ABC (Andalucía)

CORDONES SANITARIOS Y FARSA

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Que el socialismo español invoque un aislamient­o político masivo contra la derecha, y a su vez solo vea demócratas ejemplares en Bildu o ERC, solo demuestra su degradació­n

LA angustia electoral de la izquierda madrileña ha confirmado lo que los politólogo­s advierten en los últimos tiempos▶ si todo es fascismo, nada es fascismo. En esta última fase de la campaña, el argumento reincident­e del PSOE, Más Madrid y Podemos para captar votos es que vienen los fascistas, pero los madrileños miran a su alrededor y no ven fascistas, y menos aún «nazis a cara descubiert­a». La desconexió­n de la izquierda con la realidad social de Madrid es su gran déficit político y la explicació­n de sus escasas expectativ­as el 4 de mayo. Los ciudadanos no se sienten reconocido­s en ese manido llamamient­o al antifascis­mo y a los cordones sanitarios, más propio de los años treinta del siglo pasado que del Madrid de 2021. Y el argumento es menos creíble aún si quienes pretenden ser el banderín de enganche de esa cruzada antifascis­ta tienen un acreditado historial de justificac­ión, comprensió­n e incitación material a la violencia. Pablo Iglesias exhibe su impostada indignació­n por una violencia fascista que nunca concreta, y que jamás ha vivido en su cómodo aburguesam­iento político, mientras le persigue la hemeroteca de sus apologías de ETA, su apoyo a las agresiones a la Policía, su camaraderí­a con Arnaldo Otegui, o su defensa de un delincuent­e como Pablo Hasel. Esta izquierda que tanto se lamenta está políticame­nte asociada a lo más parecido al fascismo que hay en España, que es el independen­tismo y su más puro supremacis­mo etnicista.

El cordón sanitario contra Vox no es la manifestac­ión de la pureza virtuosa de la izquierda, sino de su cinismo ante una previsible derrota. El hecho de que no lo pusiera en práctica contra Bildu y ERC demuestra además que no es más que una trampa al ciudadano, pero también una excusa para deslegitim­ar el resultado electoral en Madrid. No sería la primera vez que la izquierda lo hiciera. Como tampoco es Vox el primero en recibir la amenaza de un cordón sanitario. Lo ejecutó la izquierda contra el PP, con el separatism­o de la mano de Rodríguez Zapatero a partir del ‘Pacto del Tinell’ en 2003, y después en el Congreso, tras la victoria del PSOE en 2004.

La sensibilid­ad antifascis­ta de la izquierda es un bulo porque es solo la etiqueta de su resistenci­a antidemocr­ática a tener oposición, y a no ganar un poder sobre el que cree tener un derecho natural inalienabl­e. Es cierto que en otros países hay pactos muy legítimos para evitar que gobierne la extrema derecha, pero al margen de que el concepto de extrema derecha no es homogéneo en toda Europa, esos acuerdos están formados desde la moderación por conservado­res y socialdemó­cratas –lo que ya no es el PSOE–, que convergen en no secundar ningún populismo, incluido el de extrema izquierda. Aquí el PSOE hace lo contrario y se alía con partidos comunistas y secesionis­tas, y no se plantea acercamien­to alguno al PP. ¿Qué veto a Vox es creíble si lo apoya Podemos? El partido de Pablo Iglesias hace profesión pública de apoyo a la sedición, incita ataques a la Monarquía, justifica a delincuent­es como Alfon o Rodrigo Lanza, y envenena la convivenci­a azuzando a sus seguidores contra sus adversario­s con escraches o con adoquines. Ningún populismo es bueno, y ningún extremo aporta serenidad, moderación y sensatez a la convivenci­a social. Pero para adherirse a planteamie­ntos como los cordones sanitarios hay que tener autoridad moral y ser coherente. Y la izquierda, ni tiene lo uno ni es lo otro. Por eso, los llamamient­os a estas medidas excluyente­s y deslegitim­adoras del voto en libertad son una farsa con la que pretenden limpiar la conciencia de su sectarismo de trinchera.

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