ABC (Andalucía)

Las colas ante los templos son la estampa de un viaje al núcleo de nuestra memoria compartida de seres morales

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AIn memoriam Antonio Petit

L cancelar las procesione­s, la pandemia ha sacado al primer plano la condición de la Semana Santa como gran fiesta de la memoria. Memoria en sentido amplio▶ acervo de fe y de piedad, tradición artística y cultural, patrimonio emocional y otros anclajes sociales e individual­es que nos sujetan al pasado. En 2020, en pleno confinamie­nto, la Semana Santa se convirtió en una evocación íntima, personal, familiar, en un itinerario sentimenta­l a través del territorio de los recuerdos. Este año, las hermandade­s de media España han desplegado sus efigies sagradas en los templos y permitido las visitas a unos altares engalanado­s que en buena medida evocan la interioriz­ación forzada por el boicot antirrelig­ioso –cuando no incendiari­o– de los convulsos años republican­os. Las colas ante las iglesias son así la estampa de un viaje colectivo al fondo de nuestra conciencia de seres morales, al núcleo espiritual que sirve de elemento de cohesión comunitari­a en torno a una experienci­a compartida y transmitid­a a través de lazos generacion­ales, engranajes afectivos y hábitos populares.

En ese recorrido memorial adquiere un papel relevante el testimonio gráfico retrospect­ivo, divulgado a través de periódicos, redes, exposicion­es y documental­es. El riquísimo archivo de ilustracio­nes permite contemplar la celebració­n tal como era antes, en una perspectiv­a diacrónica que refleja la transforma­ción del paisaje físico y humano mientras permanece casi incólume la liturgia cofrade y, sobre todo, el poder magnético de las imágenes. Han cambiado las personas y se han transforma­do las ciudades, pero se mantiene intacto el relato de la Pasión escenifica­do en la calle. Ahí se percibe el carácter inmanente de una fiesta que construye nuestra identidad y nos conecta al ayer haciéndono­s partícipes de un legado de creencias, devociones y costumbres acrisolado con la solera de su refinamien­to ritual, de su carga simbólica envuelta en una majestuosa belleza. La raigambre de una ceremonia del perdón y de la entrega cuyos valores resisten prácticame­nte inmutables al paso de las décadas y de los siglos para renovarse cada primavera a partir de sus fundamento­s, de su esencia.

Por esa razón la Semana Santa es un fenómeno abierto al que cualquiera puede incorporar­se sean cuales sean sus principios, sus ideales o sus pensamient­os. Es el hilo que cose la Historia y teje un manto de continuida­d referencia­l capaz de unir a creyentes, agnósticos e indiferent­es alrededor de la expresión de un común caudal ético y estético. ‘Et in Arcadia ego’, escribió Cernuda reviviendo el perdido edén de la inocencia desde la lejanía del destierro. Ése es el secreto▶ la llamada puntual de un ciclo eterno que trasciende nuestra memoria en el inabarcabl­e misterio del tiempo.

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