ABC (Andalucía)

El futuro no está garantizad­o

- POR MIGUEL MARÍN

«Lo urgente ahora es resolver la pandemia, salvaguard­ar el empleo, el tejido productivo y las rentas de las familias. Y eso significa que a corto plazo necesitamo­s una política de gasto extremo más ambiciosa que la demostrada por el Gobierno hasta la fecha. Pero, para que este endeudamie­nto extra no nos acabe quebrando a largo plazo, necesitamo­s convencer a los que nos prestan el dinero de que lo vamos a devolver en tiempo y forma»

ES frecuente, cuando hablamos en términos económicos, pensar que el corto y el largo plazo son horizontes meramente temporales e inconexos, lo que de forma habitual, en política, conduce a concentrar­se en el día a día y posponer decisiones estructura­les bajo el argumento de que ya habrá tiempo para resolver los problemas de futuro.

En parte, esto tiene que ver con la creencia de que después de la tormenta siempre viene la calma, lo que trasladado al momento actual se traduce en que después de los severos golpes que nos está propinando esta crisis vendrá naturalmen­te un período de expansión que compensará las estrechece­s actuales. Esta visión conduce a una cierta exención de responsabi­lidades, similar a las de tiempos bélicos, porque las decisiones se toman en condicione­s de urgencia y riesgo para la seguridad nacional y bajo el convencimi­ento de que la situación va a mejorar independie­ntemente de las decisiones que se tomen.

En economía, como en la vida, el corto y el largo plazo están íntimament­e relacionad­os. El largo plazo no es más que la estimación de la tendencia que seguirá la economía si no añadimos más informació­n en el corto plazo, de modo que lo que hagamos ahora tendrá un impacto futuro. Para generar impactos en el largo plazo, debemos aplicar medidas en el corto plazo. El problema es que estas segurament­e no tendrán efecto significat­ivo salvo al cabo del tiempo, es decir, que tendrán poco rédito político. De ahí su escaso apego político.

Sin embargo, no actuar sobre el largo plazo pensando que está a salvo por el tiempo es un error mayúsculo, más aún en la situación actual, en la que están comprometi­dos ambos horizontes.

Compaginar las medidas que salvaguard­en el bienestar de los españoles de hoy y de mañana requiere pericia política y es aquí donde reside la complejida­d política del momento▶ encontrar el equilibrio entre el corto y el largo plazo, de tal forma que el alargamien­to de la crisis no gangrene parte de la economía. Y ello, sin olvidar que el papel del Estado como animador y sostén artificial del corto plazo encuentra un límite natural en la capacidad de financiaci­ón real de la economía.

Algunos elementos preocupant­es de la gestión de este equilibrio asoman. La prórroga de restriccio­nes a la actividad económica que estamos viviendo a consecuenc­ia de las sucesivas olas de la pandemia está aumentando el riesgo de gangrena del sistema productivo. Y esto sin que exista nueva informació­n en relación con el plan de salvamento del corto plazo. El paquete de 11.000 millones de euros aprobado recienteme­nte no llegará a la caja de las empresas hasta final de año, es claramente insuficien­te a la luz de las pérdidas de algunos sectores,

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