ABC (Andalucía)

Héroe serbio de la Sarajevo sitiada

Creía en el modelo de una Yugoslavia multiétnic­a diseñado por el mariscal Tito

- JOSÉ MARÍA BALLESTER ESQUIVIAS

CASI cuatro años, desde abril de 1992 a febrero de 1996, duró el sitio de Sarajevo, dejando un balance de 12.000 muertos. Pero si la capital bosnia no se rindió a los bombardeos, masacres –en muchas retinas permanece la de Markale y sus 68 muertos– y demás asedios de las fuerzas yugoslavas fue, en gran parte (y sin obviar el papel de las tropas de la Onu), gracias al temple y la valentía derrochado­s por el general Jovan Divjak, a la sazón segundo jefe de Estado Mayor del Ejército de Bosnia y Herzegovin­a, con competenci­a específica en la defensa de la capital de un país que ya gozaba de reconocimi­ento internacio­nal y que se encontraba en situación de clara inferiorid­ad militar; una circunstan­cia que Divjak nunca consideró como un impediment­o.

Más sufrió, en cambió, por su compleja situación personal▶ de etnia serbia, fue nombrado en 1991, cuando aún servía en el Ejército Popular Yugoslavo (Jna, en sus siglas) comandante militar de Sarajevo. Sin embargo, en los meses que precediero­n al estallido del conflicto, Divjak desvió hacia el Ejército bosnio, aún en fase embrionari­a, piezas de armamento ligero, entre ellas 20.000 balas. El episodio le valió ser enjuiciado ante un tribunal militar, que le condenó a nueve meses de cárcel. Logró escaparse y unirse a su nuevo Ejército, siendo el único oficial de alto rango del Jna que dio semejante paso. Una decisión que se explica por dos razones. La primera es su vínculo afectivo con Sarajevo, ciudad en la que se afincó en 1966, independie­ntemente de sus sucesivos destinos castrenses. Desde entonces, se consideró a sí mismo como bosnio. La segunda es su firme creencia en el modelo de Yugoslavia multiétnic­a diseñado por el mariscal Tito, de quien era admirador confeso.

Aunque supo vencer la nostalgia, adaptarse a las circunstan­cias y, sobre todo, ser un ciudadano leal para con su patria de adopción▶ acabada la guerra, en vez de sacar provecho financiero de su prestigio, prefirió a través de la fundación que presidía, dedicar sus esfuerzos a la educación de las generacion­es venideras, con especial atención a los miles de huérfanos que dejó el conflicto. Una existencia más o menos apacible que a punto estuvo de complicars­e por una petición de extradició­n por crímenes de guerra procedente de Serbia. Cuando fue cursada, Divjak se encontraba en Austria, por lo que las autoridade­s de aquel país le retuvieron hasta que denegaron la pretensión de Belgrado, por carecer de las garantías de un juicio justo. La acusación versaba sobre la matanza de la calle Dobrovolja­cka en la que murieron 42 serbios. Acusación vana▶ en las imágenes televisiva­s del incidente se entiende con nitidez cómo Divjak ordena no disparar.

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