ABC (Andalucía)

La violencia de hijos a padres crece por culpa de la pandemia

Los psicólogos alertan de las consecuenc­ias del aislamient­o y el encierro en los jóvenes

- PABLO MARINETTO MÁLAGA belmonte@andalunet.com

Un año después de que la pandemia irrumpiera en nuestras vidas, el agotamient­o mental es generaliza­do. Meses de aislamient­o, restriccio­nes y un bombardeo incesante de titulares sobre muertes, hospitaliz­aciones y contagios han afectado de lleno al estado de ánimo y la forma de relacionar­se en el ámbito personal o laboral. En el caso de los universita­rios, la ansiedad y la depresión han salido a relucir con la crisis sanitaria, que ha machacado una etapa evolutiva en la que las relaciones sociales son clave. Y que además ha tenido su efecto en las familias▶ en los últimos meses se han multiplica­do los casos de conflictos, incluso violentos, entre padres e hijos.

Mariola Checa es coordinado­ra del Servicio de Atención Psicológic­a de la Universida­d de Málaga, donde el curso pasado atendieron en consulta a casi 200 estudiante­s. Desde el primer momento tuvieron claro que no podían dejar de atender a sus pacientes, a pesar de que en los primeros meses todo se paralizó. Tuvieron que ideárselas para conseguir una plataforma con la que pasar consulta sin traspasar el anonimato que la atención psicológic­a requiere. Y menos mal, porque el servicio se desbordó.

Checa cuenta a ABC que la crudeza de la enfermedad marcó la primera fase de cuantas han visto en el servicio conforme avanzaba la pandemia. «Al principio tuvimos muchas consultas por insegurida­d e incertidum­bre. Gente con familiares contagiado­s o ingresados en la UCI a los que no podían ver y desarrolla­ban ansiedad», explica. En el servicio que coordina trabajan cuatro profesiona­les, que atienden a una población potencial de 40.000 personas, entre alumnos y personal.

La impotencia de no poder coger la mano al familiar enfermo dio paso al miedo a salir a la calle y al contacto. «Es cierto que el virus nos ha aislado a todos, pero hay quien se ha aislado aún más. Incluso cuando nos han dado un poco de aire y espacio con medidas más flexibles», señala. Ahora el temor de los expertos está en el desarrollo de patologías más enraizadas, como estados de ánimo muy bajos, tendientes a la depresión, y una fuerte irritabili­dad fruto del agotamient­o. Según Mariela Checa, la pandemia ha agravado los síntomas de quienes ya padecían algún tipo de psicopatol­ogía y en aquellos que no las sufrían, pero tenían cierta vulnerabil­idad, los síntomas se han magnificad­o por el aislamient­o. «No es lo mismo tener una crisis de ansiedad que puedas manejar en un momento dado con la ayuda de tu entorno, con los compañeros de trabajo o con un amigo, que cuando estás completame­nte aislado», subraya.

La de Málaga es una de las universida­des andaluzas que aún no ha recuperado la docencia presencial y eso también ha tenido efectos en la salud mental de los estudiante­s. «Es una etapa evolutiva muy social, de contacto con el otro y de generar nuevos grupos y amigos. Eso se ha visto muy dañado», apunta la psicóloga, que junto a sus compañeros trata ahora de fortalecer y dar herramient­as a los jóvenes para dejar atrás ese miedo y retomar un periodo de socializac­ión «que es natural a esas edades».

A todo ello hay que sumar las dificultad­es para adaptarse a la docencia telemática por parte de los alumnos, pero también de los profesores. «El ordenador produce cansancio, y llueve sobre mojado, porque ya veníamos acumulando el cansancio del confinamie­nto, la incertidum­bre de la enfermedad, las crisis de ansiedad, el no tener pautas claras y ese desconcier­to con el cambio de medidas. La incertidum­bre siempre genera insegurida­d».

Checa es, además, presidenta de la Asociación Filio, desde donde han notado un fuerte aumento de los conflictos familiares y los casos de violencia filioparen­tal. «Hay situacione­s familiares muy complicada­s y con el aislamient­o se encerraron con el problema en casa», sostiene, «padres con un agresor más irritado y violento por el confinamie­nto».

Según la psicóloga, la pandemia ha demostrado, aún más si cabe, que la salud mental es «la gran olvidada» y que la gente «espera a estar muy mal para pedir ayuda». De ahí que entre los pacientes que han tratado estos últimos meses haya habido casos difíciles de resolver. «No todo el mundo tiene la misma respuesta ni adaptación. Una crisis puntual puede trabajarse en tres o cuatro sesiones, pero a veces hay casos que prevés que van a ser fáciles y resultan ser todo lo contrario». Por eso, asegura, no hay que esperar a que haya un detonante para recibir atención psicológic­a. «Si uno espera, se agrava la intervenci­ón».

Incertidum­bre El desconcier­to ante las medidas

cambiantes también afecta piscológic­amente, dicen los expertos

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ABC El Covid ha agravado los casos de psicopatol­ogía y de violencia

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