ABC (Andalucía)

El rodaje mágico de Sonsoles Aranguren

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cuando advierte la llegada en moto de su padre Agustín (Omero Antonutti).

Eduardo Masip, que en la actualidad regenta junto a sus hermanas un restaurant­e en Ezcaray, recuerda cómo él y otros familiares tuvieron que ir al monte a recoger hojas caídas para recrear esa tupida alfombra otoñal en la carretera que contemplam­os al inicio del metraje. Masip contaba 22 años y la llegada del equipo de ‘El Sur’ lo tuvo a él y otros familiares empleado varios meses, aunque el rodaje en sí se efectuó entre diciembre de 1982 y enero de 1983, «con frío, nieve, de todo: el tiempo ayudó», añade Josefina. Los disparos de escopeta que supuestame­nte realiza Omero Antonutti en el monte son contribuci­ón de Eduardo, en ‘ off ’, a la película. Su tío Pedro sí figuró en el celuloide: lo vemos sonriente, fumando un puro, en el famoso baile de la comunión de Estrella. Allí, detrás de cámara, estaban también Josefina y sus padres aplaudiend­o al ritmo del pasodoble ‘En er mundo’.

Continúa Josefina: «Cuando llegó el equipo cambiaron toda la decoración por dentro. Yo hice un inventario de los muebles, habitación por habitación; sólo dejaron el piano, que se usó para la comunión». En su lugar, entraron en Villa Carmen, ya convertida en La Gaviota, los muebles y los libros de la familia Masip, «de una casa de más de 200 años del pueblo», precisa Eduardo. Algunos

Sonsoles Aranguren, que interpretó a Estrella en su infancia (Icíar Bolláin hizo lo propio con la adolescent­e), es supervisor­a de efectos especiales. Tras ‘El Sur’ no volvió actuar porque «mis padres no quisieron». En su primera entrevista en estos 40 años rememora el rodaje en Villa Carmen: «El jardín me encantaba y me daba pena no poder jugar porque hacía muchísimo frío. Era una casa preciosa. Me maravillab­a viendo cómo hacían nuevos espacios. José Luis Alcaine (fotografía) iluminaba una habitación y ¡zas!, era un nuevo lugar con ese aire tan misterioso y bello de la película». De Erice señala que

de los libros, interviene su hermana, se «extraviaro­n» por el camino. A cambio, ellos se quedaron con Simbad, un pastor alemán que vino con el equipo y vemos correr tras la bicicleta de Estrella adolescent­e (Icíar Bollaín). Ah, y lo más importante de todo, los chicos de Erice trajeron consigo la icónica veleta que a día de hoy sigue coronando la casa. Esa veleta vale oro en concepto de memoria cinematogr­áfica. «fue maravillos­o, me contaba el plano como un cuento, inventaba un mundo y me envolvía con él; cuando rodaban yo estaba en esa otra realidad».

Durante el rodaje, Josefina y sus padres vivían en la planta baja. «Al principio era una novedad, luego se volvía cansino: estaban ahí mañana, tarde, noche, repetían mucho las tomas. Y claro, algunas grabacione­s eran a las cinco de la mañana, como cuando buscan al padre y ahí estaban temprano pegando gritos: ‘¡Agustín! ¡Agustín!’». Los actores y los cabecillas de la producción dormían en el hotel Echaurren, un establecim­iento clásico con restaurant­e dos estrellas Michelin. El resto del equipo técnico, en pisos alquilados. «Tenían una caravana enorme en el lateral del jardín y allí comían durante el rodaje, aunque Omero Antonutti se venía a comer con nosotros a veces». Los fines de semana, todos iban a un asador en Zorraquín a ponerse las botas.

Una escena recobrada

Proseguimo­s la visita en Villa Carmen; Josefina nos lleva a la primera planta: los muebles son distintos pero el arco que separa los dos saloncitos, bajo el que bailan Estrella y Agustín en la escena más memorable de la cinta, sigue ahí. También está la escalera, inconfundi­ble a pesar de haber sido pintada de blanco. Arriba, en la tercera, se encuentra la habitación de la niña; aquí tiraron un tabique y unieron dos estancias para enfocar de lejos a Estrella descubrien­do el péndulo del padre ausente con la luz del amanecer. El mismo padre, el atribulado Agustín, que, una planta más arriba, en esta buhardilla ahora repleta de camas para los muchos nietos de doña Begoña, inicia a la pequeña en los misterios del zahorí: «No aprietes mucho los dedos, ahora cierra los ojos, sin pensar en nada…».

Con la primavera, Villa Carmen dejó de ser La Gaviota. Regresaron los muebles de la casa y la fachada se repintó. La ‘ troupe’ del cine siguió su camino. Ezcaray no era, de hecho, la estación término de ‘ El Sur’, sólo l a mitad del viaje. Pero nada salió como estaba previsto, aunque quién se atrevería a decir que salió mal. Erice montó la película para Cannes y, una vez exhibida en el festival, Querejeta consideró que la cinta estaba completa y por tanto se cancelaba la filmación en Andalucía. «Todos estábamos en la misma situación que Estrella al final de la película, haciendo las maletas para viajar al Sur…, pero nunca llegamos», recordaba Erice en una entrevista. Algo de esa expectativ­a frustrada ha quedado prendida a la veleta de La Gaviota. Pero el viaje se completa en la imaginació­n, en elipsis. Así, al cerrar la verja de Villa Carmen, desandando el camino de castaños hacia Ezcaray, de nuevo vuelve a manifestar­se una voz melancólic­a: «Aunque no lo demostrara, yo estaba muy nerviosa: por fin iba a conocer el Sur».

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// ABC A la derecha, Víctor Erice en una imagen de 2014
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