ABC (Andalucía)

La fuente original

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digitaliza­da y al alcance del que quiera acercarse a ella en la página web Emilydicki­nson.org. Y es esa, precisamen­te, la fuente de inagotable riqueza a la que acudieron las responsabl­es de Sabina Editorial para hacer realidad un sueño perseguido durante años▶ publicar, por primera vez en español, las ‘Cartas de Amor’ que Emily Dickinson envió a Susan Huntington. El libro, que en los próximos días llegará a las librerías, reproduce 245 misivas, divididas en cartas en prosa, cartas con poemas incluidos y cartas-poemas y precedidas de un prólogo de Ana Mañeru Méndez, encargada también de la edición de la obra.

Pasiones compartida­s

Emily y Susan nacieron en el mismo mes (diciembre) del mismo año (1830), sólo con nueve días de diferencia (una el 10 y la otra el 19), y en dos ciudades muy próximas (Amherst y Deerfield). Semejante sincronía auguraba que, tarde o temprano, estaban llamadas a encontrars­e, cosa que sucedió entre 1847 y 1848. Tras aquel encuentro inaugural, llegó la primera carta de la que se tiene constancia, fechada en 1850. Poco después, Susan se mudó a Baltimore para dar clases en la escuela para señoritas Robert Archer y, a partir de ese momento, pasó a formar parte del círculo familiar de los Dickinson.

Las misivas de esa primera época son «muy ardientes, muy juveniles, no hay duda ninguna, son las típicas cartas de amor, amor», sostiene Ana Mañeru Méndez, en conversaci­ón telefónica con ABC. En una de ellas, escrita un «viernes por la tarde» (no solía fecharlas), Emily se expresa así▶ «Susie, perdóname Querida, por cada palabra que digo – mi corazón está lleno de ti, nadie sino tú en mis pensamient­os, pero cuando intento decirte algo no mundano, me faltan palabras; Si estuvieras aquí, y Oh, ojalá estuvieras, Susie mía, no necesitarí­amos ni siquiera hablar, nuestros ojos susurraría­n por nosotras, y con tu mano firme en la mía, no necesitarí­amos palabras». Sus confesione­s no eran sólo de caráctar

Las misivas, cuyos originales (imágenes a izquierda y derecha) están en el Amherst College y Harvard, han sido digitaliza­das por Martha Nell Smith y Ellen Louise Hart íntimo y pasional. Para Emily, Susan, que también escribía, era, además, una compañera intelectua­l, un alma gemela que trascendía la esfera terrenal. A ambas les encantaba Shakespear­e («Querida Sue – / Con la / Excepción de / Shakespear­e, tú / me has transmitid­o / más saberes / que cualquier ser viviente – / Decir eso con sinceridad / es un elogio inusual –», le escribió la poeta en una carta de principios de 1880) y disfrutaba­n leyendo a los mismos autores, de Keats a Emerson, Thoreau, George Eliot, las hermanas Brönte o Elizabeth Barrett Browning, según se deduce de los comentario­s deslizados en las cartas. De hecho, a veces Emily usaba personajes de sus lecturas favoritas como metáforas o códigos para expresar sus sentimient­os hacia Susan

‘Cartas de Amor a Susan’

Emily Dickinson. Sabina Editorial. Edición y prólogo de Ana Mañeru Méndez. 292 páginas. 20 euros.

Aunque en su relación hubo, como en todas, momentos para el pesar y la desazón, tal y como demuestra una carta enviada por la poeta a mediados de la década de 1850, en la que se lamenta por las dificultad­es a las que debía enfrentars­e su amor, y que comienza así▶ «Sue – puedes irte o quedarte – Solo hay una alternativ­a – últimament­e discrepamo­s a menudo, y esta vez debe ser la última». Susan se había prometido, el 23 de marzo de 1853 en el hotel Revere de Boston, con Austin, el hermano de Dickinson, aunque la depresión en la que cayó, fruto del miedo que tenía a la consumació­n del matrimonio, hizo que la boda se retrasara tres años, hasta el 1 de julio de 1856. La pareja se trasladó a vivir a una casa contigua a la de la familia Dickinson, con lo que Emily y Susan pasaron, entonces, a ester separadas, físicament­e, sólo por un seto, sin que se interrumpi­era, en ningún momento, su relación por correspond­encia, pese a los intentos de Austin de que así fuera, llegando, incluso, a ocultarle a su mujer las cartas («No sé nada de la privación de tu ‘conversaci­ón espiritual’ con mi hermana», se justificó él cuando su esposa le acusó de interferir en su contacto). Emily nunca renunció a Susan, pues era su «inspiració­n divina» (en la primavera de 1872 fueron vistas yendo juntas a misa), pero, a raíz de aquel matrimonio del que nacieron tres hijos, una niña y dos niños, las misivas se tornaron más crípticas, sintéticas y enigmática­s, más poéticas, en esencia. «Su pecho está hecho para perlas, / Pero yo no era un ‘Buceador’ – / Sus sienes están hechas para tronos / Pero yo no tengo cresta, / Su corazón está hecho para el hogar – / Yo – un Gorrión – construyo allí / Dulce de ramitas y guitas / Mi nido perenne», reza una carta datada entre 1859 y 1860 y de la que el nombre de Sue, que en el manuscrito original está en el reverso, fue borrado. Mañeru Méndez plantea, en el prólogo del libro, la posibilida­d de que fuera Mabel Loomis Todd, que tuvo una relación con Austin Dickinson estando éste casado, quien lo borrara, ya que «en su edición de ‘Cartas’ de 1894 atribuyó ser el destinatar­io de esta carta a Samuel Bowles, editor del ‘Springfiel­d Republican’ y amigo de Emily y de Susan».

«Las cartas son preciosas, muy tiernas, en algunas hay mucho sentido del humor. Son muy cotidianas, hablan de lo que pasa cada día, de los hijos de Susan, del dolor… Se ve que tenían la vida absolutame­nte compartida», resume Mañeru Méndez durante su conversaci­ón con este periódico. Emily escribió, estando ya muy enferma, la última misiva a Susan, a modo de despedida, poco antes de morir▶ «Gracias, / querida Sue – / por cada / consuelo –». Fue Susan la que, en un último acto de amor y entrega, amortajó el cuerpo de la poeta, que falleció el 15 de mayo de 1886. Poco después, doliente y enlutada, escribió un hermoso obituario que apareció publicado en la prensa local. La sobrevivió catorce años, aunque murió en el mismo mes, y sólo tres días antes.

Intervenci­ón

Los primeros editores de la obra de Dickinson la mutilaron y censuraron las partes ‘menos adecuadas’

hacía Asensio, muy entonado y con la zurda elocuente, muy precisa.

Osasuna respondía con ráfagas de control de la pelota, con un buen trato al balón, y con un juego ambicioso, nada mezquino, pero la realidad es que no tenía ocasiones. El Madrid sí había tenido varias, aunque (apliquemos el realismo) a partir de centros laterales. Su juego fue decayendo hasta el descanso y la sensación continuó empezada la segunda parte. Tras el espejismo hazardiano, la realidad del Madrid se parecía mucho a la de los últimos tiempos▶ su mayor peligro, su único peligro, para ser precisos, era un defensa, Militao, subiendo a rematar.

Lo mejor del partido ya eran dos defensas▶ Militao por un lado, Aridane por el otro.

Los cambios de Zidane

Osasuna se estaba espesando y el Madrid no carburaba. Zidane extirpó la banda izquierda al completo, por nula, y salieron Rodrygo y Miguel Gutiérrez, que en su primera carrera ya mejoró el partido de Marcelo. Rodrygo también mejoró a un insustanci­al Vinicius. Ojo a Rodrygo que lleva unos partidos veloz y driblador, regateando no solo en seco, sino en carrera. Ese regate en carrera es un salto en su fútbol.

Era algo, pero aún poco. El Madrid necesitaba más, lo que fuera, y en el banquillo ya solo quedaba Isco. Tendría por delante veinte minutos para estructura­r el ataque, que es algo paradójico y muy difícil en el Madrid porque lo peligroso estaba detrás▶ Casemiro y Militao.

¿Cómo conseguir que ellos estén arriba y alguien defienda?

¡Pues lo logró! Córner de Isco y remate de Militao en el segundo palo, haciendo una especie de moonwalk

sea y el Sevilla. Nacho, que descansaba con vistas a la batalla de Inglaterra, ocupó su lugar.

Blanco, al primer equipo

Esta nueva baja era la confirmaci­ón del límite físico que define el estado del Real Madrid. No hay gasolina en el plantel. Kroos también se sentía tocado y por eso no fue titular. Zidane ha gestionado esta difícil situación con rotaciones que se han convertido en obligatori­as. A pesar de todo, las victorias siguen marcando el devenir del equipo, que lucha contra todo para pelear por dos títulos.

La tensión por la importanci­a del resultado, con la Liga en liza, dejó en segundo plano el buen partido de Antonio Blanco, veinte años, nacido en

Montalbán, tierra de ajos. El cordobés le puso picante al centro del campo madridista con su presión constante al rival y sus pases precisos. Ayer compartió otra vez once con Casemiro, pero el andaluz se situó como pivote y el brasileño giró hacia la derecha. Será futbolista de Zidane la próxima temporada. Ejercerá como medio centro suplente de la plantilla en el futuro. La entidad no hará una contrataci­ón para esa posición. El fichaje estaba en casa, en La Fábrica, en el Castilla.

Ganador de la Youth League con Raúl al mando, Blanco tiene un apellido que lo dice todo. Su personalid­ad para dar pases en ataque y disparar a puerta sin pensárselo demostró un carácter que gusta en un chaval que no se arruga al lado de los consagrado­s. El cordobés fue una inyección de energía en un conjunto desgastado por esas 54 lesiones y una plaga de Covid-19 que ha diezmado al campeón vigente durante toda la campaña.

Miguel Gutiérrez, otro jugador de futuro, sustituyó a Marcelo en busca de savia nueva por la izquierda. El chaval es un lateral de clase, con velocidad. Zidane lo intentó todo para encontrar el gol con una marcha más, la de los jóvenes. Militao y Casemiro solventaro­n el dramatismo del resultado en unos minutos.

Isco entró por Hazard, que disputó setenta

Militao Marcó su primer gol, que premia su rendimient­o en ocho encuentros magníficos que le han dado el puesto

minutos y se marchó lamentando su partido, discreto. Comenzó bien y después se diluyó, lo mismo que el brasileño Vinicius, que no estuvo mal y fue relevado por Rodrygo, que fue quien cambió el ritmo del encuentro. Su rapidez y su regate encerraron a Osasuna.

Militao cabeceó cuatro veces y a la cuarta fue la vencida. El tanto premiaba el rendimient­o fenomenal del brasileño desde que saltó a la titularida­d. Suma ocho partidos magníficos. Se ha ganado el puesto tras dos años de críticas por una falta de continuida­d que ahora ha conseguido y ha aprovechad­o bien.

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