Los verdaderos orígenes de Rocío Jurado en la canción española
Un disco recopilatorio recupera la discografía de la tonadillera antes de su estrellato
El nombre de Rocío Jurado, una vez más convertido en un eco interminable en las tertulias televisivas, vuelve también a abalanzarse este año sobre el mercado discográfico con un álbum recopilatorio que se publica el viernes, con el explícito título de ‘Orígenes’. La más grande se consolidó como estrella de la canción española en los años setenta y ochenta, pero antes de aquellos días de gloria, antes de convertirse en la gran eminencia de la canción romántica y del flamenco, desarrolló una discografía en Columbia que permite identificar los cimientos de su éxito. Ahora, este nuevo lanzamiento recupera esos primeros y decididos pasos de Rocío Jurado hacia la inmortalidad a través de un doble CD de sencillo diseño y fascinante contenido.
Animada por la victoria en un concurso radiofónico en 1958 (que consistió en 200 pesetas, una botella de gaseosa y un par de medias), Rocío se fue el año siguiente a Madrid con su madre con el firme objetivo de hacer carrera como artista. Y ya estaba a punto de tomar el tren de regreso a Andalucía cuando la casualidad hizo que conociese a la gran Pastora Imperio, que la incorporaría al coro flamenco de su tablao El Duende, donde dio palmas e hizo coros para figuras como Manolo Caracol o Antonio Mairena, vistiendo ropas que la hicieran parecer mayor, ya que todavía era menor de edad. Después llegaría su primer contrato serio (un trabajo con Manolo Escolar en la película ‘Los guerrilleros’), con el que patearía los escenarios de media España en las compañías de El Príncipe Gitano y Manolo Escobar. No tardaría en crear la suya propia, ni en superar en fama a todos los ídolos con los que se fue encontrando por el camino.
Clásicos de copla
La discografía de ‘Orígenes’ arranca poco más tarde, en 1967, año en que debutó en el Teatro de la Zarzuela de la mano de Rosita Ferrer con el espectáculo ‘Pasodobles’. La repercusión de ‘Proceso a una estrella’ (un título que también tiene tristes resonancias actuales), banda sonora de la película de Rafael J. Salvia, no supuso un gran éxito cinematográfico para ella, pero le permitió publicar su primer LP. Las canciones no eran estrenos de Rocío, sino clásicos de la copla como ‘Tatuaje’ y ‘Ojos Verdes’, popularizados por Concha Piquer y compuestos por los míticos Rafael de León y Manuel Quiroga.
Aquello fue una buena prueba de fuego, que continuó con un segundo disco grande lanzado en el 69 y titulado simplemente ‘Rocío Jurado’. Con directrices flamencas, parecía un regreso a sus raíces, aunque el paso del tiempo demostraría su habilidad para alternar el sabor tradicional con elementos de una vanguardia que
Rocío Jurado pronto la convertirían en figura internacional. La siguiente parada en su discografía llega en 1971 y se titula igualmente con su nombre.
Por ahí emergen los nuevos caminos que la de Chipiona buscaba desde el principio. Porque junto a ‘Un clavel’, la canción de Juan Solano que la destaca como la sucesora de las grandes de antaño, hay atrevimientos como ese ‘Amor gitano’ de José Feliciano o ‘Con los brazos cruzados’, del argentino Leo Dan▶ primeras tentativas para crear lo que en tierras americanas se conocerá pronto como balada española.
Como escribe el periodista José Ramón Pardo en el libreto que acompaña el lanzamiento, esa evolución se constata por completo en el siguiente álbum, ‘Soy de España’ (1973), donde tiene ya compositores, arreglistas y productores traídos del mundo pop para conjugar así todos los vértices de la música que España, y Rocío Jurado, iban a dar al mundo.
Grandes éxitos
Esos cuatro álbumes, todos esos ‘Orígenes’, están recopilados en un doble CD que retrata el cambio de década y la antesala de sus días de gloria. Dueña de una trayectoria de éxitos sobradamente conocidos por todos sus seguidores, el repaso de sus primeros pasos discográficos permite entender un poco mejor a la que es, tal vez, la única estrella de la canción española que ha rivalizado con las figuras míticas de la copla de posguerra.
uando sonaba el himno de la Champions, Benzema esperaba al partido con los incontenibles signos de confianza de una estrella de la NBA o un campeón de boxeo.
El partido comenzó en un duelo entre Casemiro y Kanté. Por fin. Lo ganó Casemiro, pero no ganaría muchos más.
Fueron necesarios unos minutos, apenas cinco, para saber que el Chelsea era el mejor equipo que había pasado por Valdebebas. Los primeros quince minutos fueron de una superioridad absoluta. Alcanzaban puntas de velocidad prohibidas para el Madrid. Werner falló solo ante Courtois, que hizo un paradón de los que se cantan como un gol, y Pulisic marcó el 01 con un simple balón largo y vertical de Rudiger.
El Madrid volvía a dar sensación de fragilidad, después de bastante tiempo, y quería reaccionar al gol, pero su media estaba desarticulada. El Chelsea era como un equipo del futuro▶ sólido en defensa, rapidísimo arriba y con combinaciones orquestales de toque, a veces rápido, a veces pausado y preciso. Algo reluciente, de una pieza, y con varios ritmos. En el Madrid solo respondía Benzema, que mostraba una imaginación superior, una disposición a tirar del equipo que cristalizó en un tiro al palo en el minuto 22.
La sensación era general, la superioridad exhaustiva. Pero había además cosas concretas▶ Kanté, por ejemplo, que hendía un pasillo interior muy determinado, pasado Kroos, salvado Casemiro, y fuera del alcance de Casemiro, que lo miraba como desde una zona de público.
Sus medios abordaban a los medios blancos y se quedaban solos frente a una línea defensiva despavorida. Pero eso se repitió hasta un punto psicológico. La sorprendente capacidad, la superioridad londinense fue encontrando su límite en la ingenuidad ofensiva.
Y no solo fue eso. Surgió la voz animosa de Ramos, que parecía el del megáfono del fondo. Y apareció la lluvia, el microclima de Valdebebas, la cortina (de lluvia) para el fútbol escarmentado
Cy terminal de este equipo. Todo eso, junto a la asunción por el Madrid de su inferioridad, de que tendría que ganar de otro modo, fue templando su agonismo y dejando indicios de una posible recuperación alrededor de algo distinto. El Madrid debería juntarse aun más, reconfigurarse, e intentar ganar con sus puntos fuertes, los últimos. Así fue. A la media hora, un córner lo ganó de cabeza Casemiro, lo peinó Militao y lo recogió Benzema, también por arriba, tic, tac, toc, con inapelable