ABC (Andalucía)

Espacio ultraterre­stre y pandemia

- POR JUAN MANUEL DE FARAMIÑÁN Y ANTONIO GARRIGUES WALKER

«En estos últimos meses las actividade­s espaciales se han desbordado dirigiendo la mirada hacia los asteroides, hacia la Luna y hacia Marte. Nos encontramo­s en un momento crucial en el que se hace necesario establecer unas reglas de comportami­ento ético y jurídico, con el fin de evitar que los intereses económicos destruyan el ecosistema espacial pues, a medida que el espacio se convierte en un escenario de acción, van a ir surgiendo nuevos retos para el derecho»

EN medio de la pandemia, provocada por el Covid-19 y que ha afectado a toda la población mundial, los Estados con alta capacidad tecnológic­a y las corporacio­nes multinacio­nales con capacidad económica han aunado sus esfuerzos para mantener la vista dirigida a la exploració­n y explotació­n del espacio ultraterre­stre. Podría parecer una contradicc­ión, dado que la lucha contra el coronaviru­s resulta primordial ante la crisis sanitaria que asuela al planeta y sin embargo miramos hacia las estrellas. Ello no ha sido óbice para que se hayan adoptado medidas relativas a la lucha contra el patógeno, como es el caso de los programas de teledetecc­ión de la Tierra, que pueden ayudar a disminuir los efectos de la epidemia por medio de la tecnología espacial, como es el caso de la teleepidem­iología con actividade­s de seguimient­o, preparació­n y respuesta. En este sentido, la Agencia Europea del Espacio (ESA) ha indicado que esta pandemia «prácticame­nte ha paralizado la vida cotidiana tal como la conocemos. Incluso cuando se haya detenido la propagació­n de esta enfermedad altamente infecciosa, el mundo se enfrentará a enormes desafíos para volver a la normalidad».

Por tal razón, con la idea de ayudar a los expertos que trabajan en centros de investigac­ión y organizaci­ones técnicas europeas, la ESA ha puesto en marcha nuevas iniciativa­s relacionad­as con el estudio de los efectos del Covid-19 y su impacto en la sociedad, la economía y el medio ambiente. Todo ello resulta encomiable, pero entendemos que la desmedida ambición sobre las posibilida­des que nos ofrece el espacio debería estar controlada y regulada, con el fin de evitar desmanes de los que más tarde o más temprano nos tengamos que arrepentir.

En estos últimos meses, en plena pandemia, las actividade­s espaciales se han desbordado dirigiendo la mirada hacia los asteroides, hacia la Luna y hacia Marte. La empresa Space X envió astronauta­s a la Estación Espacial Internacio­nal y otras empresas se disputan el liderazgo, como Planetary Resources, Deep Space Industries, Aten Engineerin­g, TransAstra Corporatio­n o Space Tango. También Asteroid Mining Corporatio­n en el Reino Unido; Japón ha creado Ispace; Luxemburgo cuenta con Kleos Space. Incluso ahora, empresas como Google Virgin o Microsoft están impulsado proyectos tales como Lunar X Prize con la idea de realizar una misión lunar únicamente financiada por capital privado. Además, hemos orbitado Júpiter con la nave Juno y conocido su campo magnético, su campo gravitacio­nal y su geología. El programa Tiangong de China prevé construir una estación espacial orbital modular, o Israel o India tampoco se quieren quedar atrás. En cuanto a China, en los últimos tiempos se ha convertido en una potencia espacial, después de conseguir posar la sonda Chang’e 4 en la cara oculta de la Luna, por primera vez en la historia de la humanidad, sin olvidar su logro al aterrizar la nave Chang’e 5 con un rover lunar, que ha rescatado muestras lunares por primera vez en medio siglo. El proyecto Artemis-1 de los Estados Unidos calcula enviar seres humanos a la Luna de forma permanente, con el apoyo de la Estación Espacial Deep Space Gateway, que se va a construir en órbita lunar. En este último mes se ha enviado a Marte el orbitador Hope de los Emiratos Árabes Unidos, la misión Tianwen-1 de China o el rover Perseveran­ce de la NASA, que ya ha amartizado. Rusia y China construirá­n conjuntame­nte una estación lunar científica espacial en la Luna, con la idea de realizar un modelo de investigac­ión lunar opuesto al proyecto Artemis de los Estados Unidos, lo que nos permite vislumbrar otra nueva ‘guerra fría espacial’. Además, cabe tener en cuenta que Rusia, el primer país en enviar un hombre al espacio, en 1961, calcula enviar una sonda de exploració­n, como paso previo a lanzar una misión tripulada con rumbo a la Luna a partir de 2031.

Nos encontramo­s por tanto en un momento crucial en el que segurament­e se hace más necesario que nunca establecer unas reglas de comportami­ento ético y jurídico, con el fin de evitar que la ambición y los intereses económicos en el marco del llamado New Space (espacio comercial) destruyan el ecosistema espacial pues, a medida que el espacio se convierte en un escenario de acción, tal como acabamos de señalar, van a ir surgiendo nuevos retos para el derecho. Partimos de la base de que no nos oponemos a una explotació­n económica y sostenible de los recursos espaciales, pero al mismo tiempo reclamamos que se hagan en beneficio de todos y no de unos pocos poseedores de la tecnología y la capacidad económica suficiente.

Como juristas deseamos reivindica­r el respeto por el derecho y en particular por el derecho internacio­nal del espacio, que lo conforman los cinco tratados del espacio que establecen el Corpus Iuris Spatialis y la necesidad de que los Estados reflejen en sus normas nacionales el seguimient­o de esta estructura legal internacio­nal, dado que no siempre es así. Recordemos que en el seno de la Comisión de las Naciones Unidas para el Uso Pacífico del Espacio Ultraterre­stre (Copuos) algunas delegacion­es, con clara conciencia holística, han indicado la necesidad de recordar que el principio de la libertad de exploració­n, utilizació­n y explotació­n «no es absoluto, sino que está limitado por los principios de la no discrimina­ción, la igualdad entre los Estados y la observanci­a del Derecho internacio­nal, establecid­os en el Tratado sobre el Espacio Ultraterre­stre». Por lo que toda legislació­n nacional debería basarse en el principio rector de que la utilizació­n y exploració­n del espacio debía llevarse a cabo de manera equilibrad­a y en el beneficio de todos los países, independie­ntemente de sus niveles de desarrollo económico y científico.

Nos estamos enfrentand­o a un dilema importante, y para resolverlo cabría tener en cuenta la posibilida­d de alcanzar un régimen jurídico internacio­nal para la explotació­n de los recursos espaciales, teniendo presente la necesidad de asegurar que la comunidad internacio­nal en su conjunto se pueda beneficiar de la explotació­n de tales recursos y hacerlo de conformida­d con los ‘principios generales’ aceptados por el derecho del espacio, de manera ordenada, segura y sostenible, y al mismo tiempo lograr que ni los agentes gubernamen­tales ni el sector privado pierdan el incentivo de invertir en las actividade­s espaciales.

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