La fiscal del crimen de la niña de Vilanova: «La maldad existe»
Las acusaciones ven «grotesco y ridículo» el relato exculpatorio del asesino de Laia
Se trata de otra operación del listado recopilado por la UDEF a partir de la documentación intervenida y que refleja las fluidas relaciones con altos cargos chavistas, pero también portugueses, que generó Morodo como embajador en ambos países. Los investigadores sitúan «la contratación de los servicios de las empresas controladas por la familia Morodo» bajo ese paraguas de influencias con «altas esferas».
El asesino de la pequeña Laia fio toda su estrategia de defensa a la coartada de la paranoia y las drogas. Si aquella tarde del 4 de junio de 2018 acabó con la vida de la menor fue por que, según su coartada, en su alucinación creyó que la niña era un ladrón que había entrado en el piso. Pero ni la fiscal ni el abogado de la familia de la víctima se creen ese relato, que ayer, en la última sesión del juicio, tacharon de «grotesco y ridículo». Juan Francisco L. no estaba ni drogado ni bebido –dijo el abogado de la familia–, pero con todo, «no todo el mundo que se mete rayas mata a niños, si no no habría niños en el mundo». La fiscal encontró una explicación más simple y definitiva para este «truculento» crimen▶ «La maldad existe».
Fiscal y acusación, que piden una pena de prisión permanente revisable, creen que Juan Francisco L., que ahora tiene 45 años, asaltó a la niña, de 13 años, en el rellano del edificio de Vilanova i la Geltrú cuando bajaba del piso de los abuelos para verse con el padre, que la esperaba en el coche. No dudan de que la metió a la fuerza en el piso, y luego en la habitación, con ánimo de violarla. Laia era una niña adoptada de origen chino, y el acusado, que acababa de llegar del país asiático, donde hacía un tiempo que vivía, tenía entre sus ‘amplias’ filias sexuales –como confirmaron sus búsquedas en webs– a las niñas asiáticas. Intentó abusar de Laia, y luego la mató, estrangulándola, con sus manos y una correa de perro; para la fiscal, «la forma más personal de matar con la muerte más agónica».
En las tesis de las acusaciones, pretendía deshacerse del cadáver pero «el tiempo se le echó encima»▶ sabía que en breve volvería el padre del acusado del hospital, donde agonizaba su madre. Esas prisas contribuyeron al dantesco escenario que un tío de la menor se encontró en esa habitación. Irrumpió en el piso de este vecino, ante su extraña actitud cuando llamó a su puerta durante la búsqueda. El cuerpo semidesnudo, tapado con el colchón, y la cabeza medio metida en una maleta. El acusado, en su interrogatorio el martes, no pidió perdón a la familia de Laia, que con entereza ha seguido el juicio desde la misma sala de la Audiencia de Barcelona. Tampoco ayer, cuando el magistrado le brindó el uso de su derecho a la última palabra. Lo rechazó, y el juicio quedó visto para sentencia, a la espera del veredicto del jurado.