Lío a la gallega
Si Feijóo cree que el modelo gallego funciona de la misma forma en el resto de España le auguro próximas y sonadas equivocaciones
FEIJÓO ha tardado muy poco en meterse en el charco del debate territorial. Lo suyo sería llamarlo debate nacional, pero al gallego lo que le sale es cambiar el punto de vista y poner el foco no en lo que une, sino en lo que diferencia a una comunidad autónoma del conjunto de España. Su error ha sido triple. En primer lugar ha llevado a Cataluña un planteamiento que tal vez sea válido en Galicia, donde no ha hecho fortuna la bandera de la secesión, pero no en el epicentro del terremoto independentista. Lo que les dijo a los empresarios catalanes que ‘escoltaron’ con más entusiasmo que indiferencia la convocatoria del referéndum ilegal del 17-O fue, poco más o menos, que estaba dispuesto a rescatar la literalidad del artículo 2 de la Constitución, redactado por los constituyentes para distinguir a las tres nacionalidades históricas –esa fue la denominación que se les dio en el 78– de las catorce comunidades restantes. Menuda estupidez. En la Cataluña de pulsión identitaria no hay clientela para esa mercancía. No queda un solo indepe, a estas alturas, que se conforme con eso. Por lo demás –y ese fue su segundo error– la referencia constitucional a las nacionalidades históricas está obsoleta. Puede ser jurídicamente absurdo que leyes de rango inferior terminaran enmendándole la plana a la Carta Magna, pero lo cierto es que la Loapa, con las bendiciones posteriores del Tribunal Constitucional, instauró el principio del café para todos y se cargó, de facto, el enfoque del hecho diferencial que quisieron consagrar los constituyentes creyendo que de esa forma erradicaban las amenazas que la llamada cuestión catalana –y vasca– habían supuesto en la historia reciente de España. La consecuencia es que ya no se puede hablar de nacionalidades de primera y de segunda. Ese es un debate superado por los acontecimientos que Feijóo ha rescatado de manera insensata sin que viniera a cuento. Creo que entiendo su punto de vista: quiere ganar las elecciones y sabe que para lograrlo necesita sacar a su partido de la marginalidad en Cataluña y en el País Vasco. Lo que no entiendo es en qué se basa para pensar que la mejor manera de lograrlo es reivindicando el concepto de nacionalidad histórica.
Si cree que el modelo gallego funciona de la misma forma en el resto de España le auguro próximas y sonadas equivocaciones. La consecuencia de esta ha sido el lío morrocotudo en el que ha metido a Elías Bendodo, su sobresaliente de espadas en Génova, en vísperas de las elecciones andaluzas. Bendodo ha querido aclarar las declaraciones de su jefe ante los empresarios catalanes y se ha metido en un jardín de padre y muy señor mío que tiene en un ay a los barones del PP y en una orgía de satisfacción a los dirigentes de Vox. Ese ha sido el tercer error de Feijóo: poner de manifiesto su gran empanada mental sobre la idea de España. Pincho de tortilla y caña a que del lance sale trasquilado.