El muchacho que no quería ser central
De niño era interior en el Sao Paulo y Geraldo le hizo defensa. Hoy es el mejor del Madrid
No le gustaba el fútbol y hoy es el mejor central del Real Madrid, con permiso de Nacho. De niño, sus aficiones eran la cometa y la bici. Hoy vuela alto y marca goles decisivos. «No era un gran seguidor del fútbol», reconocía Éder Militao cuando comenzó a destacar en el Sao Paulo. Fue su padre, Valdo Militao, que jugó en el Corinthians y en otros equipos brasileños de menor fuste, quien se encargó de hacerle que le gustara el balón, hasta llegar a ganar la Copa de América con Brasil y ser jugador del Real Madrid. Y eso que esto de la pelota no le atraía. Ahora, con goles también decisivos como ante el Osasuna el sábado, se ha convertido en un baluarte de Zidane tras dos años en los que no destacó porque sencillamente nunca le dieron una continuidad de partidos para demostrar su valía. Ahora ha disfrutado de ese protagonismo y se ha ganado la titularidad, otrora una quimera.
Su padre es el culpable. A los doce años le inscribió en el Proyecto Camiseta 10, dirigido por su colega Agnello Souza. Valdo le vio jugar con sus compañeros y observó una velocidad, una calidad en el pase y una capacidad ofensiva que le hizo acudir a su amigo y apuntar a Éder. Su chaval, a los 13 años, era mejor que los de 15, que ya eran palabras mayores. Lo llevó a pasar las pruebas del Sao Paulo. A la tercera lo cogieron. Diez años después ha hecho olvidar los 50 millones pagados por el Madrid al Oporto en 2019, el precio más caro abonado en la casa blanca por un defensa.
Aquella decisión de papá de insistir tres veces en el Sao Paulo cambió la vida del zagal, que sin embargo se tomó aquel reto como un juego, sin obsesión. «La paciencia es mi virtud, nunca me desespero», subraya el brasileño. Le salió bien. Con esa edad
Lejos de la pelota
Militao no era forofo del fútbol, le gustaban la bici y la cometa; Valdo, su padre, le llevó
hacia el balón
dejó su casa de Sertaozinho y pasó a vivir interno en la sede de la cantera de Cotia, donde se forman los chicos, a 346 kilómetros de sus padres. Hoy triunfa a más de ocho mil kilómetros de distancia, en el Real Madrid. El sacrificio ha merecido la pena.
Cuando llegó al centro de entrenamiento del Sao Paulo hace diez años jugaba de interior. Pasados seis días, su entrenador, Geraldo, inolvidable en su carrera, le cambió de posición. Primero le puso como mediocampista de ataque, pues tenía buen disparo. Pero acabó siendo central. Ese puesto no le gustó a Éder, quería tener el balón, no defender. Su padre le dijo que si eligieron hacerle central era porque vieron cualidades para ello, gracias a su velocidad y su buen rendimiento aéreo. Acertaron. Hoy es básico para Zizou.
Allí, en Cotia, no dejó de jugar con la cometa. Le relajaba. Pensaron en prohibírselo, pero al ver la felicidad que sentía al volarla, los dirigentes de la cantera dijeron que le dejaran manejarla. Era su forma de superar la presión. Hoy también la ha superado en el Real Madrid, tras soportar críticas muy duras para un joven que jugaba de vez en cuando. Ahora se ha asentado en el once titular del técnico francés. En el Real Madrid juegan Militao y diez más.