ABC (Andalucía)

EL OTRO DRAMA ENTRE ‘PADRES’ E HIJOS

DONANTES QUE EXIGEN SEGUIR SIENDO ANÓNIMOS

- BEATRIZ L. ECHAZARRET­A MADRID

En las universida­des españolas, entre carteles de «se busca compañero de piso» y «se venden apuntes de Civil», lleva años colándose un anuncio mucho más efectivo de lo que pudiera pensarse: «Dona tus óvulos, ayuda a otra mujer a ser madre».

A Beatriz, que hoy tiene 30 años, le llamó la atención aquel cartel cuando empezó a estudiar Historia en la Universida­d de Cantabria. Necesitaba dinero para poder pagarse la matrícula y llegó a hacerse seis extraccion­es de óvulos (el máximo que permite la ley): se llevó 600 euros por cada una. Lo llevó en secreto, porque, dice, «ya entonces me parecía raro contarlo» y, desde luego, «agradable no fue».

Esta joven explica que cuando estaba inmersa en el proceso se sintió hinchada, abotargada, con un malestar general: «No me lo advirtiero­n, pero noté como si me pesaran cada vez más los ovarios», pero también experiment­ó cambios de humor e hipersensi­bilidad en la piel.

«No lo hice por altruismo»

Y aunque el recuerdo de aquellos cambios corporales no es grato, por lo que más ha sufrido Beatriz durante todos estos años es por las posibles consecuenc­ias de su acto: «Lo pasé muy mal cuando se habló de que los expediente­s de las donaciones se abrieran a los niños. Yo genéticame­nte tengo hijos por ahí, pero no son míos porque ni los siento ni los quiero. Lo único que me aseguraron es que yo sería anónima, por eso lo hice».

Una década después de su donación, reconoce que «le machaca» que alguno de esos niños pueda tener problemas genéticos. «No me informaron de casi nada. Recurrí a ese proceso por necesidad económica, jamás lo hubiera hecho por cumplir los deseos de un desconocid­o. Entonces necesitaba el dinero para mejorar mi vida y fue como si me cortaran una mano».

Para María, que ‘donó’ su material genético cuando tenía 20 años, fue aún más duro físicament­e: «Notaba como si tuviera dos huevos de Pascua en mi vientre». La donación de óvulos no es buena para la salud reproducti­va de la mujer y «no la recomendar­ía nunca», advierte Gerardo Ventura Serrano, de AEGO (Asociación Española de Ginecologí­a y Obstetrici­a). Este médico también señala que las chicas muchas veces no saben a lo que se exponen. «Me dieron un libro que parecía una Biblia para que lo leyera antes de la extracción, pero no lo hice porque tenía mucha necesidad y debía hacer frente a los pagos de la escolariza­ción de mi hija, que entonces tenía 3 años», recuerda María, que acudió a la clínica Ivi de Almería.

«Cuando desperté de la anestesia, después de la extracción, me dieron el sobre con 800 euros en efectivo. Hay cosas que se me quedaron grabadas: me dijeron que si la familia que había recibido mi óvulo quería ‘repetir’, no me pagarían 800 euros por la extracción, sino 1.200. Aquello me impactó tanto que cambié de teléfono. No quería que volvieran a contactar conmigo nunca más. Están comerciali­zando, lo venden como un gesto altruista, pero no lo es».

de donantes –4.778 en 2020, 4.030 bebés gracias a semen de terceros y 748 gracias a ovocitos– tienen derecho, eso sí, a obtener informació­n general que no incluya la identidad. Sólo en «circunstan­cias extraordin­arias que comporten un peligro cierto para la vida o salud del hijo» se puede levantar ese secreto. Roura, con un test de ADN casero, localizó a cuatro primos hermanos biológicos. Estos parientes le dijeron que no querían desvelar la identidad de aquel que donó con intención de anonimato. Vuelta a la casilla de salida, a su pesar.

La Sociedad Española de Fertilidad (SEF), sin embargo, considera que esta ley es «equilibrad­a» porque conjuga los intereses de las familias que se someten a estos tratamient­os, los donantes y los niños que nacen gracias a este proceso. «Es una situación controvert­ida. Los hijos sostienen que el conocimien­to de sus progenitor­es biológicos conecta directamen­te con su dignidad personal, pero en derecho no hay situacione­s de reconocimi­ento absoluto. Cuando hay varios intereses deben ponderarse. El modelo español es además un éxito para las parejas, en algunos países en los que se suprimió

no les va a mover y que el verdadero reclamo es ayudar a otra mujer». Así, nos encontramo­s con mensajes como: «Muchas mujeres sueñan con la posibilida­d de tener hijos. Ayúdalas».

María asegura a ABC que en los últimos días, que se ha hablado tanto de estos temas, ha sentido el impulso de «desahogars­e un poco», al recordar cómo vivió la donación de sus ovocitos. «Cuando alguna amiga bromea con que puedo tener muchos hijos por ahí, sufro. Me entra un cargo de conciencia enorme y prefiero no pensarlo. Entonces era una niña y no fui muy consciente de lo que hacía, por mi juventud. No le deseo a nadie que pase por este proceso». Sin embargo, y aunque no son mayoría, también hay mujeres que donaron de forma altruista o que tienen el deseo de hacerlo en el futuro.

Así lo ve Alba, a la que le gustaría poder cumplir el sueño de otra familia. «Soy hija de mi madre y de una donación de esperma. Estoy aquí gracias a que una persona quiso dar su material genético, así que me gustaría poder donar mis óvulos». Tanto Alba como su madre, Rosa, creen que en España se debería poner fin al anonimato, aunque la joven nunca haya sentido la necesidad de saber quién fue el donante que hizo posible que ella naciera.

«Los niños que desarrolla­n traumas son aquellos a los que se les oculta la verdad. Escribí un cuento para explicarle a Alba de dónde venía cuando cumplió 3 años. Sin embargo, puede haber quien lo viva de otra manera. Todas las personas tienen derecho a conocer sus orígenes», zanja Rosa.

Pero esa es la idea que precisamen­te martiriza a chicas como Beatriz y María, que no quieren ni siquiera pensar en los niños que llevan su ADN. Echando la vista atrás, muchas lamentan haber mirado el tablón de anuncios de la universida­d en busca de dinero rápido, pero no fácil.

«CUANDO ALGUNA AMIGA BROMEA CON QUE PUEDO TENER MUCHOS HIJOS POR AHÍ, SUFRO. ME ENTRA UN CARGO DE CONCIENCIA ENORME»

«PUEDE HABER MILES DE PERSONAS QUE NO SEPAN SU ORIGEN GENÉTICO. MI MADRE AÚN TIENE ESE TABÚ. SIN UN TEST DE ADN, YO NO ME HABRÍA ENTERADO»

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Miquel Roura descubrió con 15 años que no compartía genes con su padre. Cuando vio que en otros países los hijos de la ‘in vitro’ se estaban movilizand­o, se unió a la asociación NDA Drets
// PEP DALMAU UNA DÉCADA DE BÚSQUEDA Miquel Roura descubrió con 15 años que no compartía genes con su padre. Cuando vio que en otros países los hijos de la ‘in vitro’ se estaban movilizand­o, se unió a la asociación NDA Drets
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María, arriba, relata que la clínica le llegó a ofrecer más dinero si la familia ‘repetía’ de sus ovocitos
// CEDIDA ¿LUCRO? María, arriba, relata que la clínica le llegó a ofrecer más dinero si la familia ‘repetía’ de sus ovocitos

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