Francia destrona a Napoleón▶ es acusado de dictador, racista, homófobo y colonialista
el imperio colonial. No era un ideólogo racista. Era un autoritario sin escrúpulos».
El ejército de los historiadores favorables a Napoleón se ha visto forzado a aceptar la revisión en curso, haciendo valer, sin embargo, los rostros bien conocidos del emperador que conquistó el poder con un golpe de Estado glosado por Marx. Jean Tulard, especialista emérito en Napoleón, recuerda cuestiones esenciales de la herencia bonapatista en la escena nacional▶ «¿Cómo olvidar que él fragua nuestra organización territorial, es el padre de nuestro Código Civil, que consagra las libertades básicas, la igualdad y el fin de los derechos feudales? Sin duda, conquistó el poder con un golpe de Estado. Pero ese golpe de Estado consagró las conquistas de la revolución. Cuando sus detractores lo presentan como un precursor de los dictadores del siglo XX olvidan cuestiones básicas. Sin duda, su autoritarismo, su sentido del Estado fuerte, su desprecio del régimen parlamentario, su imperialismo, su genio de la propaganda, todo hace pensar que fue un precursor de las tiranías totalitarias, pero, bueno, Napoleón no tenía el delirio racista de sus sucesores ni defendía una ideología criminal».
Tras el fuego cruzado de la revisión feroz de la herencia y el mito bonapartista, la celebración del bicentenario de la muerte de Napoleón culmina con un esperpento. Creyéndose originales, los gestores del cuidado de la tumba de Napoleón, en el Hotel de los Inválidos, decidieron encargar e instalar, sobre el mausoleo, una «obra de arte contemporánea», encargada al escultor Pascal Convert. La instalación de esa obra sobre el mausoleo de la tumba de Napoleón ha provocado una nueva y agria polémica. Convert ha imaginado una escultura en acero que tiene la forma del esqueleto de ‘Marengo’, el caballo preferido del emperador, que montaba en la batalla de Waterloo. La indignación de los historiadores es doble. Napoleón tuvo otro centenar de caballos. Pero ‘Marengo’ recuerda la humillación de Waterloo, cuando el caballo imperial fue capturado por las tropas de Wellington. A juicio de los historiadores, comenta ‘Le Figaro’, se trata de «algo indecente y escandaloso».