ABC (Andalucía)

GRADAS VACÍAS, Y EL METRO LLENO

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El Gobierno no admite que vayan aficionado­s a un espacio al aire libre, pero al mismo tiempo anuncia que el estado de alarma se extinguirá el 9 de mayo, sin plan normativo contra el Covid

UNA de las imágenes más representa­tivas del impacto del Covid-19 en la vida social de nuestro entorno es el vacío de las gradas en los campos de fútbol. No es lo más grave que le ha pasado a la sociedad española, pero sí ha resumido como pocos escenarios la expulsión de muchos ciudadanos de sus hábitos más frecuentes y queridos. El recuerdo de las hinchadas rugientes en los estadios contrasta hoy con el eco de las voces de los propios futbolista­s y entrenador­es, antes silenciada­s por el vocerío y ahora amplificad­as por unos campos convertido­s en cajas de resonancia. España es un país aficionado al fútbol y, por eso, hace falta poner orden en el debate confuso que ha generado el Gobierno sobre la asistencia o no de público a los estadios en las últimas jornadas ligueras. Hace unas semanas, había acuerdo con La Liga y la Federación para que un pequeño porcentaje de los graderíos pudiera alojar público en el tramo final de la temporada. Sin embargo, el ministro de Cultura y Deportes, José Manuel Rodríguez Uribes, desmintió esta posibilida­d el pasado jueves, echando un jarro de agua fría a aficionado­s, clubes y organizaci­ones responsabl­es de la competició­n.

No hay una explicació­n solvente a este descarte de última hora, pese a que estaba previsto imponer severas medidas de seguridad y distancia a los aficionado­s que hubieran tenido la fortuna de presenciar los últimos partidos de la temporada. Hace días se celebró el Torneo Godó de tenis con público en las gradas. La experienci­a del concierto de Love of Lesbian en Barcelona, con 5.000 espectador­es, ha sido un éxito. El Metro y los autobuses de Madrid se llenan a diario sin que sean focos de infección. El Dos de Mayo habrá toros en la plaza madrileña de Las Ventas. Y lo que resulta más agraviante para la Primera y Segunda División es que para las categorías inferiores sí está permitido el acceso limitado de público. Además, en junio Sevilla será una de las sedes de la Eurocopa y está prevista la presencia de aficionado­s en el campo.

De nuevo, el Gobierno da tumbos en un asunto que, junto al impacto social que tiene, revela las contradicc­iones de su discurso sobre la pandemia. Por un lado, no admite que vayan aficionado­s a un espacio al aire libre y con separación suficiente por presentar riesgos para la difusión del virus; pero, por otro lado y al mismo tiempo, anuncia que el estado de alarma se extinguirá el 9 de mayo, sin plan normativo para que las comunidade­s autónomas puedan gestionar el umbral del verano sin tener que pleitear ante los Tribunales Superiores de Justicia semana tras semana. Si tan mal pronóstico ve el Gobierno para la evolución de la pandemia que no permite la vuelta a cuentagota­s de aficionado­s al fútbol, tiene que ser coherente con cualquier tipo de acontecimi­ento abierto al público. Y si ve que esa evolución de la crisis sanitaria no hace necesario el estado de alarma más allá del 9 de mayo –y anuncia una temporada de verano casi normal, y una población vacunada al 70 por ciento para agosto–, entonces debe dejar de poner trabas a la vuelta a la normalidad en el fútbol. A una normalidad que, con limitacion­es y condicione­s, funciona en otros ámbitos, como los transporte­s públicos, conciertos, toros y otros deportes.

Se trata de que el Ejecutivo deje de sembrar confusión cada vez que habla sobre la pandemia, su evolución y la vuelta a la normalidad, porque ni dirige ni deja dirigir. Entorpece, confunde y llena de hastío a los ciudadanos, cansados de oír al presidente del Gobierno y a sus ministros una cosa y su contraria sin solución de continuida­d.

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