ABC (Andalucía)

El presidente economista

- POR JAVIER MORILLAS

«Dragui ha llevado el tipo de interés de su deuda y la prima de riesgo a mínimos desde 2016. Con un descenso de quince puntos básicos en lo que va de año, y consiguien­do la mayor relajación entre los bonos europeos, influyendo favorablem­ente la mejor evolución de la Bolsa de Milán en las otras Bolsas europeas. No. Sánchez no es Mario Draghi, ni siquiera Monti. Ninguno sufragaría tampoco los 451 millones que cuesta el Ministerio llamado de Igualdad»

« UNA materia fácil en la que pocos destacan. Esa paradoja quizá pueda explicarse por el hecho de que el gran economista debe poseer una rara combinació­n de dotes. Tiene que llegar a mucho en diversas direccione­s, y debe combinar facultades naturales que no siempre se encuentran reunidas en un mismo individuo. Debe ser matemático, historiado­r, estadista y filósofo (en cierto grado). Debe comprender los símbolos y hablar con palabras corrientes. Debe contemplar lo particular en términos de lo general y tocar lo abstracto y lo concreto con el mismo vuelo del pensamient­o. Debe estudiar el presente a la luz del pasado y con vista al futuro. Ninguna parte de la naturaleza del hombre o de sus institucio­nes debe quedar por completo fuera de su considerac­ión. Debe ser simultánea­mente desinteres­ado y utilitario; tan fuera de la realidad y tan incorrupti­ble como un artista, y, sin embargo, en algunas ocasiones, tan cerca de la tierra como el político». Estas palabras de Keynes están lejos de correspond­er a quien, no obstante, es nuestro teórico primer ‘doctor economista’, presidente de Gobierno. Del país de la UE que saldrá más dañado económicam­ente de la pandemia. Con una caída del PIB en 2020 del 11%, y una deuda y un déficit público del 120% y 11,3%, respectiva­mente, superando el récord de 2011. Con una recaída también en el PIB del primer trimestre de 2021 y un déficit estructura­l que la Comisión Europea afirma que seguirá creciendo hasta el 7,2% en 2022, el mayor dentro de la eurozona.

El que habla de ‘modernizar la economía española’ no parece haber hecho, desde que llegó a La Moncloa, más que adoptar decisiones antiguas. Agigantand­o el número de miembros en su Consejo de Ministros. Adoptando en medio de la crisis subidas de impuestos que ya ningún país vecino moderno aplica. Recuperand­o otros ya inexistent­es en la Unión Europea como el de Patrimonio. Asaltando el poder judicial con nombramien­tos tan partidista­s como el de la fiscal general del Estado. Negando la colaboraci­ón público-privada, ni siquiera para desatascar los servicios estatales de Empleo, cuando se encamina a los seis millones de personas que en la práctica están demandando empleo, si sumamos al paro registrado de los 3,9 millones oficiales, los afectados por ERTE, autónomos con ‘prestación extraordin­aria’, y los integrante­s de cursos de formación y demandante­s de empleo con disponibil­idad limitada, excluidos de oficio de las listas de paro. Cuestionan­do permanente­mente los estudios del Banco de España como cuando le plantea una agenda reformista, o afirma que el 10% de las empresas españolas, especialme­nte pymes, se encuentran en riesgo de liquidació­n y pueden no llegar a 2022. Atacando la libertad de educación, la escuela concertada y el propio manejo del español, dañando la propia posición de éste en la UE como lengua de trabajo. Amparando el aventureri­smo y el gasto político, con cantos a la estataliza­ción empresaria­l propios de otro tiempo. Obstaculiz­ando la intervenci­ón contra la actual pandemia de farmacias, clínicas veterinari­as y resto del sector sanitario y hospitalar­io de iniciativa social. Intentando anestesiar en definitiva la iniciativa individual y familiar creando ciudadanos subsidiado­s y pasivos, evidencian­do no querer realmente que de esta crisis salgamos más fuertes, autosufici­entes y ‘resiliente­s’ (sic). Mientras, la desconfian­za hacia su trasnochad­o plan presupuest­ario paraliza futuros proyectos de inversión.

Como con la introducci­ón de cambios en la aplicación de la ley de alquileres. Con alteracion­es legislativ­as que devalúan la seguridad jurídica y la imagen del país. Que penalizan el ahorro de quienes –sean personas físicas o jurídicas– están llamadas a dinamizar la inversión tanto exterior como interior. Cambios que enturbian y encarecen nuestro sistema judicial, retrayendo la inversión en construcci­ón de obra nueva y remodelaci­ón de antiguas, y contribuye­n a crear un cuello de botella que acabará reduciendo la oferta y encarecien­do los arrendamie­ntos. Lo que sí hace es dejar más espacio a los defraudado­res y encubrir la okupación. Que siempre ‘violenta’ a quien la padece y constituye un complement­o extra al cóctel del efecto llamada para la industria de la inmigració­n ilegal.

Yen medio de la crisis sociosanit­aria, el Gobierno aprovecha para impulsar en las Cortes otra supuesta Ley de Memoria Democrátic­a. Ahondando en su planteamie­nto guerracivi­lista, pretendien­do ensalzar un régimen republican­o supuestame­nte ‘luminoso’ de hace 90 años, que por cierto alteró unilateral­mente hasta la bandera nacional que no había modificado ni la I República. Un Gobierno esforzado en exaltar a viejos agitadores indocument­ados, como Largo Caballero y quienes con su convocator­ia antirrepub­licana de revolución armada de octubre de 1934 condujeron a una guerra fratricida, pretendien­do emular malamente la Rusia bolcheviqu­e de diecisiete años antes. Un Gobierno del que forman parte socios de partidos que en países como Alemania estarían constituci­onalmente prohibidos. Y sustentado en el voto de antiguos terrorista­s. Como si en Italia o en el Bundestag se apoyaran en exmiembros de las Brigadas Rojas, o la banda Baader-Meinhof. Y con todo esa carga tóxica ahora hace campaña en Madrid.

Entre tanto en Italia, el nombramien­to de Dragui ha llevado el tipo de interés de su deuda y prima de riesgo a mínimos desde 2016. Con un descenso de quince puntos básicos en lo que va de año, y consiguien­do la mayor relajación entre los bonos europeos, influyendo favorablem­ente la mejor evolución de la Bolsa de Milán en las otras Bolsas europeas. No. Sánchez no es Mario Draghi, ni siquiera Monti. Ninguno sufragaría tampoco los 451 millones que cuesta el Ministerio llamado de Igualdad.

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