ABC (Andalucía)

El TC sucumbe a la estrategia de los independen­tistas

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y leyes del Parlament hasta declarar su inconstitu­cionalidad pasando por el aval también unánime a la competenci­a del Tribunal Supremo para juzgar a los líderes independen­tistas. Cada amparo presentado por fugados, procesados o condenados se ha admitido a trámite por su «trascenden­cia constituci­onal» y porque versaba sobre «un asunto sobre el que no hay doctrina» en este tribunal. La resolución de los recursos sobre esta materia siempre ha sido preferente, hasta el punto de que el TC se ha puesto plazos para resolverlo­s, aunque ello haya significad­o dejar de lado asuntos no menos importante­s como el estado de alarma y sus derivadas, cuya trascenden­cia constituci­onal es obvia por su excepciona­lidad y por la implicació­n que puede estar teniendo en la merma de derechos fundamenta­les de los españoles.

Así las cosas, la decisión que Narváez y Conde-Pumpido

De puertas afuera

Hay cierta sensación de que el TC está llevando

muy lejos sus cautelas respecto

a Estrasburg­o

han tomado respecto a sus respectiva­s recusacion­es –pese a combatirla­s con vehemencia– no se puede entender sin analizar la intrahisto­ria del tribunal en los últimos meses, que tiene mucho que ver con al menos la aparente debilidad de un muro de contención que hasta hace poco parecía infranquea­ble. El confinamie­nto y las expectativ­as de renovación de un tercio del tribunal, paralizada por la ruptura de las negociacio­nes entre Gobierno y PP, han enrarecido el ambiente en el seno del TC. La salida de tres magistrado­s (tendrían que ser cuatro, pero Fernando Valdés renunció hace apenas unos meses al verse implicado en un caso de violencia de género) implicará movimiento­s en la presidenci­a y vicepresid­encia del tribunal, vacantes que dejarán Juan José González Rivas y Encarnació­n Roca, respectiva­mente. Magistrado­s de distintas sensibilid­ades dentro del TC no han permanecid­o ajenos a esos movimiento­s, lo que de forma indirecta ha terminando envolviend­o al ‘procés’. En otros tiempos habría bastado la decena de escritos de descargo de Narváez para que la totalidad del Pleno rechazara una recusación «extemporán­ea e infundada». Sin embargo no fue así, y tras constatar Narváez que la minoría progresist­a iba a apoyarla, decidió retirarse voluntaria­mente para evitar esa imagen de fractura en el tribunal. La posterior abstención de Conde-Pumpido (tras ser recusado un mes después de que Narváez tirara la toalla) era inevitable. No podía haber una doble vara de medir teniendo en cuenta, además, que la intervenci­ón del ex fiscal general del Estado (en la que, según la defensa de Puigdemont, prejuzgó los hechos por los que luego condenaría el Supremo) había sido más explícita y contundent­e que la de su colega. Aún así, ninguno de los dos prejuzgó a quienes dos años después serían condenados por sedición, sino que se limitaron a abordar cuestiones jurídicas que ya habían sido resueltas por el TC. De ahí el malestar, la impotencia y la preocupaci­ón en el tribunal.

Y es que una de las consecuenc­ias de estas abstencion­es es que el TC se queda ahora con nueve magistrado­s, solo uno más del quorum mínimo necesario, para abordar los recursos del ‘procés’, lo que no deja de ser arriesgado ante cualquier imprevisto o el efecto dominó de una nueva recusación, pues aquí no hay reemplazos. El tiempo dirá si esta es la única partida que ganan los independen­tistas.

Unanimidad Las expectativ­as con la vacante de la Presidenci­a ha roto un muro que

parecía infranquea­ble

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