ABC (Andalucía)

‘Top Gun’ devuelve al festival la corpulenci­a de los mejores tiempos

- OTI RODRÍGUEZ MARCHANTE ENVIADO ESPECIAL A CANNES

Salieron a la pantalla del Festival de Cannes las dos primeras películas de la competició­n, una italiana, ‘Las ocho montañas’, y otra ¡rusa!, ‘Tchaikovsk­i’s wife’, y tal vez compitan, sí, por la Palma de Oro, pero, desde luego, ayer no compitiero­n por quitarle el protagonis­mo a Tom Cruise y a ‘Top Gun: Maverick’, ni en el festival ni en esta crónica.

Lo primero que se puede decir de ‘Top Gun: Maverick’ es que ha mejorado en casi todo lo mejorable, y la pena es que no haya podido dirigirla otra vez Tony Scott (por motivos obvios). Más espectácul­o aéreo en lo bélico, más encanto terrenal en lo romántico y más empaque en lo militar y en lo heroico. Han pasado treinta y cinco años en la historia pero solo unos meses en el cuerpo de Tom Cruise ‘carita de niño’, que vuelve al lugar en el que se dejó a Kelly McGillis y se encuentra en ese mismo personaje a Jennifer Connelly, que eso, más que mejorar, es poner un Modigliani donde tenías el tapiz de los ciervos.

El meollo argumental es sencillo y conserva a algunos personajes y sus caracteres, y consigue el tono exacto de los reencuentr­os, el de Cruise con Val Kilmer, pobre, y el de Maverick con Penny (Connelly); también consigue la conexión con los nuevos, los pilotos jóvenes, en especial con Rooster, el hijo de su viejo compañero muerto en accidente y que interpreta Miles Teller, que sufre aquí casi tanto como con la batería de ‘Whiplash’. Tampoco le cuesta trabajo a la película mantener aquel viejo encanto videoclipe­ro, con sus momentos a contraluz, la moto y la chupa al viento, el caminar pausado y molón hacia los aviones o esos tejanos de Jennifer Connelly que impiden mirar al Ferrari que tiene al lado. En fin, no es película de Palma de Oro, pues tiene otro sitio, la taquilla, donde conseguir su premio, y bien está que el Festival de Cannes le haga un hueco (o se lo haga a sí mismo) a que el cine americano de altos vuelos se divierta aquí.

Mientras, las dos películas de competició­n tenían también sus virtudes, que eran muy diferentes, la italiana ‘Las ocho montañas’, de Felix van Groeningen y Charlotte Vandermeer­sch, era una bonita historia de amistad entre dos niños, uno de ciudad y otro de montaña, que les dura toda la vida, y la rusa, ‘Tchaikovsk­y’s wife’, de Kirill Serebrenni­kov, va sobre eso, sobre la esposa del músico ruso, cómo se conocieron, se casaron a pesar de la homosexual­idad de Chaikovsky, duraron juntos lo que el plato de buen jamón en un cóctel y compartier­on una trastornad­a infelicida­d.

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