ABC (Andalucía)

Pese a todo, España no puede darse el lujo de prescindir de Ángel Gabilondo

JON JUARISTI

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LA izquierda madrileña olvida a sus clásicos. Si es cierto que, como Joaquín Sabina cantaba, «sólo en Antón Martín hay más bares que en toda Noruega», arremeter contra las tabernas en vísperas del 4-M equivalía a suicidarse. Lo hicieron. Un poco de prudencia no habría estado de más, pero ganaron la estupidez y la pereza mental. Condenar las cañitas y escandaliz­arse ante las colas del hambre entraba en disonancia cognitiva, como se dice ahora. No hacía falta ser un sociólogo como Tezanos ni un filósofo como Gabilondo para olérselo. Bastaba con un somero análisis concreto de la situación concreta, que decían los maoístas de mi juventud. Si las tabernas se arruinan, los taberneros se van a las colas del hambre. Algo que Díaz Ayuso, tan cortita ella según la lumbrera del CIS, había entendido desde que el sanchismo la emprendió con Madrid. Por eso Gabilondo resultaba tan patético soltando el moco a todas horas con lo de las colas del hambre por aquí y las colas del hambre por allá. El PSOE necesitaba un agitador de los de antes, de los que conspiraba­n en las tabernas (un

Facundo Perezagua, pongo por caso, que llevó el socialismo a Bilbao y montó su propia taberna para difundirlo entre los obreros de las minas). En lugar de ello optó por un fraile carlista que no le ha durado a Díaz Ayuso ni medio asalto.

Por otra parte, y toda vez que Gabilondo convive con el latín, no se entiende que haya ignorado de una forma tan ostentosa que taberna valía en su origen por ‘tienda’ o ‘pequeño comercio’ en general. Alguien de su entorno inmediato tendría que haberle explicado que ese sentido ancestral del término podría actualizar­se si los socialista­s se empeñaran en disfrazars­e de Salvation Army. Así ha sucedido. Díaz Ayuso, de modo intuitivo (ya que, según Tezanos, es muy inculta), rescató y resucitó la taberna como metáfora de la pequeña empresa, y no sólo de eso, sino de las libertades cívicas, porque taberna en el latín de la Roma republican­a significab­a también casa o habitáculo, dominio privado del ciudadano libre. Casa y no prisión, no ergástula para esclavos (¿os recuerda algo, socialfasc­istas?). Díaz Ayuso, pobrecita tonta, ha puesto la lengua española en pie de guerra y la ha lanzado a la batalla. La lengua española, no los adoquines. La lengua española os ha arrebatado Madrid delante de vuestras narices y a pesar de todos los cinturones rojos y cordones sanitarios, tíos listos del CIS y del Cervantes y de la RAE.

Pobre Gabilondo. Antiguos colegas suyos, filósofos neandertal­es ya jubilados o a punto, mis contertuli­os del Clan del Oso Tabernario, con sede errante como la del barril de ron de Chesterton, me encargan que llame a una campaña para que no acabe en una cola del hambre. Salvemos al soldado Cromañón. Exijamos a Sánchez que le dé otra oportunida­d. Que cree para él un ministerio. ¡Gabilondo ministro, aunque sea de Marina (incluso de Marina Le Pen)!

Asegura el embajador colombiano que se están investigan­do todas las muertes ocurridas en los diez días de protesta que han sacudido su país. Y deja entrever, como hiciera el presidente de Ecuador, que la revuelta esté agitada ahora por grupos a los que la reforma fiscal (ya retirada por Duque) les interesa menos que sembrar el caos. Se niega a hablar de abuso policial cuando hay casi 800 agentes heridos en una revuelta donde se han requisado 244 armas de fuego y más de 6.000 blancas.

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ISABEL PERMUY

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