País destrozado
La demografía cayó en picado y la industria fue arrasada tanto por franceses como por ingleses, interesados en acabar con fábricas que rivalizaban con ellos.
Patrimonio destruido
Los distintos bandos derribaron castillos, iglesias y robaron obras de arte como trofeo. En muchos casos nunca volvieron. Incluso la Alhambra casi salta por los aires. sumir después de años de sangrienta lucha», asegura el historiador Philip Dwyer, uno de los mayores expertos mundiales en el emperador destronado. En otra época, Carlos IV hubiera sido un monarca dichoso, con un reinado estable, un vigoroso mecenazgo cultural y un final plácido. No así en tiempos de la Revolución francesa y de su fruto más inesperado, Napoleón Bonaparte, un genio entre el viejo y el nuevo mundo que cabalgó por el continente descorchando estados, tumbando dinastías, humillando a reyes que se creían
La contienda contra el francés también fue una guerra entre españoles, patriotas y afrancesados, que dio inicio a una serie interminable de conflictos.
Pérdidas en América
Frente a la ausencia de autoridad, el germen de la independencia creció en las posesiones americanas, agitadas por la pérdida de influencia naval de España. colocados por Dios y reestructurando las fronteras como si fueran de barro. La infalible maquinaria militar prusiana saltó por los aires a su paso, la milenaria dignidad Habsburgo tuvo que plegarse tras la batalla de Austerlitz y la inestable Monarquía católica también hincó rodilla. El tsunami Bonaparte sorprendió a los Borbones españoles atrapados en una serie de luchas intestinas entre el advenedizo Godoy y Fernando VII, sin comprender la envergadura de la amenaza hasta el último momento. El gigantesco Imperio español
JOSÉ I
FERNANDO VII
La contienda sorprendió al heredero, que acababa de robarle el trono a su padre, entretenido en conspiraciones regias. Se pasó la guerra cautivo tras renunciar a la corona, mientras la nación española se levantaba en su nombre