Maria me dice pero bueno, a estos quién les ha educado
CADA día antes de acostarnos, en lugar de contarle un cuento a Maria, le pongo un vídeo de YouTube con los mejores momentos del juez Marchena durante el juicio del proceso independentista. Hay muchas frases graciosas, como cuando el abogado Pina le dice▶ «No, no, no»; y su señoría responde▶ «¿Cómo que no, no, no? Claro que sí, sí, sí», o el momento impagable en que le recuerda al letrado Van den Eynde que «las preguntas hay que traerlas pensadas de casa». A mí me emociona particularmente cuando el pobre tonto de Quico Homs insiste en hacer lo que el juez le ‘ha sugerido’ que no haga. «No es una sugerencia. Yo le digo que es una sugerencia para que usted me entienda, pero no es una sugerencia».
Pero lo que más impresiona a mi hija es cuando el presidente del tribunal advierte a uno de los testigos de que «no confunda el escenario», y más adelante, le dice también al abogado Pina▶ «Usted no me puede interrumpir a mí; yo a usted sí le puedo interrumpir».
Maria me dice pero bueno, a estos quién les ha educado. Y tiene toda la razón. A veces me pregunto si no será temerario el grado de acceso al mundo de los adultos que le doy a mi hija, pero si puede asistir a los grandes restaurantes en lugar de quedarse en casa con Betty, y participar en las conversaciones con mis amigos, es porque tiene claras las jerarquías y trata con sumo cuidado al camarero, dándole las gracias y pidiéndole las cosas por favor; a mis amigos nunca les interrumpe y se dirige a ellos con todas las bromas y afecto pero observando siempre la consideración que debemos a las personas que nos aventajan en edad; y por supuesto jamás olvida el respeto a papi, y me basta con una mirada para que se dé cuenta cuándo está a punto de sobrepasar la delgada línea roja, siempre tan delgada.
Por eso no puede entender la representación tan pobre de Cataluña en el juicio –«parecen imitadores de un programa de humor»–, ni que en tantas ocasiones el presidente del tribunal les tenga que recordar cuál ha de ser su comportamiento. A ninguno de los que el juez Marchena tuvo que reprender los recuerdo en los grandes restaurantes de Barcelona, ni por supuesto de Madrid. Si Cataluña ha llegado a esta triste depresión no ha sido por un problema político sino por un problema de educación. No son presos políticos, son presos maleducados, que no entienden las jerarquías, ni dan las gracias, interrumpen todo el rato, y no han entendido que la libertad es imposible si no sabes leer una mirada de tu padre.
Lo que ha pasado en Cataluña es que tenemos a unos políticos que la primera vez que entraron en Via Veneto –El Bulli ni lo olieron– fue con su sueldo público, porque sus familias no les educaron en los restaurantes, que son la primera noción política, sino yendo de excursión y en siniestras calçotadas. El independentismo no entiende qué es un Estado porque no sabe utilizar correctamente los cubiertos. El drama del juez Marchena no fue que tuviera que desmantelar una trama golpista sino que no se la pudo tomar en serio.