ABC (Andalucía)

Meció la mano del toreo

Figura fundamenta­l en el campo bravo y en el empresaria­do taurino de los últimos sesenta años, fue pieza clave en la consolidac­ión de una organizaci­ón taurina que recibió de su padre y ha pasado a sus hijos

- ÁNGEL GONZÁLEZ ABAD

Decir Matillla en el mundo taurino es decir poder y discreción. En el campo bravo, en la organizaci­ón empresaria­l y como apoderado de relevantes figuras, Teodoro Matilla, nacido y fallecido en Salamanca, ha sido una figura fundamenta­l en el devenir del toreo en los últimos sesenta años. Ya lo fue antes su padre, que unido a la figura de Pedro Balañá se forjó en la gestión de las plazas del imperio con sede en Barcelona. Tras él, la unión de la Casa Matilla y Balañá se consolidó definitiva­mente en todos los aspectos de la organizaci­ón de festejos y, desde hace décadas, las dos empresas han caminado unidas de la mano. Un control sobre el campo bravo en base a su profundo conocimien­to como veedor y su gran capacidad de negociació­n para conseguir los toros idóneos para cada plaza, la tutela sobre importante­s toreros y la gestión de numerosas plazas hicieron de Teodoro Matilla uno de los empresario­s más completos, respetados y con más poder. Las plazas barcelones­as de La Monumental y Las Arenas, Linares, Palma de Mallorca, Jerez, Zaragoza, la francesa de Arlés, entre otras muchas, fueron sus feudos en unión con el empresario catalán o en solitario. También fue durante años el hombre de confianza de Canorea en la Maestranza de Sevilla. Y llevó a toreros, desde El Viti a Litri hijo, pasando por El Soro o los portuguese­s Víctor Mendes y Amadeo dos Anjos.

La pasión por el toro de lidia le hizo crecer también como ganadero, formando hasta tres divisas. Una a nombre de sus hijos, Hermanos García Jiménez, otra al de su esposa, Olga Jiménez y una tercera con la denominaci­ón de Peña de Francia, todas con procedenci­a de Juan Pedro Domecq.

Su legado ha seguido en los últimos años en manos de sus hijos, Antonio y Jorge García Jiménez, quienes bajo su supervisió­n han incrementa­do si cabe su influencia en el sector taurino. En la actualidad, la Casa Matilla apodera a toreros de la talla de Morante de la Puebla, José María Manzanares y El Fandi, y, entre otros ciclos, en este tiempo de pandemia ha programado una feria de San Isidro en la plaza cubierta madrileña de Vistalegre.

La figura de Teodoro Matilla ha sido la pieza clave en la consolidac­ión de una organizaci­ón taurina que recibió de su padre y ha pasado a sus hijos; y que bajo el denominado­r común de trabajar sin la mínima estridenci­a, siempre desde la sagacidad y el tino, ha tenido gran parte del mundo del toro en sus manos.

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AFP

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