La escalada provoca en EE.UU. una crisis entre los demócratas
nos uno de los casos, si bien ha defendido que ha respondido a una serie de ataques violentos y ha acusado a los manifestantes de lanzar piedras y artefactos incendiarios contra los uniformados, según la prensa de Israel. De acuerdo con las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), unos 3.000 palestinos participaron en las protestas de este viernes, entre los cuales hay 500 heridos aproximadamente, según ha señalado el Ministerio de Salud palestino.
Además del frente de Gaza, Israel se enfrenta a los graves disturbios que cada noche golpean a las ciudades mixtas del país y que ya deja un muerto, decenas de heridos y cientos de detenidos. Árabes y judíos se enfrentan en batallas campales, hay palizas, destrozo de comercios, navajazos… y para Netanyahu «no hay mayor amenaza para el país que estos problemas internos». En lugares como Lod se ha establecido el estado de emergencia, aunque no ha sido suficiente para calmar la tensión entre comunidades y los medios locales denuncian que la situación está «fuera de control».
Quintas elecciones
El jefe de la Policía, Kobi Shabtai, acusó al líder ultranacionalista sionista Itamar Ben Gvir, posible socio del próximo gobierno de Netanyahu, de avivar las llamas de una «intifada interna» que arrancó «con la marcha que organizó a la Puerta de Damasco en pleno ramadán». El eslogan de esa marcha de radicales judíos fue «muerte a los árabes», el mismo que se ha
EE.UU. continua sin dar pasos decisivos en la crisis. Ayer estaba previsto que llegara a Israel el diplomático enviado por la Administración Biden para el conflicto, Hady Amr, con mucha experiencia en la región, pero con bajo rango dentro del Departamento de Estado (su cargo es subsecretario asistente).
Mientras tanto en Nueva York, la delegación estadounidense bloqueó una propuesta para una tercera reunión de urgencia del Consejo de Seguridad de la ONU. El secretario de Estado, Antony Blinken, aseguró el jueves que EE.UU. ve con buenos ojos una discusión abierta sobre la crisis en la sede de la ONU, pero que es mejor esperar un poco más «para dar tiempo a que la diplomacia surta efecto y ver si tenemos una desescalada real».
Biden, sin embargo, se enfrenta a una división interna al respecto. extendido por el resto de ciudades mixtas del país.
Los palestinos de Israel suponen un 20 por ciento de la población del país y salieron a las calles en señal de protesta por el intento de desalojo de familias palestinas en el barrio de Sheikh Jarrah, en la parte este de Jerusalén, y sobre todo por los dos asaltos policiales a la mezquita de Al Aqsa durante el ramadán.
Estas son las dos chispas que han encendido un fuego que se ha extendido a Gaza de manera sangrienta.La grave crisis de seguridad golpea a un Israel que sigue sin gobierno. Los frentes de Gaza de las ciudades mixtas han hecho saltar por los aires las conversaciones que mantenían para formar un gobierno de unidad Yair Lapid y Naftali Bennet.
Las corrientes izquierdistas demócratas han dejado claro su malestar con la reacción de EE.UU. y su escaso apoyo a la causa palestina. En una sesión del jueves por la noche en la Cámara de Representantes, diputados de ese ala, como Rashida Tlaib, criticaron con dureza que la Administración Biden «no reconozca el ataque a familias palestinas, no haga mención de niños detenidos y asesinados» y aseguró que «los palestinos no se irán a ningún lado, no importa cuánto dinero mandéis al Gobierno de ‘apartheid’ de Israel».
Alexandria Ocasio-Cortez defendió que si Israel tiene derecho a defenderse, una posición en la que insiste la Administración Biden por el lanzamiento de cohetes de Hamás, «los palestinos tienen derecho a sobrevivir» y denunció un «desequilibrio de poder» entre ambos bandos.
La que se había bautizado como «coalición del cambio», que tenía la posibilidad de apartar a Netanyahu del asiento de primer ministro, se aleja y Bennet renuncia al puesto de primer ministro que le había ofrecido Lapid de manera rotatoria. Bennet, político ultranacionalista y exlíder de los colonos, confesó a sus más cercanos que no veía viable la unión de fuerzas propuesta por Lapid porque el resultado sería un gobierno incapaz de hacer frente a los graves problemas que afronta el país y «la seguridad es lo primero».
La opción de Bennet es ahora volver a apoyar a Netanyahu, aunque este giro tampoco será suficiente para alcanzar los 61 escaños y el país parece abocado a unas quintas elecciones.
JOSEP Borrell ha hablado en el Real Instituto Elcano con gran realismo sobre la escalada de violencia en Oriente Próximo, la peor desde 2014, al reconocer que Europa no tiene capacidad de presión sobre Israel. El Alto Representante ha añadido que la UE cumple un importante papel ayudando a Palestina a sobrevivir, con ayuda humanitaria y financiera, pero no puede ir mucho más allá. Se agradece que por una vez un político en ejercicio deje atrás los excesos de retórica tan comunes al asomarse a un conflicto que parece irresoluble. No obstante, la visión pragmática que sugiere Borrell obliga a convivir con una incómoda impotencia ante la destrucción de vidas humanas y de unos mínimos de convivencia.
Cada cierto tiempo, los ataques y las hostilidades en la región cobran proporciones terribles, debido sobre todo a razones políticas internas, tanto del gobierno israelí como de las autoridades palestinas. Israel es la única democracia en Oriente Próximo y el aliado de referencia para todos los países occidentales. Pero hay que reconocer que bajo Benjamín Netanyahu ha sufrido un deterioro democrático serio, una versión peor de lo sucedido a Hungría y a Polonia con su colección de hombres fuertes y sus decisiones dirigidas a minar la separación de poderes y debilitar la libertad de expresión. Por su parte, Hamás controla Gaza y no permite que haya elecciones ni nada parecido a un gobierno que rinda cuentas y funcione con independencia de los países que patrocinan el terrorismo y abiertamente persiguen la aniquilación de Israel.
En Estados Unidos, el único actor con capacidad real de frenar el conflicto, el presidente Biden sigue la senda de Barack Obama y con pragmatismo se niega a dejarse atrapar por este ciclo imparable de odio y desesperanza. Por ahora, Biden rechaza que el Consejo de Seguridad se reúna de urgencia y pide tiempo para que prosperen las gestiones diplomáticas que buscan la desescalada y el alto el fuego. No es que la Casa Blanca mire para otro lado, sino que da un paso atrás y recalibra sus prioridades globales, que ya no pasan por Oriente Próximo.