El violador y asesino de la niña Laia, ante la prisión permanente
La Audiencia de Barcelona juzga al individuo que raptó a la nieta de sus vecinos
Laia medía 152 centímetros y pesaba 37 kilos. Tenía 13 años y paseaba su enorme sonrisa por Vilanova i la Geltrú (Barcelona). Aquel lunes (4-6-2018) se despidió de sus abuelos en el segundo piso del número 26 de la avenida Cubelles. Eran las 18.50 de la tarde. Su padre, Jordi Alsina, la estaba esperando en la calle, unos metros más adelante, tras salir del trabajo. Pero en las escaleras se cruzó el monstruo. Juan Francisco López Ortiz, de 43 años, la acechaba en el primer piso, la casa de sus padres en la que estaba solo. Metió a la niña a empujones con la finalidad de «satisfacer un perverso deseo sexual»; le tapó la boca con la mano para acallar sus gritos y le pasó una correa de perro por el cuello.
Al mismo tiempo, «valiéndose de al menos un cuchillo de cocina le clavó el mismo en la espalda, el tórax y el cuello», relata el fiscal en su escrito de acusación, sin dejar de presionar la correa y apretar con las manos la garganta de la niña. Le provocó también una infiltración hemorrágica en la zona genital y en unos minutos acabó matándola.
«El mayor sufrimiento»
Laia, adoptada en China con 14 meses y cinco kilos de peso, no tuvo ninguna posibilidad de defenderse. Ni esperaba el ataque ni tuvo ninguna opción de oponerse a un individuo de esa envergadura y fuerza. Actuó, continúa la Fiscalía, «con la buscada y añadida satisfacción» de causarle «el mayor sufrimiento posible, por lo que además de propinarle una pluralidad de golpes en la cara, mandíbula, cuello, tórax, brazos, cadera, piernas y espalda», se valió también del cuchillo.
El individuo escondió el cuerpo de la criatura detrás de un colchón, pero esa misma tarde la encontraron sus tíos que entraron al piso con una pareja de Mossos d’Esquadra tras sospechar del vecino que decía no haberla visto.
La Audiencia de Barcelona juzga’ a partir de hoy, con la constitución del Jurado, a Juan Francisco López Ortiz para quien la Fiscalía y la acusación particular piden prisión permanente revisable por el asesinato de Laia y otros diez años por agresión sexual.
Jordi, el padre de la niña, Sonia, su madre y su hermano Guillem aún siguen en tratamiento psicológico. Solicitan para los padres, que estaban separados pero tenían la custodia compartida y mantenían una excelente relación, 150.000 euros de indemnización. El fiscal pide además que dada la forma en que seleccionó a la víctima, el contexto sexual y cómo lo ejecutó, existe un «peligro fundado de reiteración delictiva», por lo que el ADN de López Ortiz debe quedar grabado en las bases de datos policiales.
Ortiz reconoció haber matado a la niña pero alegó que estaba bajo los efectos del alcohol y las drogas, una circunstancia que las acusaciones no recogen en sus escritos. Los forenses del Juzgado no apreciaron que tuviera sus facultades mermadas en el momento de cometer el salvaje crimen. Sí tratará de acreditarlo su defensa.
Aquella tarde en la que Laia iba a reunirse con su padre, que la esperaba en el coche unos metros más adelante, López Ortiz se quedó solo en su casa. Su madre estaba ingresada en estado muy grave (murió esa madrugada) y su padre había ido al hospital a cuidarla. Casi nadie sabía en el barrio que el individuo, cocinero de profesión, había vuelto de China unos días antes por la enfermedad de su madre. Laia probablemente no lo había visto jamás. Nadie podía imaginar que el monstruo la acechaba en la escalera.