ABC (Andalucía)

Eva Larrañaga

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Mari Mar Negro Hija de Alberto Negro «¿Qué diría la sociedad si un pederasta estuviera en una lista electoral?» «Es legal, pero indecente. Menos en los atentados, todo sigue igual»

Hija de José Tomás Larrañaga «Una persona con delitos de sangre no debería ser candidato a nada» «Begoña podrá llevar la vida que le plazca, pero no representa­r a ciudadanos»

de cumplir 26 años de aquello– en un bar del puerto de Ciérvana.

Dos de los condenados, Lander Maruri y Asier Uribarri, también nutren las listas municipale­s de Bildu. El primero, para más escarnio, lo hace en la misma población vizcaína en la que participó en ese crimen atroz, cobarde y brutal. El segundo ha encontrado acomodo en Maruri-Jatabe, a media hora escasa en coche.

«Algo normal»

Cabría pensar que Ciérvana es hoy un pueblo conmociona­do por la noticia, o al menos dividido ante ella. Sin embargo, cuando se pregunta a vecinos, las respuestas se parecen demasiado a las recibidas en Legutiano (o Legutio, ahora). Además, hay pocos que quieran mantener esa conversaci­ón. «Les conocemos a todos, les veíamos jugar por aquí», dice un hombre entrado en años. «También a sus familias, claro, para nosotros es algo normal».

—¿Hablan entre ustedes de que una persona de su pueblo condenada por un asesinato cometido aquí vaya en una lista electoral?

—No, yo de política no hablo... Esas cosas...

La locuacidad de los minutos anteriores se torna al instante en un rostro serio, amable siempre, pero que deja claro que la conversaci­ón discurre por unos derroteros que no son de su agrado. «En este pueblo nos conocemos todos», insiste, quizá como justificac­ión.

En el ayuntamien­to una funcionari­a, eficaz y muy amable, envía un mensaje al alcalde –del PNV, estos días de baja– en el que le informa del deseo de ABC de tener una conversaci­ón con él, aunque sea por teléfono. Además, asegura que hará llegar la misma petición a un concejal de Bildu que tiene que pasar en cualquier momento por allí. Ni uno ni otro responden. Nadie quiere hablar de ello.

A mediodía, en el batzoki de Ciérvana, situado a apenas cinco metros del local en el que fue asesinado el guardia civil, hay pocos parroquian­os. ABC pregunta a una camarera si es posible hablar con alguien del partido. Llama a una de las responsabl­es. Trabaja a esas horas, pero se compromete a entrar en contacto cuando acabe. Hasta hoy. «No, yo de esto no hablo; además, esta noche he estado pegando carteles hasta tarde y no soy de este pueblo», se disculpa una camarera.

Aunque el lendakari, Íñigo Urkullu, y el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, hayan criticado la inclusión en las listas de Bildu de expresos de ETA –«es una falta de respeto a las víctimas», dijo el primero–, es evidente que en los pueblos afectados los candidatos nacionalis­tas prefieren mantenerse al margen. Su silencio se convierte así en un mensaje de tibieza.

«Como ciudadana debo decir que cada uno puede hacer lo que quiera; como víctima, es una falta de ética». Al otro lado del teléfono, desde Fuengirola (Málaga), Mari Mar Negro se expresa con voz firme. Es hija de Alberto Negro, trabajador de la central nuclear de Lemóniz que el 17 de marzo de 1978 murió junto a un compañero, Andrés Guerra, al estallar un artefacto explosivo. José Antonio Torre Altonaga, alias ‘Medius’, que trabajaba como electricis­ta en esa instalació­n, fue quien dio la informació­n para que se perpetrara el atentado. Hoy se presenta en las listas de Bildu por Munguía, en la misma provincia de Vizcaya.

«¿Qué diría la sociedad si un pederasta estuviera en una lista o fuera director de un colegio? Muchas veces la gente se rasga las vestiduras y en cambio, ante un caso como este, en el que un terrorista con delitos de sangre se presenta a las elecciones, se dice que ya han cumplido su condena... Es legal, claro; pero también una falta de ética y de moral. Habría que tener medios para que esto no suceda», sentencia Mari Mar.

«Me duele»

La hija de Alberto Negro cree que «todo esto es indecente, pero hay que tragar... Es triste que haya muchas personas que los voten. Bildu tiene cada vez más fuerza. Me duele porque es una forma de decir que nos olvidemos de lo que ha pasado». Se queja, además, de que se critique a las víctimas por hablar de estos temas: «No sé por qué razón nosotros no podemos decir lo que pensamos; enseguida nos reprochan que el odio nos ciega. Me siento más cómoda porque no hay atentados, pero en el resto todo sigue igual en el País Vasco».

Eva y Maite son hijas de José Tomás Larrañaga, asesinado en Azcoitia la Nochevieja de 1984. Después de dos ataques terrorista­s –en el primero resultó herido en una

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