ABC (Andalucía)

La madre de Laia, al acusado: «Que el miedo no te deje vivir»

La familia de la menor se encara en el juicio con el asesino, que ve desinflada su coartada

- JESÚS HIERRO

Que Juan Francisco L. el 4 de junio de 2018 mató a la pequeña Laia nadie lo cuestiona. Fiscal, acusación y defensa coinciden en que ese hombre, que se sienta en el banquillo de la Audiencia de Barcelona, acabó con la vida de la niña, de 13 años, en una pequeña habitación de un primer piso del número 26 de la avenida Cubelles de Vilanova i la Geltrú. La discrepanc­ia estriba en las circunstan­cias del crimen.

Las acusacione­s creen que la metió a la fuerza en el piso en el que él vivía con sus padres, que abusó de ella, que la estranguló y que luego la acuchilló para procurarse una coartada▶ convencer de que la niña entró por propia voluntad en el piso y que él, bebido y drogado, la confundió con un ladrón. Por eso la habría acuchillad­o. Las testifical­es de ayer, sin embargo, cuestionan esta tesis con la que la defensa quiere librar a su cliente de contar entre rejas el resto de sus días.

Tras volver del colegio, Laia estaba en casa de sus abuelos esperando a que el padre la recogiese. Este llamó a los abuelos para que la niña se preparase mientras él llegaba. Ella se despidió de sus abuelos y bajó por las escaleras. Pero no llegaría a pisar la calle.

Las acusacione­s consideran que Juan

Francisco L. la apresó en las escaleras y la metió en el piso. Su defensa, en cambio, sugiere que ella entró por su propio pie, tal vez con ánimo de esconderse a modo de juego. Sin embargo, los familiares de Laia que declararon –padres, abuelos y tíos– descartan que eso fuese propio de Laia. El padre añadió no hay costumbre de que los vecinos entren en pisos de otros. Y que la niña, además, que siempre duerme con la luz encendida, nunca habría entrado en el cuarto a oscuras del acusado.

Correa de perro al cuello

Tambalea también la tesis de la defensa de que Juan Francisco L., que había regresado de China para visitar a su madre que agonizaba –murió al día siguiente del crimen de Laia–, confundió a la niña con un ladrón por estar bebido y drogado. Ni los tíos de la menor –que descubrier­on el cadáver en la habitación del acusado, con una correa de perro en el cuello y varias cuchillada­s– ni otros testigos creen que Juan Francisco L. estuviese bajo los efectos de alcohol y drogas. Resaltaron, en cambio, su extraña actitud cuando llamaron a su piso▶ su indiferenc­ia ante la desaparici­ón y resistenci­a para que entrasen en el piso a buscarla.

Fueron desgarrado­ras las testifical­es de los padres. Él reprochó a la abogada del acusado que le diese el pésame ahora, ante el jurado, y no en su anterior declaració­n a puerta cerrada. Y la madre, al acabar su declaració­n, no pudo contener su ira▶ «Espero que el miedo no te deje vivir nunca más en la vida (...). Morirse es malo, pero morirse contigo encima olíendote es peor».

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