El futuro no está garantizado
«Lo urgente ahora es resolver la pandemia, salvaguardar el empleo, el tejido productivo y las rentas de las familias. Y eso significa que a corto plazo necesitamos una política de gasto extremo más ambiciosa que la demostrada por el Gobierno hasta la fecha. Pero, para que este endeudamiento extra no nos acabe quebrando a largo plazo, necesitamos convencer a los que nos prestan el dinero de que lo vamos a devolver en tiempo y forma»
ES frecuente, cuando hablamos en términos económicos, pensar que el corto y el largo plazo son horizontes meramente temporales e inconexos, lo que de forma habitual, en política, conduce a concentrarse en el día a día y posponer decisiones estructurales bajo el argumento de que ya habrá tiempo para resolver los problemas de futuro.
En parte, esto tiene que ver con la creencia de que después de la tormenta siempre viene la calma, lo que trasladado al momento actual se traduce en que después de los severos golpes que nos está propinando esta crisis vendrá naturalmente un período de expansión que compensará las estrecheces actuales. Esta visión conduce a una cierta exención de responsabilidades, similar a las de tiempos bélicos, porque las decisiones se toman en condiciones de urgencia y riesgo para la seguridad nacional y bajo el convencimiento de que la situación va a mejorar independientemente de las decisiones que se tomen.
En economía, como en la vida, el corto y el largo plazo están íntimamente relacionados. El largo plazo no es más que la estimación de la tendencia que seguirá la economía si no añadimos más información en el corto plazo, de modo que lo que hagamos ahora tendrá un impacto futuro. Para generar impactos en el largo plazo, debemos aplicar medidas en el corto plazo. El problema es que estas seguramente no tendrán efecto significativo salvo al cabo del tiempo, es decir, que tendrán poco rédito político. De ahí su escaso apego político.
Sin embargo, no actuar sobre el largo plazo pensando que está a salvo por el tiempo es un error mayúsculo, más aún en la situación actual, en la que están comprometidos ambos horizontes.
Compaginar las medidas que salvaguarden el bienestar de los españoles de hoy y de mañana requiere pericia política y es aquí donde reside la complejidad política del momento▶ encontrar el equilibrio entre el corto y el largo plazo, de tal forma que el alargamiento de la crisis no gangrene parte de la economía. Y ello, sin olvidar que el papel del Estado como animador y sostén artificial del corto plazo encuentra un límite natural en la capacidad de financiación real de la economía.
Algunos elementos preocupantes de la gestión de este equilibrio asoman. La prórroga de restricciones a la actividad económica que estamos viviendo a consecuencia de las sucesivas olas de la pandemia está aumentando el riesgo de gangrena del sistema productivo. Y esto sin que exista nueva información en relación con el plan de salvamento del corto plazo. El paquete de 11.000 millones de euros aprobado recientemente no llegará a la caja de las empresas hasta final de año, es claramente insuficiente a la luz de las pérdidas de algunos sectores,