El Barça crece y aguanta
∑Defiende su candidatura a la Liga con una remontada ante el Valencia. Messi mantiene vivo a su equipo antes del duelo crucial contra el Atlético
Siempre hay un momento en que un equipo, un país, una familia, una persona tienen que decidir qué es lo que quieren y si realmente lo quieren. A veces nos parece que queremos algo y simplemente es que nos gusta la idea. A veces lo queremos, pero no estamos dispuestos a pagar el precio. Y en tantas y tantas ocasiones descubrimos que donde llegan nuestros supuestos sueños no llega nuestra supuesta fuerza. El Barça estuvo ayer, más que frente al Valencia, que es cierto que suele ser un rival complicadísimo, frente a su propia historia, frente a su destino. Ganar o no ganar y no sólo el partido. También, y sobre todo, su lugar en el mundo.
Pedri empezó mal, fallando un remate que le había servido De Jong en bandeja. No era la clase de ocasión que puede fallar un equipo que dice en serio que quiere ganar la Liga. La sombra del Granada ahí estaba, apareciendo y desapareciendo, como un fantasma. El Barça lo hacía todo para marcar, salvo marcar, y la impotencia se parecía a tantas otras impotencias, con un dominio indiscutible de los azulgrana pero que no acababa de sustanciarse en nada.
Poco a poco el partido se fue equilibrando, y daba la sensación de que si el Barça no marcaba lo acabaría haciendo el Valencia, que iba desplegando su juego sin demasiado talento, pero con peligro creciente. Se fue apagando la ya de por sí la poca luz que los de Koeman –sancionado– habían mostrado de entrada, y los locales se fueron sintiendo cómodos en el partido, reduciendo al Barça a su posesión meramente retórica, sin profundidad ni nada más que tener la pelota por tenerla. Somos lo que queremos, y el Barça no parecía querer gran cosa, y sin pena ni gloria, pero con el peso de su necesidad desatendida y de un fútbol que empezó siendo prometedor y acabó seco de cualquier esperanza. Llegó el descanso y la sensación era la de un equipo sin imaginación y sin recursos más allá de la obviedad que le colapsaba. Desesperante pasividad, como si Koeman no entendiera que tal como estaban lads cosas, la Liga estaba perdida y que si quería algo tenía
m.50▶ Gabriel Paulista. Griezmann. m.69▶ Messi. m.58▶ Messi.
m.83▶ Soler.
m.63▶
(Comité murciano). Mostró cartulina amarilla a los locales Racic y Lato, y al visitante Ter Stegen. que salir a buscarlo. Las segundas partes del Barça, esa película de terror, no prometían gran cosa, y Koeman volvió del descanso sin cambios.
Golpe de Paulista
El Valencia empezó a exprimir la desesperación azulgrana y Gabriel Paulista, en el 49, marcó de cabeza a puerta vacía. El 2 a 0 estaba mucho más cerca que el empate y este Barça emergente y bienintencionado no parecía disponer aún del carácter que hace falta para estar a la altura del destino. No es grave, es un equipo joven y por hacer, pero era significativo. Sentimiento y destino son una sola cosa, y lo que no consigues es porque no lo deseas con suficiente fuerza y talento. Pero que tú seas débil no significa que tu rival no pueda igualarte en confusión, y en tristeza, y esto es lo que hizo Lato, con una mano innecesaria, clarísimo penalti. Messi, para alargar la metáfora de lo que no se desea, lo falló, aunque a continuación, para corregirla un poco, marcó tras varios rebotes. Intercambio de incapacidades entre un equipo y otro, triste disputa entre equipos que se batían en el desacierto. Pero incluso en esta dinámica, poco halagüeña, el Barcelona se lo tomó un poco más en serio y marcó el segundo, muy oportuno Griezmann. Asomó el carácter que tras el descanso había desaparecido, y los mismos jugadores alicaídos encontra