De exigir un cordón sanitario contra Vox a tener a los violentos en su partido
La crispación en la campaña del 4-M ha tenido varios hitos. El ambiente se caldeó alimentado por episodios como el ataque a Vox en Vallecas, las cartas con amenazas de muerte o la detención de un trabajador de Podemos. El denominador común entre todos ellos es que Pablo Iglesias, con el señuelo del «fascismo o democracia», ha aprovechado cada ocasión para promover un cordón sanitario a Vox y, aunque él mismo justificó el ataque a Santiago Abascal y Rocío Monasterio, exigir una condena unánime de la violencia. Lo convirtió en el eje de su discurso a pesar de que ya sabía que uno de sus empleados fue arrestado por participar
en los disturbios del 7 de abril en el popular barrio de la capital.
La conocida como ‘plaza roja’ de Vallecas aún estaba vigilada por la Policía cuando Iglesias justificó la lluvia de adoquines y botellas y acusó a Abascal y Monasterio de «ir a provocar». «Frente a su odio, su violencia y sus provocaciones▶ democracia, justicia social y derechos humanos. Antifascistas siempre», dijo el candidato de Podemos en Madrid. No obstante, no hizo una sola alusión a los agentes agredidos por los radicales de extrema izquierda.
Las intervenciones del líder de la formación morada han estado marcadas desde el inicio por su ofensiva contra Vox y esa supuesta dicotomía entre
Inés Arrimadas
«Exigimos a Iglesias que condene esta agresión y que dejen de soñar porque no van a trasladar a Madrid ese modelo de enfrentamiento»
Pablo Iglesias
«Que esto salga hoy revela la preocupación de algunos y no es descartable que hasta el martes alguna noticia me relacione con el asesinato de Kennedy»