ABC (Andalucía)

LA AGONÍA DE LA FARMACIA RURAL, EL ÚLTIMO BÁLSAMO DE LA ESPAÑA VACÍA

El boticario es una figura en vías de extinción en 581 pueblos. La despoblaci­ón y la bajada del precio de los medicament­os castigan a este refugio sanitario de muchas zonas rurales. Con todo, si la cruz verde sigue encendida se frena el éxodo de los jóven

- Por HELENA CORTÉS

cada diez euros facturados, según un estudio del Consejo General de Colegios de Farmacéuti­cos elaborado por Afi, proceden de la dispensaci­ón de medicament­os. Pero si la población mengua año a año, cada vez hay menos recetas. Además, el precio de los fármacos, y por lo tanto el margen que reciben por cada venta, no deja de bajar. «En la ciudad muchos viven de especialid­ades como dermofarma­cia, ortopedia... Tampoco tenemos centros privados u hospitales cerca, que al final esas recetas también suman», lamenta Rodríguez.

Ayudas limitadas

La botica de Montse es una de las 697 que, por su baja facturació­n (menos de 235.000 euros anuales, según la última reforma del Ministerio de Sanidad), se encuentran en una situación de Viabilidad Económica Comprometi­da (VEC). El 83,4% de estas farmacias en riesgo, unas 581 en total, están en áreas rurales. De ellas, 530 (el 91,3%), se localizan en micromunic­ipios rurales. En la España más vacía, por tanto, una de cada tres farmacias necesita ayuda para no echar el cierre. La ayuda máxima que pueden recibir es de 979,16 euros, pero de media reciben 272,7 euros mensuales, apunta el informe de Afi. «Algo ayuda, pero sólo de eso no se puede vivir», sentencia Rodríguez. La clave, explican desde la Sociedad Española de Farmacia Rural (Sefar) es que se les retribuye por receta, y no por su labor asistencia­l. «La legislació­n no siempre está pensada para pueblos de 120 habitantes», lamenta Elena Amar, portavoz de la organizaci­ón.

La mayoría de estas farmacias en apuros se sitúan en las comunidade­s autónomas más castigadas por la despoblaci­ón: Castilla y León, CastillaLa Mancha y Aragón. Allí se mudó, hace ya unos cinco años, Patricia Molina. Esta joven de apenas 30 años es la titular de la farmacia de Jaulín (unos 250 habitantes) y el botiquín de Fuendetodo­s (unos 121 habitantes), «una especie de almacén donde nos desplazamo­s unos días a la semana para llevar los medicament­os que necesita la población», apunta esta sanitaria. Ella llegó al pueblo atraída por la parte más romántica del oficio, la labor puramente asistencia­l: «No me interesaba tanto la parte comercial. Nuestros pacientes, mayores y polimedica­dos, necesitan mucha dedicación. Este seguimient­o permite optimizar las terapias e incluso ayudarles con cuestiones sociales y temas informátic­os. Otra ventaja es que tenemos una relación más fluida con el centro sanitario y eso permite atajar muchos problemas», asume.

La cara B, reconoce, es que tienen que vigilar sus gastos al milímetro: desde la gestión del ‘stock’ de medicament­os (para evitar que caduquen), hasta el ahorro en suministro­s. Por eso, bromea Molina, en sus estantería­s antes sólo se encontraba­n pañales en verano, cuando los padres dejaban a sus hijos con los abuelos. Ahora, que han celebrado

Farmacias en riesgo

En porcentaje sobre el total provincial

Nº de farmacias 10%

Andalucía

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// GUILLERMO NAVARRO La antigua farmacia de Villar del Río (Soria), que pide su reapertura
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