómetros de muro bajo su mandato.

Tras asumir el cargo, inmediatam­ente, Biden firmó una serie de decretos para deshacer algunas de las medidas migratoria­s más polémicas de su predecesor. Después, el Gobierno de EE.UU. dio indicación a los agentes fronterizo­s de que a los niños ya no se les devolvería en caliente. Desde entonces, los menores sin acompañar han ido llegando a miles. Las últimas cifras, que han circulado varios diputados que han visitado los centros de detención de menores en Tejas, es que a finales de este mes de marzo habrán llegado a EE.UU. 17.000 menores sin papeles sin la compañía de un adulto, un récord.

El sistema de asilo de EE.UU., que Trump intentó cambiar sin éxito, permite a quienes lo soliciten que esperen una decisión dentro del país, con un permiso temporal. A los seis meses, pueden trabajar. Es habitual que las cortes demoren una decisión no meses, sino años, porque están masificada­s. Según argumentab­a Trump, este era uno de los motivos de que la población de indocument­ados en EE.UU. haya crecido hasta 11 millones desde que se aprobara la última amnistía en 1986. Entonces, Ronald Reagan legalizó a más de tres millones de ilegales.

Para ser un país de inmigrante­s, resulta especialme­nte paradójica toda la ansiedad que siempre genera la inmigració­n en EE.UU. La última vez en que Washington fue capaz de ponerse de acuerdo en una reforma migratoria fue en tiempos de Ronald Reagan con la Immigratio­n Reform and Control Act de 1986. Un compromiso que combinaba tres elementos▶ mayor seguridad en la frontera con México; penalizaci­ón de los abusos laborales cometidos en territorio estadounid­ense contra los ‘sin papeles’; y una amnistía que permitió regulariza­r a casi tres millones de personas.

En los últimos 35 años, el gigante americano ha sido incapaz de consensuar algo remotament­e parecido a lo firmado por el presidente Reagan. Como conservado­r compasivo de Texas con cierto atractivo electoral entre los hispanos, George W. Bush lo intentó, pero sin éxito porque su propio partido no quiere ni oír hablar de amnistía. Algo parecido ocurrió con Obama, que se convirtió en ‘deportador-en-jefe’ pero también fracasó en combinar control de la frontera sur y legalizaci­ón.

Al hilo de este contumaz historial de fracasos, la inmigració­n se ha convertido en el pozo más envenenado de la política americana. Hasta llegar al delirio nativista de Donald Trump y su muro, una solución medieval para un problema del siglo XXI. Según los más recientes sondeos de Gallup, más del 27% de América Latina y el Caribe quisiera emigrar si pudieran con EE.UU. como principal destino. Ahora, la polarizado­ra y resbaladiz­a cuestión migratoria amenaza la luna de miel del presidente Biden. En su primer día en la Casa Blanca ordenó detener la construcci­ón del muro de Trump. Lo cual ha generado que cientos de miles de ‘sin papeles’ vuelvan a intentar cruzar la frontera, multiplicá­ndose el doloroso número de menores no acompañado­s. Ante lo que se anticipa como el mayor flujo de ‘sin papeles’ en dos décadas y una dramática crisis humanitari­a, todas estas personas desesperad­as no saben que, aunque haya cambiado el ocupante del despacho oval, el agua de este pozo sigue envenenada en EE.UU.

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Varios inmigrante­s cruzan la frontera entre México y Estados Unidos por el río Bravo de noche para pedir asilo en Estados Unidos
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